Un jarrón veneciano en la calle

Con "Un puñado de flechas", María Gainza persevera en su visión híbrida de la novela

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Fernando Menéndez

Adentro / afuera y afuera / adentro. Ese el doble movimiento que se da en la escritura de María Gainza. Al menos así lo señaló buena parte de la crítica al celebrar el primer título publicado por la autora en la editorial Anagrama: "El nervio óptico", una novela que ponía en entredicho el concepto tradicional de novela, algo que no debería sorprendernos pero lo sigue haciendo. Y lo hacia hibridándose con la crónica, el ensayo y, en parte, la autobiografía. Tres novelas más tarde sigue siendo así. Hasta el punto de que su nuevo libro, "Un puñado de flechas" viene a ser, entre otras cosas, la confirmación de una poética; la modulación de una mirada.

Entre uno y otro apareció "La luz negra" (también en Anagrama). De esta manera, queda armada una trilogía narrativa (sin contar con otras publicaciones que tiene la autora) que, a mi modo de ver, puede dar una idea bastante cabal del estilo de Gainza. Un estilo, que yendo por lo fácil, no es el típico turismo de una crítica de arte a la narrativa ni los pinitos de una novelista ante un cuadro.

Se habló más arriba de un viaje de ida y vuelta entre lo externo y lo interno. Y así sucede también con "Un puñado de flechas". Así se expresa la narradora (tan afín a Gainza): "No hice crítica de arte como había que hacerla, no hubiera sabido cómo. A mí me gustaba la literatura, y la teoría académica con su prosa encriptada y su tono envarado, desconectada de las corrientes emocionales, me parecía tan falta de vida como un empapelado beige y tan poco hospitalaria como una cama de hielo. Después aprendería que no toda era así, pero gracias a esa primera inclinación a la narrativa a expensas de lo teórico, llamémosle limitación intelectual, me decidí, como decía Chandler, "a sacar el jarrón veneciano a la calle".

Más allá de la extensión de la cita, me parecía muy oportuno traerla a la reseña, porque condensa y define, vamos a decirlo así, el método Gainza.

Los libros de Gainza responden a una dinámica exploradora y de deambulación

Tampoco hace novelas como había que hacerlas; también saca el jarrón a la calle en este caso. Y extrae su mirada de compartimentos estancos: las pinturas se cruzan con lo íntimo y lo autobiográfico, además de con los "personajes" que van apareciendo y con los que va conformando la narración: históricos y comunes; célebres y anónimos: Coppola, Cézanne, Nicolás Rubió, Tiziano

Son libros los de Gainza que responden más bien a una dinámica exploradora. Aunque toda apariencia requiera una construcción, da la impresión de que la narradora deambula a través del tiempo, del espacio y de la memoria. Sin olvidar esa suerte de extravío (feliz, diría yo) de quien mira; de quien anota; de quien busca… Como si se quisiera confirmar la cita de Maupassant que abre "Un puñado de flechas": "El que se deja afectar por una obra de arte está perdido". Esa manera de perderse es también una manera, aunque resulte paradójico, de orientarse. La escritura de Gainza pudiera ser una escritura de paseante; de estratos. En una entrevista de hace algún tiempo, a la pregunta de cómo escribe, la autora argentina responde lo siguiente: "Como un pintor que trabaja al óleo y por capas. Primero pongo un fondo, dejo secar, después esbozo otras formas, dejo secar y así. Tardo mucho. Si logro alguna veladura toco el cielo con las manos".

No es difícil observar este proceso en "Un puñado de flechas". Observar las capas sin que ello impida contemplar el óleo final en su conjunto. Las capas que van asociadas a las distintas historias que se van desgranando; enviando una señal al pasado al recordarnos también la tradición sin llegar a sacralizarla: las novelas, en su origen, se presentaban como un entramado de diferentes historias. Gainza nos pone en un punto de partida con Coppola en Buenos Aires para desembocar con Tiziano en Tzintzuntzan.

A modo de señal en el camino, cada tanto, la argentina nos advierte que el método también es el texto: "He registrado en estas libretas de laboratorios farmacéuticos mis conexiones y mis cortacircuitos (…) No es la técnica lo que interesa, sino la pulseada con el lenguaje; aquel que calza con la ecuación que uno es".

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Un puñado de flechas

María Gainza

Anagrama, 248 páginas, 17,90 euros

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