Opinión

La historia de un motor solidario asturiano que se ha apagado: tres décadas honrando a San Óscar Romero

El CORA, grupo creado en memoria del obispo salvadoreño, se disuelve tras numerosos proyectos solidarios en todo el mundo

Misa en la iglesia de San José (Gijón), en 2015, con ocasión del 35.º aniversario del asesinato de monseñor Óscar Romero, canonizado por el Papa Francisco en 2018.

Misa en la iglesia de San José (Gijón), en 2015, con ocasión del 35.º aniversario del asesinato de monseñor Óscar Romero, canonizado por el Papa Francisco en 2018. / Ángel González

El sacerdote y medievalista Javier Fernández Conde fue el primer y último presidente del Comité Óscar Romero de Asturias (CORA), grupo solidario creado en 1990 por religiosos y laicos en memoria del obispo salvadoreño Óscar Romero, asesinado en 1980 y canonizado en 2018. En estas páginas, el autor reseña los 34 años de labor de la asociación, que recogía las enseñanzas del prelado mártir y de dirigentes eclesiásticos caracterizados por la defensa de los más desfavorecidos, especialmente en África y América Latina. El CORA, que llegó a tener 70 miembros, impulsó, con el apoyo del Principado y de ayuntamientos de la región, obras sociales, culturales y educativas en diversos países. El envejecimiento de sus miembros y las dificultades administrativas han llevado finalmente a su disolución.

El Comité Óscar Romero de Asturias nació de una corazonada. En 1989, uno de sus actuales miembros viajó a Nicaragua para experimentar personalmente cómo era el "socialismo real" de la revolución sandinista. Se conmemoraban entonces los diez años del triunfo contra Somoza y la "Contra" apoyada por Estados Unidos, que no quería permitir experiencias de ese tipo en lo que llamaban su "patio trasero". Regresó a Asturias aquella persona tocada en su corazón por aquella hermosa "Nicaragua-Nicaraguita", cantada por los Palacagüina, por el apoyo de su Gobierno a las clases populares, a la producción del café de las cooperativas del campesinado de las montañas, a la cultura popular, a la alfabetización, al sistema carcelario pensado más para reeducar y que castigar a los presos... Y, por supuesto, vino mitificando al ahora presidente Daniel Ortega (¡Dios mío, cómo han cambiado los tiempos!). También venía admirado de la cooperación mutua de cristianismo y política: el ministro de Educación era Fernando Cardenal, que había sido jesuita; y el de Cultura, un antiguo trapense, su hermano el gran poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Los viernes por la tarde, los profesores de la UCA de Managua dejaban aulas y despachos universitarios para viajar en sus motos a los extremos del país y continuar su compromiso educativo en los pueblos. Y de su vivencia religiosa allí, aquel hombre trajo dos realidades importantes: las comunidades de base, con sus formas radicales de vivir la fe y el compromiso político; y los Comités Óscar Romero, instituidos ya entonces por el mundo y por España.

El colectivo hizo suya la "opción preferencial por los pobres" de la Teología de la Liberación

En Asturias, dichos comités apenas si sonaban. Estábamos aún en la época anterior a internet. Tras conocer al de Madrid, un grupo grande de amigos, miembros de alguna comunidad cristiana y varias religiosas, constituimos el 24 de marzo de 1990 el Comité Óscar Romero de Asturias (CORA), en el contexto de la celebración del décimo aniversario de la muerte del gran obispo salvadoreño de los pobres, mártir, asesinado por las clases dominantes de El Salvador.

El CORA se fue institucionalizando paulatinamente, convirtiéndose en una ONG oficial más de Asturias, con todas las consecuencias que ello comportaba. Con el paso de los años, hemos podido comprobar cómo nuestro CORA era apoyado y estimado por otras instituciones semejantes. El pasado mes de enero se clausuró oficialmente.

¿Cuál era el objetivo esencial de la organización? Desde sus comienzos se tenía muy claro que pertenecer a él y comprometerse con sus actividades era una forma de vivir lo que la Teología de la Liberación llamaba, desde Medellín y Puebla, "la opción preferencial por los pobres", de manera especial por los de América Latina, sin perder de vista los de otras partes del mundo. Nunca perdió su sentido de universalización, aunque pensábamos habitualmente en el Continente hermano y en África, igualmente expoliada por procesos de colonización tan inmisericordes como explotadores. En los informes sobre situaciones concretas de Hispanoamérica y de otros países del mundo del subdesarrollo, también aprendimos a ver y a enjuiciar los de España. Los juicios en común sobre ellas y los compromisos que íbamos realizando, los encuentros con hermanos de América que nos visitaron con relativa asiduidad, han servido para que la vida religiosa de cada uno de los miembros del CORA experimentara una forma nueva de vivir un cristianismo más solidario y fraternal, en el que lo fundamental eran los valores del Reino de Dios. Y no teníamos inconveniente en criticar actividades y manifestaciones de nuestros jerarcas cuando nos parecía que no se acompasaban con esa perspectiva que considerábamos más "cristiana". Más todavía, lo hacíamos considerando que era una obligación de conciencia. Desempolvando papeles y documentos de hace años, pudimos leer, no sin cierta emoción, una carta de 2007 escrita y dirigida al obispo Carlos Osoro en estos términos: "Nos preocupa lo que asevera sobre las ONG. Opinamos que no es afortunado un juicio general que distinga las ‘buenas de las malas’, trazando una línea divisoria entre algunas –todas las citadas son de la Iglesia- muy meritorias, y otras ‘que viven del cuento’. Comprenda que nos sintamos doloridos por sus juicios demasiado generalizadores. Nos gustaría tener con usted una entrevista para intercambiar información y que nos conociera mejor".

