Gimnasia con mucha y buena vista en El Castillo

El septuagenario Sandalio Fernández hace bici cada tarde delante de su casa en Soto del Barco, en un privilegiado mirador orientado a la desembocadura del Nalón: "Es un lujo, no lo voy a negar"

Sandalio Fernández, haciendo bici en el mirador de delante de su casa en El Castillo, con el pueblo, la fortaleza de San Martín y el río Nalón a su espalda. | |  MIKI LÓPEZ

Sandalio Fernández, haciendo bici en el mirador de delante de su casa en El Castillo, con el pueblo, la fortaleza de San Martín y el río Nalón a su espalda. | | MIKI LÓPEZ / Mariola Riera

Mariola Riera

Mariola Riera

Es la envidia de todos los que pasan a su lado, que no son pocos, cuando Sandalio Fernández hace gimnasia. Porque tiene mucha y buena vista para hacerla.

Este cudillerense afincado en Barcelona y veraneante en Soto del Barco no solo ejercita el cuerpo, sino también la mente y los cinco sentidos gracias al paisaje que tiene en frente cada vez que se sube a su bicicleta estática. Lo hace a diario. Dos horas por la tarde. Es un gran privilegiado, no lo niega. Porque en vez de una pared o las pantallas que suelen poner en los gimnasios, ante él se abre en toda su inmensidad la ría del Nalón a punto de fundirse con el Cantábrico, parte de la fortaleza de San Martín, el puente de La Portilla, los pueblos de Somao, Muros, Los Cabos y su vega...

"La verdad que no me quejo", admite Fernández de su envidiable atalaya para hacer deporte. Cada tarde instala su bici estática en la calle, delante de su casa, en una de las vías de acceso al pequeño y bonito pueblo de El Castillo, donde pasa un largo verano desde principios de junio hasta mediados de octubre. Se sube a la misma y echa dos horas pedaleando. Le pasan volando y apenas acusa fatiga.

En primer lugar, porque está en forma. También porque a su alrededor están sus vecinos y amigos de tertulia, que acuden a acompañarle. Pero, sobre todo, porque hacer bici con ese paisaje de impresión delante permite que el esfuerzo pase a un segundo plano. "Esto ayuda mucho, por supuesto. Pero también es que tengo la cervecilla a mano, ahí en casa", explica con humor Sandalio Fernández.

En El Castillo veranea de siempre, ya que es el pueblo natal de su mujer, África Pérez. Él es de Cudillero, pixueto de pura cepa, ya que nació en pleno anfiteatro, un lugar también privilegiado en cuanto a las vistas, "aunque mi casa no era de las del centro, sino más bien de lado". El matrimonio decidió hace tiempo arreglar una casa en El Castillo donde pasar largas temporadas. Y desde hace unos cuantos años encontrarse a Sandalio Fernández subido a su bici estática por las tardes es ya un clásico entre los paseantes.

"Llevo muchos años con la bicicleta", explica este asturiano que emigró a trabajar a Barcelona en una empresa de plásticos. "Cuando tenía algo más de 40 años me aficioné y salía un par de horas por La Rambla, en el descanso para comer del trabajo. También los sábados y los domingos". A sus 74 años puede presumir de estar en formar y no solo por dar pedal. "También camino mucho. Todos los días por la mañana hago unos 10 kilómetros. Salgo de aquí, subo a Soto, bajo por la cantera de Caseras y tiro hasta la playa de Los Quebrantos para luego volver a El Castillo", describe.

Tras alguna tarea casera y descansar un poco, por la tarde toca la sesión de bicicleta. No solo llama la atención de los paseantes de la zona, sino de los muchos de peregrinos que a diario cruzan por El Castillo en su ruta a Santiago. "Cada vez más, es impresionante, se cuentan a pares los que por aquí se ven". Es seguro que muchos se van a ver al Apóstol con la envidia (sana) de ver a Sandalio Fernández subido en su bici con esas guapas vistas a la desembocadura del Nalón. "Esto es un lujo, la verdad. No voy a negarlo", concluye.

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