Obituario

Adiós a Manolo, el de Al Pelayo

El fallecimiento de un dependiente muy conocido en la edad dorada de los grandes almacenes

Manuel López

Manuel López

José Luis López Tamargo

José Luis López Tamargo

En la época en que florecían en Oviedo grandes almacenes y comercios del textil, Manuel López Iglesias fue un conocido y respetado dependiente que desarrolló su carrera, principalmente, entre Al Pelayo y El Encanto, donde dejó honda huella. Fallecido el pasado sábado a los 88 años, su hijo José Luis -tenía otra hija, Ana María-, le rinde en el siguiente artículo un sentido homenaje. 

Estas palabras constituyen tal vez lo más relevante y más sentido que he escrito en mi vida. Es verdad que cada familia es sagrada y que cada uno adora a los suyos, pero un servidor, nunca en detrimento de nadie, querría glosar la figura de su humilde padre, finado el pasado día 15 de julio. Mi padre, Manuel López, fue un poco una institución en Oviedo como empleado de comercio desde los 15 años, desempeñando su dedicación durante 54 años. Ocupó desde tareas humildes como recadista a encargado de comercio. Su vida fue buena y fecunda. Nació en el duro 1935 en el seno de una familia muy asturiana, con algo de sangre de Huelva, trabajadora, honrada, de buenas costumbres y bien estructurada. Siempre fue vivaz y recto y pronto resaltó en Oviedo por su desparpajo grato y correcto; era educado y afable en el trato con el cliente, en comercios de ropa, primero en la Cumbre y luego en los entonces supermodernos, Almacenes Al Pelayo. Manolo, el de Al Pelayo, el señor López, de la sección de moda de niños y caballeros, pronto alcanzó mucha fama y amistades, merced a su carácter educado, grato, servicial y profesional. Era un mundo de nuevas clases medias trabajadoras que accedían al mundo del consumo, al funcionamiento muy surtido del modelo de grandes almacenes al estilo norteamericano, a través del ejemplar capitán de empresa que fue Máximo Secades. Mi padre fue un hombre informado, concernido por la cultura, las lecturas, la información radiofónica y todo tipo de cultivos del espíritu y la vida social amigable, fraterna. Hombre religioso practicante, sin ser nunca fanático, fue en todo momento un católico tradicional de mentalidad social y de clase trabajadora con estilo y elegancia, acceso a bienes culturales y sociales de buen gusto y de calidad.

Pero lo que caracterizó a mi padre, sobre todo, fue su talante, cortés, educado, refinado y con tacto en el trato con el cliente. Mi padre, junto a otros muchos compañeros de Oviedo, dio verdadero lustre y categoría a esta dignísima profesión, imprimiéndole saber hacer y todo tipo de conocimientos sobre el mundo del textil, las tallas, las prendas y sus calidades o la psicología humana del cliente. Mi padre fue un hombre del pueblo, pero muy culto en muchos aspectos, nunca vulgar. De apariencia más bien menuda pero elegante, pulcro, profesional y muy sonriente. Posteriormente, llegó a jefe de sección en Al Pelayo y encargado general de El Encanto. Todo lo hizo siempre sin perder su bondad natural y afables maneras fue un hombre grato, muy cariñosamente familiar, humano y avanzado socialmente, sin perder sus raíces tradicionales y cristianas, de ayudar a los demás, hablar con todo el mundo abiertamente, viviendo una época dorada de aquel Oviedín de Al Pelayo, El Encanto, Botas, y cientos y cientos de negocios ya extintos. Descanse en paz, Manolo el de Al Pelayo y El Encanto, hombre sencillo que marcó un estilo cordial. Un abrazo a toda la gente que le recuerda y a toda la gente que tuvo contacto con él que, para mí, fue genio y figura.

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