El oso es un problema para los ganaderos del Suroccidente y más que lo va a ser. Podemos esconder la cabeza todo el tiempo que queramos, podemos decir que son cuatro voces de exaltados, podemos esperar que la naturaleza se contenga ella sola. Pero nos estaremos engañando a nosotros mismos. La cantidad de osos en la comarca ha aumentado notablemente pero, además, los montes están abandonados y, en muchas partes, no hay alimento para ellos. Diablos, ni siquiera se puede pasar por el mar de espinos que se ha creado. Eso lleva a que el contacto entre el animal y la población humana sea cada vez más común. Y todos sabemos a que conducen esos encuentros a medio plazo. Eliminando de la ecuación el hecho de que puedan ocurrir indeseables accidentes, o que repunte el siempre censurable furtivismo, la incógnita que aún hay que despejar es la de la conviviencia entre oso y ganadero. Es un problema, y no sirve esconderse de él.