Adiós a Manuel Fernández-Vega, epílogo de la tercera generación
"Tenía mucho carácter, pero era muy simpático, muy cariñoso y un gran médico", destaca la familia del otorrinolaringólogo
Un funeral celebrado en la capilla del Rey Casto, de la Catedral de Oviedo, sirvió ayer para despedir en su Asturias natal a Manuel Fernández-Vega Diego, el último superviviente de la tercera generación de la saga de oftalmólogos. Fallecido el pasado 28 de febrero, a la edad de 90 años, Manuel Fernández-Vega era especialista en otorrinolaringología. Fue durante dos décadas jefe del servicio de esta disciplina en el Hospital Gregorio Marañón, de Madrid. "Con su marcha desaparece una generación. Era un hombre muy simpático y un gran médico", destacó su sobrino Luis Fernández-Vega Sanz, líder de la cuarta generación de la familia, justo antes de acceder al templo. Manuel era el menor de cuatro hermanos. Antes que él fallecieron Luis, Álvaro y Elena. "Era un hombre de muchísímo carácter, pero muy gracioso y muy cariñoso. Estábamos muy unidos. Lo he sentido mucho", manifestó su sobrina Maite Fernández-Vega Sanz.
Al oficio religioso acudieron siete de los ocho hijos del fallecido: Aruca, María, Pilar, Manolo, Ignacio, Belén y Veroca, además de varios de sus 25 nietos y otros miembros de la familia. Entre los amigos figuraba el pintor Manolo Linares, quien compartió tertulia en Madrid con el otorrino: "Siguió asistiendo hasta el final. Era un hombre encantador, muy afable, muy asturiano...".
Realizaron las lecturas de la misa su hija María y su nieta Manuela Prado Fernández-Vega. La ceremonia fue acompañada por el coro Manín, de Lastres. El celebrante fue Andrés Pérez Díaz, vicario judicial y párroco de San Lázaro, quien destacó que Manuel Fernández-Vega "tenía un valor esencial, la familia, que inculcó a sus hijos y que sus hijos quieren inculcar a quienes les suceden". El sacerdote indicó que, para los creyentes, "la fe no es una chaqueta, sino un órgano del cuerpo, una piel, que no se pone y se quita".
Nacido en Oviedo el 20 de abril de 1932, Manolín –como era conocido entre sus amigos– se marchó joven a Madrid a estudiar. Se casó con Araceli Feijóo. "Era especial. Compaginaba el genio con una gran bondad y mucho cariño", subrayó su hija María. Ejerció la medicina durante 45 años en el Gregorio Marañón y en su clínica privada de la calle Carbonero y Sol. Asimismo, viajó en repetidas ocasiones a países en desarrollo para atender a enfermos sin recursos.
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