Tribuna

El primer día sin Manuel Llaneza

Crónica de las reacciones al fallecimiento del histórico dirigente minero en 1931

José Antonio Vega

José Antonio Vega

El domingo 24 de enero de 1931, fallecía en su domicilio mierense, a las siete de la mañana, el secretario del Sindicato Minero de Asturias, Manuel Llaneza, rodeado de su esposa e hijos, junto a alguno de sus más íntimos camaradas. Se encontraba enfermo desde hacía pocos días a consecuencia de una bronconeumonía, si bien también se habló de que lo que realmente sufría era una cirrosis. Manuel Llaneza acababa de regresar de un viaje a Huelva con parada en Madrid para pedir al Gobierno la libertad de algunos mineros detenidos en Huelva a consecuencia de los sucesos acaecidos en diciembre de 1930.

Al poco de ocurrir el fallecimiento, todos los balcones de la rotonda del Centro Obrero de Mieres se cubrieron con crespones negros, situado en la plaza que se llamaba Numa Guilhou (en esos años), llenándose además de firmas los pliegos colocados en el vestíbulo del mismo, y al mediodía de aquel domingo se reunió el Sindicato Minero Asturiano de la villa de Mieres para tratar del enterramiento de su secretario.

Una de las primeras personalidades en ser informada del fallecimiento del líder fue el Gobernador de la Provincia, por lo que reaccionaría de la siguiente forma: «He recibido con gran dolor la noticia del fallecimiento de don Manuel Llaneza, un hombre de mucho talento; benefactor del obrero asturiano, el cual condujo a la obtención de notables mejoras que nunca se le agradecerán bastante. Estudioso, trabajador, sereno, con marcado espíritu de justicia, entusiasta del progreso por la cultura, enemigo de luchas estériles. Más que un revolucionario destructor y vulgar, ha sido un reformador consciente y patriota, que siempre defendía los intereses de los obreros según la razón y las exigencias de la realidad, sin poner en peligro los de su país, que quería con todo el alma.

Ha practicado el bien y ha muerto pobre, pudiendo haber dejado una fortuna. Su honradez ensalza también su personalidad. Extraordinariamente sensible es su pérdida, y al reconocerlo, me asocio cordialmente a la pena de sus familiares, a la de los mineros asturianos y a la de todo el país, que tenía en su rectitud y nobleza una colaboración eficaz para su engrandecimiento».

No tardarían en llegar más reacciones de históricos dirigentes, como fue la opinión de Julián Besteiro, categórico sobre la valía de la figura de Llaneza: «Yo pierdo con él a un hombre de mi absoluta confianza cuyo consejo atendí constantemente».

Como es habitual en figuras de renombre, su cadáver estuvo expuesto en los salones de la Casa del Pueblo desde el momento de su fallecimiento hasta el momento de conducir el cadáver al cementerio, con un desfile de personas incesante, siendo frecuentes los casos de trabajadores que, ante la presencia del difunto, no podían contener las lágrimas. En ese mismo día, y como señal de duelo institucional, se suspendió la audición musical que estaba programada y que iba a protagonizar la banda Municipal de Mieres en el boulevard de Teodoro Cuesta en La Pasera.

Hasta la llegada de la noche fueron numerosísimas las coronas recibidas, las cuales se colocaron en mismo salón en que se hallaba el cadáver. Destacaba entre todas, por su tamaño, una de claveles rojos naturales, con lazos del mismo color, dedicada por la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista Obrero Español al camarada Llaneza.

El primer día sin Manuel Llaneza

El primer día sin Manuel Llaneza / José Antonio Vega Álvarez

De igual modo, se sucedieron las comunicaciones durante esos días, pues se recibieron más de dos mil telegramas y cientos de llamadas telefónicas dando el pésame. Entre los muchos telegramas recibidos figuraba uno de la familia de Indalecio Prieto; otro era de Ramón González Peña, quien especificaba que, por causas de fuerza mayor, no podía salir de Huelva, donde se encontraba desde hacía una temporada.

Al día siguiente, cumpliendo la directriz lanzada por el Sindicato Minero a los trabajadores, no se trabajó ni en la minería, ni en la construcción ni en los talleres de la Fábrica de Mieres, llegando a cerrar el comercio local en señal de duelo.

Pasadas las once de la mañana, se organizó la comitiva fúnebre. En ese momento ya era imposible circular por los alrededores de la Casa del Pueblo, puesto que ya estaban allí reunidas comisiones llegadas de todos los pueblos de Asturias. En las calles adyacentes y en aquellas por las que estaba previsto que pasara el entierro, se había agolpado numeroso público a ambos lados de la calzada, estando igualmente abarrotados los lugares estratégicos para ver pasar a la comitiva, así como los balcones de los edificios. Lo mismo sucedió en el tramo que va desde Requejo al cementerio, donde una inmensa multitud esperaba para ver pasar el cadáver de Manuel Llaneza y, si fuera posible, presenciar el enterramiento.

