Opinión | Crítica / Danza

Glorioso Stravinsky

Estimulante espectáculo del “Malandain Ballet”

Siento fervor por las composiciones que Stravinsky escribió para ballet. Cuando yo vivía en Nueva York tuve la oportunidad de conocer a este genio. En ocasiones se podía ver al músico en las representaciones del New York City Ballet compañía dirigida por su amigo Balanchine. Mis encuentros con Stravinsky fueron interesantes y divertidos. No hace mucho volví a visitar su tumba y la de Diaghilev, su descubridor y mentor, ambas en la isla-cementerio de San Michele en Venecia.

En la tercera actuación del Festival de Danza, el Malandain Ballet Biarritz presentó “El pájaro de fuego” (1910) y “La consagración de la primavera” (1913) ambas con música de Stravinsky fueron estrenadas por los “Ballets Russes” de Diaghilev. Las coreografías (Fokine/Nijinsky) y músicas de estas obras marcaron un hito. La primera sedujo y hechizó a París. La segunda, clave en la historia del ballet y de la música, asombró y escandalizó al mundo (en 1911 en medio de las dos se estrenó otra joya “Petrushka”). En nuestros tiempos, en el que las artes escénicas parece que bostezan, esos acontecimientos pocas veces suceden.

Las versiones de los de Biarritz han sido muy estimulantes. La adaptación de Malandain para “El pájaro de fuego” prescinde del tema de las leyendas rusas así como de la exuberancia y opulencia de la presentación original para encauzarlo en un minimalismo místico, abstracto y lírico. El coreógrafo escoge la diafanidad de la danza en el lenguaje moderno con una perspectiva neoclásica dándole un fraseo y “legato” depurado y elegante. Representa un universo espiritual convirtiendo al ave protagonista en un enlace entre el cielo y la tierra. Sobre la base de la suite orquestal de 1945, nos propone un montaje carente de historia que produce más bien una visión cromática con escenas corales en las que el grupo, vestido con una especie de sotanas, primero negras y sucesivamente en otros colores como el blanco y amarillo, es guiado a un mundo celestial.

En “La consagración de la primavera”, el coreógrafo Martin Harriague también se olvida del aliento costumbrista y el primitivismo ruso para ofrecernos una trama efectista, moderna y más convencional. Le inculca sustancia dramática a su creación con un baile incisivo muy dentro del espíritu de “La consagración…” utilizando convenientemente la explosión y el torbellino rítmico de la música que le provoca a ejecutar danzas impactantes empleando gestos desgarradores con los saltos y los típicos pateos contra el suelo de los augurios primaverales. Si bien, tiene una intención distinta de la original donde la elegida es raptada y en un ancestral rito pagano es glorificada y después sacrificada por el bien de su tribu, hecho que ella consuma bailando hasta morir. En cambio, la elaboración de Harriague presenta una exposición más áspera y violenta en la que la elegida es maltratada y vejada.

Bueno, ya la doncella se ha inmolado, espero que la primavera sea generosa con nosotros.

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