Opinión

Elogio del fracaso

Campaña publicitaria sobre el Mundial, grandonismo local y mirada foránea

Quiero pensar que la campaña publicitaria del "Gijón mundial sin Mundial" ha concluido, dado que ha desaparecido de los mupis en mis itinerarios cotidianos. Lo celebro. Empezaba a inquietarme la idea de que los visitantes de Semana Santa se tropezaran con semejante elogio al fracaso. Si en clave local la iniciativa ya era cuestionable, desde la mirada foránea sería una muestra de catetismo con sutil aroma preconstitucional. No nos representa.

Es lógico que los equipos de gobierno quieran poner en valor hitos alcanzados en sus territorios. En muchas ocasiones, campañas publicitarias desplegadas con ese fin han sido cuestionadas por los respectivos grupos de oposición. Porque es obvio que los partidos políticos tras cada gobierno sacan su particular rédito. La línea divisoria es difusa.

Pero lo insólito de esta campaña era que aireaba una gestión malograda. Le restaba importancia tirando del grandonismo gijonés como argumento único. Es entendible que al equipo de gobierno le urja darle la vuelta al revés y es obligado que se explique. Para eso están los equipos de comunicación y sus notas de prensa, convocatorias, entrevistas, web, redes sociales.

Estimar costes y riesgos, analizar pormenores contractuales y calendarios, esos sí son argumentos si se pretende salir al paso del legítimo sentimiento de decepción de parte de la ciudadanía, el contrataque de la oposición y el malestar de los sectores más interesados.

Por el contrario, recurrir a la estampa de la Plaza Mayor abarrotada siguiendo en pantalla el Mundial femenino para visualizarnos, conformes y entusiasmados, haciendo lo mismo con el de 2030, porque somos los mejores bueno y qué, es ramplón e infantiliza al público objetivo. Lo he ido interpretando así conforme me cruzaba con los mupis pero ha sido ponerme en el lugar del visitante, imaginar su sorpresa e intuir sus conclusiones, y me ha embargado el sonrojo.

No creo que los dineros invertidos en la campaña sean significativos en relación a la cuenta publicitaria anual de nuestro ayuntamiento, pero bien podrían haberse destinado a fines más constructivos. Más aún cuando el principal argumento esgrimido por el equipo de gobierno para apearse del tren mundialista es el presupuestario.

Aunque, ojo, cabe la posibilidad de que nos hallemos en mitad de una partida de mus, y el Ayuntamiento haya amagado el portazo con la esperanza de interpelar a otros actores. En ese caso, la campaña habría sido una táctica para hacer creíble la retirada y, de paso, por si es definitiva, ir digiriéndola. Sea como fuere, es merecidamente olvidable.

Nuestro grandonismo tiene su contexto para desplegarlo y disfrutarlo, pero no nos nubla las entendederas.

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