Cuenta Jorge Menéndez Vallina en LA NUEVA ESPAÑA que desde que es presidente del Oviedo no disfruta del fútbol. Suele pasar cuando el hobby se convierte en profesión: cuando la cosa va en serio queda poco margen para sacarle el jugo al asunto como en los días en los que uno simplemente era un aficionado. Muy parecido a lo del hostelero cuyo calvario es ver cómo los demás se divierten mientras a él le toca sudar y poner buena cara.
La entrevista de Vallina deja muchas más cosas, como su experiencia con la enfermedad, su recuperación o su preocupación como padre del impacto que el “susto” pudo tener en sus hijos. Prueba de que todo el mundo es de carne, hueso y corazón. Luego está esa parte del asunto en el que habla de lo institucional, donde reconoce que el Oviedo ha sido demasiado hermético. Una cosa es profesionalizarse y otra muy distinta bunkerizarse. ¿Luz y taquígrafos a partir de ahora? Está por ver cómo se ejecuta el abandono de la oscuridad hacia la luz y, lo más importante, si le dejan los de dentro y los de fuera.
Pero un primer paso es dar con el diagnóstico de por qué se ha instalado en buena parte de la afición carbayona la sensación de que el club va por un lado y los que limpiaron nieve y tragaron barro en los años de plomo, por otro. El ejemplo de que es mejor contar que callar aparece en la propia entrevista a este periódico.
El Oviedo se hubiera ahorrado el bochorno de su posición cambiante en el asunto de CVC si se hubiera explicado desde un principio lo que cuenta Vallina y que se resume así: ¿para qué entrar en una operación que no viene siendo más que un crédito lleno de trampas si al Oviedo el dinero se lo puede prestar Carso con unas condiciones que nadie puede mejorar? Pues eso.
Mientras, a 28 kilómetros, el Sporting mira otra vez a Europa tras la épica remontada ante el Amorebieta. Va a ser mejor que dejen enfriar un poco más la botellina de cava. No vaya a ser.