Miembros del Comité Óscar Romero de Asturias (CORA) en una reunión en 2009.

Miembros del Comité Óscar Romero de Asturias (CORA) en una reunión en 2009. / LNE

Obispos de referencia. Nuestros obispos de referencia eran, de manera especial, Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador; Samuel Ruiz, titular de la diócesis de San Bartolomé de las Casas en Chiapas (México), defensor de la causa de los indígenas y a quien alguno de nosotros trató personalmente en su diócesis y con el que pudimos conversar en una inolvidable reunión en Oviedo; y Álvaro Ramazzini, obispo actual de Huehuetenango (Guatemala) y hoy uno de los cardenales más cercanos a nuestro Papa, perseguido, como no podía ser de otra manera, por la defensa de los pobres de su tierra, con el que hablamos largo y tendido una hermosa tarde en Gijón.

Y la lista de personalidades eclesiásticas de la misma fisonomía pastoral y humana se haría interminable. No podríamos olvidar tampoco a Juan Gerardi, mártir de la justicia, asesinado por la dictadura de Guatemala; o Carlos Bascarán, el misionero de la sencillez alegre y trasparente. Más recientemente, nos acostumbramos a leer con devoción los hermosos poemas de Pere Casadáliga, recientemente fallecido, y defensor a ultranza de negros, indígenas y campesinos brasileños despojados de sus tierras ("posseiros"), desde su diócesis de Matogrosso, donde quiso ser enterrado recientemente como un indígena más. Los dedicados a San Romero y a nuestro Gaspar García Laviana, seguimos leyéndolos todavía con ternura emocionada: "Yo, pecador y obispo me confieso / de haber llegado a Roma con un bordón agreste / de sorprender el viento entre las columnatas / y de ensayar la quena a las barbas del órgano / de haber llegado a Asís / cercado de amapolas./ Yo pecador y obispo me confieso / de soñar con la Iglesia / vestida solamente de Evangelio y sandalias, / de creer en la Iglesia, / a pesar de la Iglesia, muchas veces, / de creer en el Reino, en todo caso / caminado en Iglesia". Y a Gaspar, que no fue obispo, pero si guerrillero y mártir: "Como un vuelo cortado por la muerte / igual que un crucifijo en carne viva / como un abrazo extremo, que me llama / me ha cercado tu nombre, Gaspar, hermano mío / Asturiano, justicia de minero, / bronco acantilado / Corazón de Jesús en pura llaga. / "Tola" y sus montes callarán ahora / mientras hablamos junto al Dios que escucha / mientras el pueblo vela todavía / la Paz del Reino que se aplaza tanto".

En 2007 se dirigieron a Osoro para reprocharle unas palabras sobre las ONG "buenas y malas"

Durante esta treintena larga de años, en el CORA intentamos también ayudar a los necesitados y marginados del mundo en la medida de nuestras posibilidades, con nuestros recursos de donaciones y cuotas; y, sobre todo, gestionando proyectos de cooperación financiados por instituciones públicas, en especial, por el Principado y varios ayuntamientos asturianos: Gijón, Oviedo, Avilés, Langreo y Siero.

El monto global de estas subvenciones –las más numerosas e importantes fueron del Principado y del Ayuntamiento de Gijón– asciende a 2.668.838 euros; del CORA fueron 101. 576; de colectas y de una comunidad (ICTIS) para becas de formación, 30.213. Así, sumado todo al final, parecen cifras muy respetables. Bien es verdad que íbamos invirtiéndolas cada año casi sin darnos cuenta.

Los lugares de destino de dichos proyectos fueron los siguientes: El Salvador (62); Ecuador (17); Brasil, (12); México (10); Perú (8); Guatemala (8); Haití (8); Mali, Ruanda y Mozambique (uno en cada país), y uno en la India. El movernos en un panorama tan amplio propició el contacto con infinidad de personas de aquellas latitudes que nos sirvió para mirar el mundo, nuestro mundo, con ojos más atentos y con mirada más tierna y cercana.

