Entrevista | Paloma Sánchez-Garnica Escritora finalista del Premio Planeta, participa hoy en las Tertulias del Campoamor

“A las escritoras aún nos queda camino por recorrer, pero ya nadie me pregunta si escribo para las mujeres”

“La sociedad tiene capacidad y criterio como para que no calen consignas facilonas que puedan amasar el cerebro y manipularnos”

Paloma Sánchez-Garnica

Paloma Sánchez-Garnica / Quique García

Paloma Sánchez-Garnica (Madrid 1962) comenzó a escribir porque le asaltó la inquietud y volcó en ello sus conocimientos como historiadora, para convertir los hechos en narraciones cotidianas, vidas a pie de calle. De ahí nacieron ocho novelas, infinitud de anécdotas y una nominación al premio Planeta. Hoy a las 20.00 horas estará en las Tertulias del Campoamor que organiza la Fundación Municipal de Cultura para conversar sobre su trayectoria y la cruda actualidad con la periodista de LA NUEVA ESPAÑA Elena Fernández-Pello. La entrada es libre hasta completar aforo. 

-¿Sobre qué hablará hoy en Oviedo?

–Sobre lo que estamos viviendo, de las connotaciones que desgraciadamente tiene mi novela “Últimos días en Berlín”. Lo que pasó hace 70 años se parece en algunas cosas a lo que está sucediendo ahora y resulta inquietante.

–¿Cuál es la relación que encuentra entre ambas épocas?

–La existencia de un líder político que no cumple las reglas básicas de la diplomacia –me estoy refiriendo a Putin–, que no ha tenido problema en quitar de en medio a disidentes incómodos y ahora ha dado un paso más mediante la invasión de un país libre. Esto supone la salida de un millón de personas inocentes, que dejan sus casas y sus vidas para evitar morir.

–La historia se repite y usted habla en muchas ocasiones del poder de la literatura para generar pensamiento crítico. ¿Un libro es un arma para ese fin?

–La literatura sirve para entender el pasado y dialogar con lo que somos. Se pueden estudiar ensayos políticos y análisis históricos, pero la grandeza de la narrativa es que expone los hechos a pie de calle, con vidas cotidianas de gente con la que nos identificamos. Eso, como sociedad, puede alertarnos de los peligros. No sabemos qué va a ser de nosotros en adelante, pero sí qué falló para que ocurriesen cosas como las de hace 70 años, durante la Segunda Guerra Mundial e incluso la Guerra Fría, que demuestra que no se arreglaron las cosas hasta la caída del Muro. Ahora estamos en un límite parecido.

–Uno de los argumentos para justificar la censura es que la literatura, además de ayudarnos a conocer el mundo, puede ayudar a deformar ese conocimiento. ¿Está de acuerdo?

–La libertad del escritor para escribir los temas que quiera, del lector para elegir qué leer, del editor para editar y del periodista para contar jamás debería estar sometida a la censura. Otra cosa es que la sociedad tenga la capacidad y el criterio para cribar la información. Disponemos de muchísimo conocimiento como para que calen consignas facilonas que pueden amasar el cerebro y llegar a la manipulación. Se trata de determinar lo que es cierto y no. El que censura siempre lo hace según su propio criterio, y eso resulta sospechoso.

–Ha escrito ocho novelas, la primera en 2006. ¿Cómo han cambiado la sociedad y la literatura desde entonces?

–Empecé a escribir con la intención de volcar una inquietud que tenía, dejándome llevar. En aquella época estaban de moda libros como “El Código Da Vinci” y las novelas de corte pseudohistórico. Creo que hemos evolucionado a mejor, los escritores seguimos escribiendo de acuerdo a nuestro criterio y los lectores cada vez leen más. Este es un oficio, un aprendizaje. Creo que mi última novela siempre es la mejor porque he aprendido de las anteriores, 16 años de experiencia suponen un grado.

–Dieciséis años que le han llevado a finalista del Premio Planeta...

–Es una sensación muy grata. Aquel 15 de octubre, casi al filo de la medianoche cuando ya sabía que Carmen Posadas iba a decir mi nombre, tuve un pálpito dentro que me dijo “Paloma, disfrútalo” y desde aquel momento así ha sido. El premio me lo dieron esa noche, pero lo que estoy recibiendo de los lectores y sus opiniones es el premio real.

–¿Eso aumenta la autoexigencia a la hora de escribir?

–Sigo siendo la misma. Cuando empiezo a escribir pienso en mí. Me enfrento es a un reto en el que estaré volcada una media de dos años, 24 horas al día, de lunes a domingo. Tiene que ser algo que me apasione, me fascine, me mantenga atrapada. Eso es lo que busco, el aprendizaje de lo anterior y el deseo de escribir mi mejor obra. No tengo una carga de responsabilidad, eso llegó con la segunda novela. Ya había publicado y la ambición era mejorar.

–El siguiente invitado a las Tertulias del Campoamor es el triunvirato que escribe bajo el pesudónimo de Carmen Mola. ¿Cómo vivió aquello?

–Primero con desconcierto, como todos. Sabíamos que era un seudónimo pero cuando salieron tres muchachotes resultó sorprendente. Han resultado buenos compañeros de camino, impresionantes, respetuosos, generosos, divertidos... Son estupendos. A mí Carmen Mola, me mola.

–Este seudónimo abrió un debate sobre la figura de la mujer escritora. ¿Cuál es su opinión?

–Ese es el tema que nunca comprendí. Los acusaban de esconderse detrás de una mujer porque teníamos más facilidad para publicar. Eso me chirría. Quiero que me publiquen por mis historias, no por el nombre que tenga. No quiero esos paternalismos ni esa condescendencia otra vez. Creo que estamos desprendiéndonos del prejuicio de las novelas de género, las novelas son para todos. No podemos cambiar las cosas en poco tiempo y las escritoras hemos irrumpido en el mundo de la edición, somos muchas y se hacen buenas obras. Hay todavía resistencias y etiquetas, es un camino que nos queda por recorrer. Por suerte ya nadie me pregunta: “¿Tus novelas son para mujeres?”.

–Habló en los encuentros digitales de LA NUEVA ESPAÑA “Oviedo el origen del Camino Primitivo” sobre el cambió de perspectiva vital que le dio la Ruta Jacobea...

–En aquel momento ni siquiera sabía que quería ser escritora, eso fue en el 97. Lo hice junto a mis hijos adolescentes y aquella peregrinación me dio la visión diferente. Caminar se convirtió en una metáfora de la vida: avanzar paso a paso pisando la tierra con tus fuerzas y llegar cada día a una meta hasta el final. Como madre me di cuenta de que al pequeño le costaba mucho y yo no podía echármelo al hombro. Le decía “sigue caminando hijo” y me di cuenta de que a lo largo de su vida estaría a su lado, pero el camino es suyo.

–¿Le gustaría hacer el Camino Primitivo?

–Me encantaría. Toda la zona del norte nos fascina a mí y a mi marido. Tenemos amigos que la han hecho de varias formas y es nuestra asignatura pendiente.

–¿Algún proyecto en mente?

–Sí, estoy preparando el terreno para la novena novela. Me encuentro en ese momento de leer mucho, pensar y hacer apuntes, pero sin saltar todavía al proceso de escritura. Me ronda una historia la cabeza y tengo ganas de plasmarla. Por ahora, estoy acumulando materiales. 

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