Cartas para desterrar estigmas
Enfermos mentales de Langreo y niños de un colegio de Laviana mantienen correspondencia postal en un proyecto de inclusión social
No hay duda de que la enfermedad mental está estigmatizada. Lo sufren a diario los enfermos y los que viven o trabajan con ellos. Saben lo que es que les señalen por la calle o que no les quieran atender en una cafetería. En el centro Mentalia de Langreo, donde residen 120 personas con enfermedades mentales en distinto grado, se han propuesto intentar eliminar esos estigmas, y lo mejor es hacerlo desde la infancia.
Rosana Argüelles, terapeuta, y Julio Tapia, psicólogo, con el apoyo de la directora del centro, Almudena González, han puesto en marcha un proyecto junto a los alumnos del colegio Elena Sánchez Tamargo, de Laviana. La mecánica es sencilla: 16 residentes del centro Mentalia DomusVi de Langreo, han escrito cartas a otros tantos niños del colegio. Ahora los niños responderán y se establecerá una correspondencia mensual, con una misiva de ida y otra de vuelta cada mes, hasta finales de curso. Por junio habrá una suerte de "cita a ciegas" en la que remitentes y destinatarios se conocerán cara a cara.
"En el colegio habían detectado un incremento de alteraciones de conducta entre los niños" y eso llevó a Rosana Argüelles a plantear el proyecto. La premisa es que "los niños no están contaminados y no tienen esos reparos ante los enfermos mentales". Los especialistas quieren ratificar que "la reacción de los niños es mucho más natural que la de los adultos, que están influidos por la sociedad".
Tapia, el psicólogo, apunta que buscan "un acercamiento de los trastornos mentales a la sociedad" porque, "en muchos casos, esos trastornos pueden proceder de una educación defectuosa que haga que los niños o adolescentes no estén preparados para la presión social a la que se van a tener que enfrentar".
Misivas supervisadas
Todas las cartas serán supervisadas por los profesionales, que las leerán antes de entregárselas a los niños o a los residentes de Mentalia. La primera remesa salió del centro sanitario langreano y Julio Tapia se sorprendió al leerlas por "el empeño y la actitud que tienen los residentes por conocer a otras personas y por darse a conocer".
Almudena González advierte que, "en muchas ocasiones, es muy complicado lograr la inclusión de los enfermos mentales en la sociedad". La directora reconoce cierto rechazo cuando salen con sus residentes a la calle o realizan una excursión. "Hace una semana quisimos ir a comer en Gijón y al querer hacer una reserva para 40 personas y decir que éramos de un centro de salud mental directamente nos colgaron el teléfono". No es un caso aislado. "No toda la sociedad es así, pero nos pasa con frecuencia", dice la directora, que mantiene que "los niños no tienen ese estigma, ya lo hemos comprobado y ahora lo vamos a certificar con este proyecto".
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