Sin tratar de ser exhaustivos, queremos destacar algunas de esas iniciativas: el centro nicaragüense de promoción a la infancia "Dos generaciones", un centro de comunicaciones en Villa El Salvador, instalaciones sanitarias en San Ignacio de Moxos (Bolivia), talleres para el desarrollo individual y colectivo de adultos (Ecuador), taller de sastrería "Comunidad de Ignacio Ellacuría" (El Salvador), aparato de rayos X para el centro de salud San Fernando de Lima (Medicus Mundi), el centro de desarrollo "El Jacalito" (El Salvador), una granja autosostenida de producción integral (El Salvador), una panadería en San Benito (Chile), Salud Comunitaria de Niassa (Mozambique), Hogar de La Esperanza (Calcuta, India), Centro de Derechos Humanos (Matogrosso, Brasil: la sede de Casaldáliga), un estanque para producción de camarón (El Salvador), un horno quemador de desechos para un hospital de desamparados (Chile), construcción de viviendas para los damnificados de una riada en Haití, adquisición de vehículo multiusos, producción de tomate en invernadero (Guatemala), construcción de una Casa de la Mujer en San Esteban Catarina (El Salvador), etcétera.

Se hicieron, entre otras, 62 acciones en El Salvador, 17 en Ecuador, 12 en Brasil y 10 en México

De índole más cultural y educativa, merece la pena resaltar becas de estudio en El Salvador, la escuela infantil Goancorita (El Salvador), programa de alfabetización de mujeres adultas (El Salvador), promoción de derechos humanos (Chiapas), una escuela de formación en carpintería (Perú), el programa "Ayuda a mujer y familia" (Ecuador), la escuela inicial de Anse-A-Pere (Haití), y la defensa y apoyo a las mujeres víctimas de la violencia (Brasil).

Emergencias humanitarias. Otra parte importante de las inversiones del CORA tenía que ver con proyectos de ayuda humanitaria y emergencias. Las hacíamos cuando sucedían inundaciones, terremotos, tsunamis, inundaciones o cualquier tipo de catástrofe natural. Haití, por su situación tan accidentada y precaria social y políticamente, fue el país más asistido a lo largo de los años. El importe total de este capítulo se cifra en 79.753 euros.

Si bien nuestra "opción preferencial por los pobres" centró especialmente sus esfuerzos en Hispanoamérica y África, nunca perdió la dimensión de universalidad. Por eso, el CORA ha formado parte de un grupo de ONG que pusieron en marcha la plataforma que años más tarde se convertirá en la Coordinadora de ONG del Principado de Asturias (Codopa), en la que algún miembro de nuestro comité tuvo cargos de responsabilidad. Además, atento siempre a los problemas de Asturias y de España, esa persona estuvo presente habitualmente en cualquier tipo de manifestaciones y de denuncias públicas que se llevaran a cabo, y firmando, por supuesto, manifiestos orientados en la misma dirección. Estamos convencidos que era una forma más de ejercer la dimensión profética de la fe cristiana. El CORA no fue nunca una institución oficialmente confesional, pero sí de inspiración cristiana por la religiosidad de sus componentes.

Nostalgia. Es cierto que estas reflexiones rezuman mucha nostalgia por el pasado del CORA, y sabemos muy bien que la nostalgia, cuando es determinante en la vida de las personas, resulta negativa. Al fin y al cabo, tenemos que poner el centro de nuestra existencia no en un pasado que ya fue, ni en un futuro que aún no es nuestro, sino en el presenta de cada historia personal. También sospechamos que el lector pueda preguntarse y preguntarnos: "Si el CORA hizo tantas cosas notables y propició tantas experiencias personales positivas, ¿por qué se cerró?". A lo largo de nuestra evolución, sí pensamos en quién podría sucedernos: prácticamente, todos los que asistimos a la asamblea extraordinaria de la clausura, estábamos en la fundación en marzo de 1990. Por eso, entre las comisiones de funcionamiento que tuvimos –seis en total durante los mejores años–, tratamos de potenciar una de jóvenes que se llamó "Tinkuy" (del quechua "encontrarse"). Trabajó bien unos años; incluso alguno de sus miembros viajó a América, representando al CORA. Pero no pudo consolidarse y se disolvió.

Hubo un intento de legar la organización a otros miembros más jóvenes, pero no se consolidó

El grupo fundacional del CORA, del que aún perseverábamos 45 miembros, nos sentimos mayores. Examinando cronológicamente los proyectos de subvención, puede comprobarse que en los últimos años no existen ya. La burocracia administrativa para las subvenciones –formulación de cada proyecto, seguimiento y justificación de los mismos– exige, con toda la razón del mundo, muchos trámites y mucha transparencia. Para ello hace falta cierta agilidad que ya no tenemos. El año 2008, por ejemplo, manejamos en diversos capítulos de subvenciones y proyectos unos 250.000 euros. Ahora, mucho más timoratos todos, nos preguntamos: ¿cómo fuimos capaces de vivir tranquilamente las correspondientes gestiones de tales cantidades con la responsabilidad que conllevaban económicamente?

Que otras ONG de Asturias continúen estas empresas solidarias tan valiosas y humanitarias. La mayor parte de los COR de España han cerrado también. Quizás nos encontremos, sin darnos cuenta además, en una coyuntura diferente. A nosotros, los últimos miembros del CORA, nos queda "la Palabra", como cantaba con brillantez Pere Casaldáliga: "Va mi palabra / No voy / va mi palabra / ¿Qué más queréis? / Os doy / todo lo que yo creo / que es más que lo que yo soy".

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