El 28M ya toca a la puerta de Asturias: el "voto frustrado" y otras incógnitas que rondan las urnas

El escrutinio del voto emigrante, cuya participación aún es una incógnita, puede mantener hasta el viernes las dudas sobre el reparto de algunos escaños

Estado este sábado de la mesa electoral, aún sin papeletas, instalada en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación, en Oviedo.

Estado este sábado de la mesa electoral, aún sin papeletas, instalada en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación, en Oviedo. / Miki López

Vicente Montes

Vicente Montes

Algo más de 800.000 asturianos están llamados este domingo a la decisión colectiva que marcará el rumbo de la región para los próximos cuatro años, tras una campaña electoral iniciada de facto (aunque no formalmente) desde principios de año y en la que las claves nacionales han estado presentes desde el primer minuto. Las expectativas de los grandes partidos (PSOE y PP) ante la posibilidad de que en las próximas generales se produzca un cambio de ciclo han polarizado los mensajes con una llamada permanente al "voto útil" para superar al bloque contrario y con la apelación al votante frustrado, al elector desencantado que puede optar por quedarse en casa. Es este un mensaje que demuestra hasta qué punto existe una bolsa de electores huérfanos tras el retroceso de los nuevos partidos que irrumpieron hace algo menos de una década. En definitiva: la apelación al indeciso.

A esa incertidumbre se suma una más: el comportamiento de los 130.000 votantes que pueden ejercer su derecho en las urnas autonómicas aunque residen fuera de España. Al contrario que en anteriores citas, tienen la posibilidad de emitir su voto sin necesidad de pasar por los trámites de la solicitud previa, por lo que los grandes partidos fían a ellos el impulso final (el resultado de esos votos se conocerá el viernes) que dicte la sentencia de las elecciones.

Los socialistas han pedido el voto no solo a los asturianos de su espectro político, sino a los "frustrados" con las crisis internas del PP; los populares han reclamado el sufragio de los "frustrados" socialistas desengañados con el "sanchismo". Ciudadanos ha solicitado, para su supervivencia, el apoyo de los "frustrados" por las políticas de los dos grandes partidos y sus enfrentamientos. Izquierda Unida busca atraer a los "decepcionados" por un PSOE "poco izquierdista". Podemos ha apelado a los "frustrados" por las carencias de las políticas públicas en materia de sanidad o cuidados. Foro Asturias ha reclamado el respaldo de quienes padecen la decepción de "las políticas dirigidas desde Madrid". Vox busca caladero en la "frustración" de ganaderos y agricultores. Incluso SOS Asturias busca concitar la sensación de abandono del medio rural, en especial en el Occidente.

El cruce de llamadas para captar papeletas de electores desengañados evidencia que ningún partido tiene el control pleno de sus huertas ideológicas y que la tendencia a la concentración de voto en el bipartidismo aún está lejos de la situación que existía hace décadas. Tres actores se reparten papeles en el escenario de la izquierda, con un PSOE hegemónico pero con dos partidos (IU y Podemos) que vienen a representar la quinta parte del voto de ese espectro. A la derecha, el Partido Popular y Vox compiten por el mismo electorado con discursos en los que, en esta campaña, no se ha visto ninguna referencia cruzada, como sí ha ocurrido entre los partidos de la izquierda. Y más hacia el centro, Foro pugna por asentarse como una opción regionalista, y Ciudadanos busca no quedarse fuera del arco parlamentario, consciente de que la polarización del voto para apuntalar una de las dos principales opciones electorales puede acabar por dejarle sin escaño.

Poco ha sorprendido esta campaña cuyos ejes principales ya estaban apuntados desde febrero. Los programas electorales han tenido un papel secundario: tanto es así, que muchos partidos aún los cerraron en la última semana. Han pesado las grandes ideas capaces de asentar sensaciones en el electorado. El PSOE de Adrián Barbón ha focalizado su discurso en el planteamiento de que una suma mayoritaria de PP y Vox llevaría a un gobierno de coalición como el de Castilla y León, con los de Abascal formando parte del Ejecutivo del Principado, lo que a su juicio supondría un recorte de derechos. El PP de Diego Canga ha asentado su argumentario en la llamada a concentrar el voto del centro-derecha para establecer una oportunidad de cambio que vire el rumbo económico de la región y en señalar a Barbón como ejemplo evidente del "sanchismo" que combate Alberto Núñez Feijóo.

Todo ello es consecuencia de dos hechos: primero, que las encuestas han señalado en el ámbito global desde hace meses el fenómeno de concentración de voto en la derecha por el adelgazamiento de Ciudadanos, lo que ha acortado la distancia entre bloques con un PSOE de Pedro Sánchez aquejado de desgaste por su acción de gobierno en esta legislatura. Segundo, resulta impredecible el comportamiento de los votantes que optaron por los partidos de nuevo cuño en la crisis del bipartidismo.

La encuesta realizada por GESOP para LA NUEVA ESPAÑA marcó el ritmo de la última semana de campaña. El estudio demoscópico, el más amplio realizado en Asturias, reflejaba cómo se estrechaba la distancia entre los bloques y la existencia de una importante bolsa de indecisos (principalmente exvotantes de Ciudadanos, Foro y Podemos) que aún no había determinado si cambiaría de siglas o reforzaría las mismas que hace cuatro años. Precisamente esa incertidumbre hace que el reparto de los últimos escaños pueda estar sujeto a una alta inestabilidad. En las alas (Occidente y Oriente) la batalla por el último diputado ha estado presente toda la campaña, y en la circunscripción central el PSOE y el PP afrontan las dudas sobre el comportamiento del resto de formaciones políticas, lo que determinará hacia dónde basculan algunos asientos de la Junta, que por la ley d’Hondt se asignan únicamente por criterios numéricos, alejados de afinidades ideológicas.

Pero el resultado de estas elecciones autonómicas estará también estrechamente relacionado con el que emerja de las urnas municipales. Las posibilidades de blindajes o vuelcos en algunas plazas conllevan la incógnita de cómo se comportará el voto en las dos papeletas: la local y la autonómica; si los electores optarán por vincularlas o establecerán diferencias según el ámbito.

Unas elecciones son la respuesta de los electores a decenas de preguntas que permanecen en el aire. Y principalmente, la respuesta a las grandes cuestiones con que Asturias encara su futuro: su escenario económico en un marco de cambio de paradigma global, las medidas para combatir su demografía decreciente, las soluciones para retener a los jóvenes que buscan mejorar su futuro, las expectativas vinculadas al turismo, las oportunidades de futuro para su medio rural, la agilización de la burocracia y la modernización de la administración, o el diseño de unos servicios públicos asistenciales y de cuidados que cada vez tendrán más peso. Esta noche, los partidos leerán esa respuesta y tratarán de interpretarla. Y eso, a la espera de los ajustes (si se producen) del voto emigrante del próximo viernes, determinará cómo Asturias afronta los próximos cuatro años.

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