Barbie, Barbón y la “barbidad”: ¿frivolidad o movimiento calculado del Presidente de Asturias?

El presidente asturiano desata un debate en las redes sociales con una taza en la que él mismo parece “merchandising” de la película de la célebre muñeca

Barbie, Barbón y la “barbidad”: la taza del Presidente de Asturias que genera debate

Barbie, Barbón y la “barbidad”: la taza del Presidente de Asturias que genera debate

Vicente Montes

Vicente Montes

El presidente asturiano ha desatado debate en sus redes sociales al publicar la fotografía de tres tazas sobre la mesa de su despacho: dos, a ambos lados, corresponden a publicidad institucional del gobierno del Principado de Asturias, y en el centro, una con la imagen del propio Adrián Barbón, virado a rosa, y con su nombre escrito con la tipografía de la muñeca “Barbie”.

Ya días atrás había publicado jocosamente unas pegatinas en las que se empleaba su imagen identificada con la muñeca y enmarcado en todo el fenómeno asociado al estreno de la película. El siguiente paso es que alguien le ha regalado al Presidente una taza con su imagen y él la ha mostrado en su página personal (no en las cuentas que habitualmente emplea de modo institucional) sin comentario alguno. Únicamente la fotografía con un emoticono de corazón. Y ha estallado la polémica.

Hay que remontarse mucho en su página de Facebook para dar con una publicación con tanto eco. Barbón tiene en esa cuenta 53.000 seguidores. Hay casi 3.000 reacciones (de las que solo dos son “carita enfadada”) y cerca de 500 comentarios. El debate se ha situado sobre si es lícito o no lo que algunos consideran una “autopromoción” por encima del papel como Presidente. Tampoco ha tenido mucho éxito esa crítica: la mayoría de las reacciones han sido interpretando la publicación como una muestra de sentido del humor, los fans han intensificado su entusiasmo y unos cuantos han preguntado dónde puede comprarse la dichosa taza.

Lo cierto es que esa publicación (y algunas otras del Presidente) suelen encajarse regular en ámbitos políticos, incluso de su propio partido, que lo ven como la aparente muestra de que el Presidente está a otras cosas, livianas y frívolas, en vez de entregarse a la tarea de gobernar Asturias.

Hay muchos modelos para ejercer la Presidencia: al otro extremo de Barbón se encontraba el también socialista Javier Fernández, que se autodefinía como “fotofóbico” y que era capaz de darle vueltas a cada tuit que publicaba la cuenta del Gobierno como si fuera una declaración ante un juez. Cada una tiene sus ventajas e inconvenientes.

Pero más allá de si es acertada o no la estrategia de Barbón, ocurre habitualmente que quienes se lanzan a la crítica en sus redes sociales se encuentran con un aluvión de respuestas que defienden al Presidente: “Me encanta cómo eres”, “No coincido contigo en muchas cosas, pero me gusta tu sentido del humor”, “Aunque no comulgo con las cosas que hace su partido usted me parece buena gente…” “Eres el mejor…”.

La jugada de “Mattel”

La película “Barbie” se ha convertido en el fenómeno taquillero del verano. Greta Gerwig, una millennial de ya 40 años, icono del cine indie y reivindicadora de la complejidad del pensamiento femenino más allá de la simplificación del cliché, desatascó el proyecto convirtiéndolo en la película dirigida por una mujer que más dinero ha recaudado en la historia del cine (más de 1.000 millones de dólares). Por ahora solo ha sido superada por “Super Mario Bros”, estrenada en abril y que ya se aproxima a los 1.500 millones, por lo que es probable que termine rebasando su marca.

Mucho se ha escrito sobre el mensaje feminista de la película, su tono de parodia ligera pero con supuesto mensaje. Pero hay un aspecto de la película sobre el que menos se ha reparado. ¿Cómo “Mattel”, el fabricante de la célebre muñeca, se atreve a financiar una película que se ríe de la propia marca (la empresa se muestra como un gigante dirigido por hombres con poco cerebro estereotipo del peor patriarcado) y deja (aparentemente) su imagen por los suelos? Porque lo que importa es quién gana al final la partida.

La muñeca Barbie se había convertido en el dardo de las iras feministas, visualizada como el agente opresor de mujeres condenadas a estar perfectas, estúpidamente rubias, plastificadas y que aunque aparentemente podían acceder a cualquier trabajo y sentirse libres y empoderadas estaban condenadas a perseguir una imagen de perfección estética. Eso ya ha ido cambiando en el propio diseño de la muñeca, pero Mattel ha logrado darle la vuelta al estereotipo, reconectar con la generación de mujeres que de niñas jugaron con las muñecas, enganchar con la generación posterior que las ignoró y de paso colocar en las pantallas un enorme y largo anuncio publicitario de dos horas. ¿Resultado? Las ventas se disparan y Mattel emerge limpio de cualquier sospecha de ser un peligroso instrumento opresor.

En cierto modo, todo eso subyace en el modo en el que el Presidente asturiano (muchas veces criticado por ello) emplea las redes sociales: ejercita la autoparodia, busca referentes que despierten unanimidad (paisajes asturianos, apelaciones al estereotipo patrio o debates polémicos expuestos de manera simplificada y amable) porque así, a la postre, consigue impulsar una imagen de marca que trasciende incluso la acción de su gobierno.

La “barbonidad”

Entre algunos políticos de distinto signo se habla a veces, coloquialmente, de “barbonidad” para referirse a ese aparente estado en el que suele situarse el presidente asturiano: se coloca fuera del foco del debate, otea el horizonte como si no fuese con él la cosa, y adopta una posición externa en la que se convierte en aparente árbitro cuando en el fondo no deja de ser un jugador de la escena. Únicamente recuerdo que Ignacio Blanco, en la pasada legislatura portavoz de Vox, llegase a utilizar públicamente el término al referirse en una sesión de la Junta General al Presidente como “Su Altísima Barbonidad”.

Simplifiquemos el término en “barbidad” para referirnos a las confluencias de la “operación Barbie” con la “operación Barbón”. Eso subyace en la taza rosa-fucsia del presidente asturiano. Piensen si no en la vuelta que Pedro Sánchez ha dado a la expresión “perro Sánchez” convirtiéndola en icono propio en las pasadas generales. No hay mayor fórmula de atraer empatía que el humor, eso se sabe desde el principio de los tiempos. A veces, en lo aparentemente casual hay un movimiento calculado, aunque parezca natural. Que a nadie extrañe que esas tazas acaben a la venta.

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