Abría la comitiva la banda municipal de música de Mieres, interpretando marchas fúnebres, y a continuación había dos largas hileras de coronas, que eran llevadas por personas de todas las clases sociales.

El féretro que conducía al difunto era llevado a hombros por afiliados de la Juventud Socialista. Sobre su ataúd se había colocado la bandera de la agrupación, yendo detrás los integrantes de la Banda Municipal de Música de Langreo, que, al igual que la de Mieres, interpretaban marchas fúnebres, y, por último, los quince duelos, presididos por los señores Saborit, Cordero, Carrillo y Menéndez, que portaban otra corona.

Al llegar el cortejo a la bifurcación de la carretera de Sama que conduce al cementerio municipal se hizo un alto, dirigiendo la palabra a los asistentes Manuel Cordero, que exaltó la actuación social de Llaneza y cómo se distinguió a lo largo de su vida en defensa de los intereses obreros, finalizando su discurso agradeciendo a todos los que allí estaban concentrados en nombre de la familia del difunto.

Una vez llegado al cementerio civil de La Belonga, se le dio sepultura en medio de un silencio impresionante, colocándose sobre su tumba cuarenta y una coronas. Se debe mencionar que su sepultura había sido encargada por el sindicato minero y que se calcula que el número de asistentes a este acto fúnebre superaría la cifra de diez mil personas, algo que nunca se había visto en Mieres.

En aquellas mismas fechas falleció el padre de la esposa de Manuel Llaneza. Días después del entierro, el Ayuntamiento de Mieres, a propuesta de Manuel Martínez, acordó por unanimidad de los concejales que constara en acta el sentimiento de la Corporación Municipal por el fallecimiento de Manuel Llaneza, y también ceder gratuitamente, y a perpetuidad, a la viuda del que había sido alcalde, el lugar del cementerio civil donde yacen sus restos.

Manuel Llaneza dejaba a su viuda, doña Ventura José Huelga, y a sus cinco hijos, Luz, Arístides, Antonio, Alba y Manuel, en verdaderos apuros económicos, pues había sido tan honrado que jamás pensó en sí mismo ni en su familia. La noticia referida a la difícil situación económica de la familia Llaneza sorprendió a mucha gente que, hasta aquel momento, consideraba que el fallecido tenía un capital que habría permitido a su cónyuge y descendientes vivir desahogadamente, lo que no era cierto.

Un mes después, el administrador de la mina de San Vicente, Amador Fernández, anunció que el Sindicato había propuesto abrir una suscripción nacional en favor de la viuda e hijos de Manuel Llaneza, que había quedado en difícil posición al fallecer el padre de familia, aportando el propio sindicato la cantidad de cinco mil pesetas.

En el mes de julio del mismo año, se reunió la comisión encargada del homenaje a Manuel Llaneza, siendo examinados los trabajos realizados hasta aquel momento, y se acordó ir publicando los listados de donantes, solicitándose para ello espacios en los periódicos «La Voz de Asturias», de Oviedo, y «La Prensa», de Gijón, donde aparecieron en las publicaciones de ambos diarios los sábados de varias semanas sucesivas.

Aparte la cuestación, pronto se organizarían también homenajes a este líder por toda la región. Siendo uno de los primeros homenajes a Manuel Llaneza en Mieres, que se celebraría el domingo, 2 de julio de 1933. El acto consistiría en el descubrimiento de una lápida dando el nombre de este a la principal calle de la villa y que sería descubierta por el presidente de las Cortes Constituyentes. En este, Julián Besteiro, que era un hombre de caliente pasión oratoria, criticaría la colaboración de los socialistas en el Gobierno, donde aseguró que, si la República andaba como anda, era debido a la inoportunidad de la colaboración socialista; y allí, entre la estupefacción de sus oyentes, aseguró y agregó que sus compañeros eran los culpables de la agudización del paro, del hambre y de los conflictos sociales.

La verdad es que Besteiro, cuando se destapaba, decía unas cosas como para regalarles a sus compañeros unos cuantos kilogramos de algodón de azúcar para los oídos. Ante esta polémica, el diario «ABC» llegó a publicar el discurso de Mieres. Durante meses, el nombre de Mieres figuró en muchos titulares gracias a Besteiro y al que sería bautizado como el «discurso de Mieres».

En la actualidad y al día de hoy es bastante popular el homenaje a Llaneza, que todos los años se celebra delante de su tumba en el cementerio civil de Mieres, donde prevalecen las flores de los políticos sobre las de la familia, que son las que normalmente cubren su sepulcro hasta que se acerca dicho evento.

Sea como sea, espero que este pequeño homenaje sirva para recordar a uno de los personajes clave en nuestra historia, y más hoy en día, con los tiempos que corren actualmente, ya que seguro que ustedes estarán de acuerdo en aquello que cantaba Víctor Manuel en su canción dedicada a nuestro personaje de hoy: «Desde que tú te fuiste, Manuel Llaneza, sólo hay silencio».

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