Un alcalde con pasión y sin complejos

Gabino de Lorenzo, en una imagen de archivo.

Gabino de Lorenzo, en una imagen de archivo. / MIKI LÓPEZ

Rodolfo Sánchez

Rodolfo Sánchez

Gabino de Lorenzo, alcalde de Oviedo entre junio de 1991 y enero de 2012 y delegado del Gobierno hasta marzo de 2018, cumple hoy ochenta años, cinco de ellos alejado ya de la política. Otro exalcalde, su sucesor en el Ayuntamiento de Oviedo, Agustín Iglesias Caunedo, y el que fue su colaborador durante los casi veinte años que estuvo al frente del municipio, el periodista Rodolfo Sánchez, glosan hoy en sendos artículos su figura con motivo de su aniversario.

Conocí personalmente a Gabino de Lorenzo en el año 1989. Él lideraba la oposición municipal y yo era el subdirector de "La Voz de Asturias". Desde el primer momento conectamos, porque era fácil ver que no era un político al uso, quizás porque en realidad no era –al menos todavía- un político. Pagó su peaje de novato sufriendo los enredos de Antonio Masip, pero vivir esa cara tan mezquina de la política no le desanimó, al contrario, lo hizo más fuerte y tenaz y reforzó su convencimiento en que podía darle otro aire y más vida a Oviedo.

En 1991, cuando fue elegido alcalde de Oviedo, no tardó en demostrar que se abría una nueva etapa en la capital asturiana. Y no sólo por lo que iba a hacer, sino también por cómo lo fue haciendo.

Desde el primer momento demostró que no daba un paso atrás para llevar a buen puerto sus convicciones y su modelo de ciudad. Y ese modo de actuar caló en una ciudad que estaba acostumbrada a políticos demasiado políticos y sin apariencia de ser capaces realmente de ejercer el poder que ostentaban. Gabino lo ejerció desde el primer segundo: en apenas dos semanas nombró y cesó a un superfuncionario y marcó el camino a seguir en una coalición con el CDS que no fue fácil hasta el mismo día en el que la rompió. Tenía poder y lo ejercía sin complejos, con pasión y, también, con excesos que, al menos en sus primeros años, la mayor parte de los ovetenses le perdonaban ante la evidencia de que estaban ante un alcalde distinto que hacía lo que prometía y lo hacía rápido y, si era preciso, corrigiendo él los proyectos sobre el terreno.

Gabino de Lorenzo demostró su inteligencia aprovechando al máximo las opciones de las que en aquellos tiempos disponía. Y no sólo se trata del dinero que la ineficacia de Masip le dejó a disposición para comenzar su gran obra de peatonalizar el Oviedo Antiguo: supo aprovechar también las posibilidades de una legislación menos restrictiva y burocratizada que la actual para sacar adelante muchos proyectos; supo dinamizar y exprimir a una plantilla municipal joven –a la que también contribuyó a renovar– que, en buena medida, se entusiasmó al ver que se podían hacer cosas tras el letargo de los años anteriores; y, especialmente, supo aprovechar la necesidad de cambio real que había en una ciudad gris que no tardó en engancharse a su "Modelo Oviedo" en cuanto vio que tras las largas fiestas de las inauguraciones de sus primeros "planes de choque" no había propaganda sino realidades, obras terminadas en plazo, con trabajos a tres turnos, y proyectos como las peatonalizaciones que, tras los temores e incertidumbres iniciales, consiguieron la más general aceptación.

En cierta forma, fue –y no es una loa, sólo una descripción– un visionario. Se imaginó su Oviedo y lo fue construyendo sin ningún complejo y sin casi ninguna concesión. Quería una ciudad limpia, y la hizo; peatonal, y puso los adoquines; con mejores servicios, y construyó piscinas, polideportivos, centros sociales, centros de estudios, bibliotecas, una casa de acogida, un Auditorio…; con más parques, y habilitó 3 millones de metros cuadrados de zonas verdes; con mayor proyección cultural, y creó la temporada de Zarzuela, la de conciertos, las jornadas de piano, formó Orquesta Sinfónica, bandas, llenó la ciudad de esculturas…; quería que los barrios tuvieran los mismos servicios y la misma estética que el centro, y lo hizo para general entusiasmo de los vecinos por mucho que hoy algunos critiquen sus farolas isabelinas; quería quitar el "cinturón de hierro" que ataba a la ciudad a la decadencia y el abandono, y lo quitó cambiando radicalmente para mejor muchas zonas de Oviedo que hoy son excelentes lugares para vivir; quería cubrir las vías en la estación de Renfe, y construyó una losa que otros cientos de ayuntamientos, algunos asturianos, llevan queriendo copiar desde hace años sin lograr hacerlo; quería que Oviedo estuviera en el mapa internacional, y trajo a Michael Jackson, "U2", Elton John…

No pretendo construir un panegírico de Gabino para celebrar su 80 cumpleaños; simplemente intento transmitir lo que creo que supuso para Oviedo. Y si hay algo que me parece indiscutible es que transformó esta ciudad y les generó un orgullo de pertenencia a sus vecinos que antes no tenían. Evidentemente, en tan intensa y amplia obra no todo fueron aciertos. Las convicciones y el impulso de cumplirlas, en ocasiones, conducen a los excesos, aunque pienso que resulta muy fácil criticar hoy decisiones que se tomaron hace 20 años en un contexto social, económico y político totalmente distinto. Un líder que toma decisiones puede caer en el autoritarismo; un alcalde que se convierte en referencia para muchas grandes ciudades de España que le copian sus ideas puede caer en el distanciamiento con sus vecinos; una persona que va cumpliendo sin complejos sus proyectos puede crear otros nuevos que ya no son tan adaptados a su propio modelo. Pero creo que lo importante, con sus luces y sus sombras, es que todo está ahí, a disposición de los ovetenses, aun cuando las razones por las que fueron realizados esos proyectos no sean apreciadas por algunos en la actualidad.

Es evidente que tras casi 20 años de trabajo a su lado (en realidad no los cumplo porque me cesó –a mí también– en 1994 y no regresé hasta 1999) soy muy consciente de sus cualidades y virtudes y de sus defectos, pero también lo soy de que la leyenda negra que se ha intentado crear sobre él tras su retirada como Alcalde no hace justicia ni a la realidad ni a lo que él ha hecho por Oviedo.

Estoy convencido de que en cualquier otra tierra de España, Gabino de Lorenzo ya habría recibido el homenaje que sus mejores obras merecen. Es probable que ni él mismo quiera reconocimientos, pero un pueblo debe tener memoria y, en la hora de la nostalgia y el reconocimiento, siempre quedan a flote los mejores recuerdos. Sigo confiando en que así sea con este singular Alcalde.

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