Entrevista | Simón Cortina Hevia Director del colegio Corazón de María

“Hay que ir cediendo el protagonismo de las clases a los estudiantes”

“Buscamos el éxito de todos nuestros alumnos y eso no significa tener una buena cuenta bancaria, sino encontrar un lugar en la sociedad”

Simón Cortina, ayer, ante el Corazón de María.

Simón Cortina, ayer, ante el Corazón de María. / ANGEL GONZALEZ

Pablo Palomo

Pablo Palomo

Simón Cortina Hevia (Gijón, 1971) estudió de los 5 a los 18 años en el colegio Corazón de María. Es de la promoción de 1989 y, desde 2011, dirige el centro. Licenciado en Filosofía y Teología, sacerdote y misionero claretiano, vive, como el resto de la comunidad educativa, un momento histórico: la celebración del primer siglo de la llegada de la Congregación de los Misioneros Claretianos a Gijón. Como él mismo explicó hace mes y medio en un reportaje publicado en LA NUEVA ESPAÑA, tienen previsto realizar numerosos actos. En esta entrevista, los desgrana.

–¿Qué significa cumplir un siglo?

–Llegar a una fecha redonda. Tenemos mucho que agradecer en estos cien años. Y también tenemos que preguntarnos qué hay que hacer para seguir otros cien. La clave está en responder a la necesidad social y eclesial, como hasta ahora.

–¿Qué actos están realizando por la conmemoración?

–A principio de curso, parecía que la pandemia remitía, pero en noviembre todo se complicó y el programa de actos quedó parado. Queremos ahora retomarlo. Vendrá el Arzobispo, Jesús Sanz Montes, a una celebración en la parroquia el 25 de mayo. También queremos que esté con nosotros, seguramente el 4 de mayo, el cardenal Aquilino Bocos, que es claretiano y reside en Madrid. Queremos que tenga un encuentro formativo con el personal del centro, con el claustro. Ojalá pueda quedarse algunos días más para hacer otras cosas en Gijón.

–El Codema es una referencia regional de la concertada.

–Tiene mucha y buena historia. Estamos en buen momento por todo lo que han aportado las personas que nos precedieron. Hemos dado un empujón al hilo de la innovación pedagógica y la introducción de nuevas metodologías para favorecer el protagonismo del alumno. También nos hemos abierto a Europa con muchos proyectos y hemos potenciado las disciplinas “STEM”. Pero es un buen colegio porque atendemos a las personas. Tenemos buenos estudiantes y otros a los que les cuesta más. Ahí, junto con las familias, estamos nosotros. Nuestro lema es que cada alumno pueda dar el máximo de su potencialidad.

–Eso es lo que busca su programa “Dynamis”.

–Sí, se llama así por el ser en potencia en griego que decía Aristóteles. El objetivo es descubrir el talento de nuestros alumnos y potenciarlo no solo dentro del colegio sino en la familia y el resto de actividades. Ver cuál es la fortaleza del alumno y que la pueda trabajar como si fuera un diamante en bruto. Nos interesa, en último término, que cada alumno tenga éxito en la vida y el éxito no lo da una buena cuenta bancaria sino encontrar su lugar en la sociedad y cumplir sus expectativas.

–¿Cómo se enseña a vivir una pandemia, una crisis sin precedentes y ahora la tensión por una guerra?

–Haciendo una formación integral de las personas. Los contenidos curriculares, lo que marca la ley, son importantes. Pero la formación integral tiene que unir otros aspectos. Ayudar a que los alumnos sepan situarse y gestionarse. La pandemia nos enseñó la importancia de la educación y la inteligencia emocional.

–¿A qué se refiere?

–A lo interpersonal y lo emocional. Hasta hace poco, los colegios se centraban solo en lo racional, en el estudio. Ahora sabemos que tan importante como eso es la parte afectiva. Cómo gestionar situaciones que no elegimos y nos vienen dadas como la pandemia o la guerra de Ucrania. En los colegios hay que educar y los alumnos tienen que aprender de una manera diferente porque el mundo es distinto y cambia. Vivimos en un mundo con incertidumbre, volátil y complejo. Esos factores hay que tenerlos en cuenta para dar a los alumnos herramientas para que se puedan manejar en esta situación. Ahí es importante el trabajo de las habilidades blandas que no figuran en ningún curriculum.

–¿Cómo se dieron en cuenta?

–Observando otros centros y tendencias. El mundo evoluciona, pero la educación no cambia. Venimos de un modelo vinculado a la producción en serie. Si coges una foto de un colegio de los sesenta y una de hoy en la mayor parte de los centros será muy parecida. O sea, los alumnos se sientan orientados al profesor y este da clase. Eso pudo ser útil, pero ya no lo es. Ni todos los alumnos aprenden al mismo ritmo ni de la misma manera. Hay que tener en cuenta sus realidades.

–¿Es posible eso?

–Cada alumno es único y así hay que tratarle. Hay factores, claro, como las ratios o las horas de los profesores, que condicionan. Pero hay que poner el foco en ello y romper la tradición de la educación en cadena. Las clases magistrales sirven, pero hay que ceder el protagonismo de la clase a los estudiantes para que sean los constructores de su aprendizaje. Soy profesor de Filosofía. ¿De verdad me creo que puedo dar una clase de 55 minutos sobre Kant y que me atiendan todo el tiempo? No es creíble.

–Habrá gente a la que le sorprenda que esta posición la adopte un colegio religioso.

–Sí, pero ser un buen centro religioso es querer lo mejor para tu alumno. Por eso, buscas las vanguardias del aprendizaje. Esta forma de enseñar cada vez se extiende más en España. Nosotros estamos en ello.

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