A punto de comenzar las obras de construcción de la glorieta del Pozón dentro de la reurbanización de la calle Santa Apolonia, con las que desaparecerá la marquesina situada en el cruce con La Luz y Llaranes, muchos comerciantes, vecinos y usuarios de las diferentes líneas con parada en este punto se lamentan por la pérdida de tan singular edificación, de gran popularidad en el entorno, a pesar de que esta opción ganó en una votación popular organizada por el Ayuntamiento. "Es un elemento emblemático del barrio, no deberían quitarlo", comenta Enedina Fernández. "Cuando llegué a Avilés en 1969 ya estaba aquí y lamento que desaparezca, pero lo que opinemos los ciudadanos poco va a valer", añade mientras espera sentada, bajo la gran visera color gris, el autobús a Piedras Blancas, donde acude al ensayo del coro en el que canta.

De la misma opinión se manifiesta Andrea de la Peña Rodríguez, igualmente abrigada de la lluvia bajo la marquesina que pronto pasará a la historia. "Me da pena que la tiren, estoy acostumbrada a ella. Es amplia, resguarda muy bien y es utilizada por mucha gente del Pozón, La Luz y Llaranes, barrio este último en el que vivo", comenta la joven que desconocía las obras que se van a llevar a cabo en la carretera por la que circula un elevado número de vehículos, sobremanera en horas punta, coincidiendo con las entradas y salidas de trabajos y colegios. "Esto va a ser una locura y no veo necesaria una rotonda; con un cruce se solucionaba todo", dice José Antonio Sevillano al fijar la mirada en el polémico elemento arquitectónico, que "reparé hace años, cuando trabajaba para el Ayuntamiento".

Diana Castro, empleada de la gasolinera situada a pocos metros de la construcción que últimamente centra las conversaciones de buena parte de los ciudadanos de la zona, dice no conocer su historia por ser de Madrid, pero apunta escuchar a los clientes. "Se ve que la gente le tiene apego, muchos se lamentan que la derriben", comenta. Sin embargo, la destrucción de este elemento no despierta en ella la nostalgia que arranca en quienes pasan por la estación de servicio.

Los propietarios de los negocios situados en las proximidades de la futura rotonda también posan la mirada sobre la marquesina, si bien temen más el desarrollo de las obras y su posible repercusión en la marcha de los locales que regentan. Aún así, las asumen con resignación ya que dicen supondrán el fin de las inundaciones de la carretera en días de lluvia y el aumento de la seguridad. "Nos van a hacer la Pascua por lo que me parece bien que se trabaje de noche", apunta el carnicero Fernando Rosa, para seguidamente definir la marquesina por la que claman en el barrio como "un referente de la zona". Gerardo Estébanez, otro comerciante de la misma calle, propietario de una frutería cuya fachada se sitúa casi frente al citado elemento, coincide con el anterior empresario en apuntar el trastorno que traerán los trabajos. "A mí no me vienen nada bien porque me quitan la posibilidad de aparcar la furgoneta casi delante de la tienda, pero si es para mejorar, bienvenidos sean", indica. En cuanto a la peculiar parada del autobús que ve desde el interior de la tienda desde hace 23 años, los que lleva al frente del negocio, la califica como "un punto de referencia" para el vecindario.

Al igual que los residentes y los usuarios de las cuatro líneas de autobuses que circulan por Santa Apolonia, los conductores de las mismas también se muestran pesarosos de la desaparición de la particular parada. Jorge Alonso, de la línea 1, que realiza el trayecto entre La Luz y Piedras Blancas, cree que es una pena perder tal construcción, aunque dice haber oído "que se va a hacer una réplica; creo que no desaparece del todo". Sobre la rotonda que se situaría en el cruce entre Llaranes y La Luz, asegura que no va a ayudar a mejorar la circulación.