Pasado, presente y... mucho futuro para la zarzuela

La próxima declaración del género lírico español como Patrimonio Inmaterial debe ser un refuerzo para Oviedo, el segundo mayor contratador de artistas de esta modalidad

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Como toda manifestación artística que nace en un periodo concreto y perdura, con mayor o menor fortuna, durante cuatro siglos, la zarzuela ha sido capaz de absorber cualquier tipo de influencia y nutrirse de ella para configurar todo un crisol de argumentos y músicas que revelan su naturaleza ecléctica y su adaptación, dentro de una doble faceta de híbrida y castiza, a un contexto particular entre los siglos XVII y XXI.

Seguramente esta capacidad de adaptación al medio venga definida como un método de supervivencia ante otros productos culturales de moda en determinadas etapas de la historia. Sea como fuere, su resiliencia le ha permitido gozar de una salud de hierro prácticamente hasta el inicio de la Guerra civil española.

Pasado, presente y... mucho futuro para la zarzuela

Pasado, presente y... mucho futuro para la zarzuela / Jonathan Mallada, Musicólogo

Sería imposible resumir en unas líneas lo que supone la zarzuela, pero si nos ceñimos a la etapa más famosa hoy en día (es decir, el periodo comprendido entre 1850-1950) nos daremos cuenta de la constante imbricación zarzuela-sociedad y de cómo ambas se retroalimentaban en un mundo donde no existían la televisión o internet y la mayor parte del ocio se canalizaba a través del teatro lírico. Por este motivo, sus prácticas y su concepción no están tan alejadas de otros espectáculos y situaciones de mayor actualidad. Si abriésemos un periódico de 1894, por ejemplo, no encontraríamos las astronómicas ofertas a Kylian Mbappé, pero nos daríamos cuenta de la expectación que generaban los traspasos de Luisa Campos o Emilio Mesejo, cotizadísimos actores de aquellos años que eran objeto de rumorología y copaban las portadas de los diarios de mayor tirada. Seguramente, el inagotable ingenio de Federico Chueca ya habría trasladado a la partitura, mediante una de sus pegadizas melodías, la compleja situación política tras las elecciones del pasado 23 de julio o Ricardo de la Vega habría elaborado un sainete a partir de la situación sentimental de Rosalía y Rauw Alejandro. Ahí reside, precisamente, uno de los encantos de la zarzuela: disfrutar desde el teatro de los paralelismos que la sociedad de hace 150 años presenta con la actual es un placer difícilmente explicable.

De idéntica manera, la zarzuela decimonónica es pródiga en todos esos "lugares comunes" que mantienen su plena vigencia y que provocan la hilaridad del público cuando un sereno de "La verbena de La Paloma" afirma intencionadamente "bonita está la política…" o un barbero siempre crítico con el gobierno declame "está la patria en tris, con mucho menos hablar y mucho más trabajar, se salvaría el país". Es decir, puede haberse desplazado el objeto de actualidad, pero el fondo sigue siendo el mismo.

Esto se explica porque el teatro suponía la única opción real de ocio para la inmensa mayoría de la sociedad. El género chico, sin ir más lejos, llegó a monopolizar la escena española durante las décadas finales del XIX y principios del XX. En esos años, Madrid, sin la población de hoy en día, disponía de una docena de teatros que operaban a pleno rendimiento y llegaban a ofrecer cuatro funciones cada día. Hagan cuenta de la cantidad de obras que podían estrenarse en un coliseo a lo largo de una temporada (de diez meses de duración) y multipliquen esa cifra por diez coliseos (yendo al espectro más bajo) y por veinte años de hegemonía del género chico. Una industria voraz que hace unos días comparaba en este mismo medio, salvando las distancias, con la música popular de la actualidad.

La incoación de expediente para declarar la zarzuela patrimonio cultural inmaterial es, por tanto, el reconocimiento mínimo que hace décadas debería haber recibido la mayor representación de nuestro teatro lírico. Ahora bien, simbolismos al margen, es de suponer que, aparejado a esta resolución, se produzca un esfuerzo por parte de las diferentes administraciones del Estado para promocionar su difusión y consumo.

El primer empujón debe ser, cómo no, económico. Es necesaria una apuesta firme y decidida para desarrollar temporadas estables de zarzuela en teatros más allá de Madrid y Oviedo. Gracias a esta medida, los diferentes coliseos podrían financiar coproducciones de distintas obras y establecer una serie de circuitos para llegar al mayor público posible.

Pero no debemos referirnos únicamente al aspecto económico y presupuestario. Lo que no se conoce no se puede valorar y resulta fundamental la creación de una conciencia colectiva por parte de las instituciones, de la misma manera que se han implementado en los colegios e institutos, durante los últimos años, una mentalidad de cuidado sobre el medioambiente y un acertado sentido del reciclaje.

Difundir nuestro patrimonio es labor de todos y deben darse los pasos precisos para que, cuanto antes, vaya calando en las futuras generaciones una sensibilidad artística que permita apreciar nuestro patrimonio desde una óptica rigurosa pero tal vez más desenfadada.

Por otra parte, se requiere de valentía para superar el denominado "canon" musical que en la zarzuela es, si cabe, más férreo y hermético que respecto a otros géneros. Para muestra, una pregunta dirigida a los lectores: ¿Cuántas zarzuelas han visto ustedes en directo? Seguramente la inmensa mayoría no superen los cuarenta títulos (y eso en una ciudad de gran tradición lírica como Oviedo). 40 títulos de las más de 10.000 obras representadas a lo largo de la historia supone menos del 0,4%. Unos datos demoledores y vergonzantes por paupérrimos que deberían hacernos reflexionar, máxime si los comparamos con estadísticas de ópera. Con toda probabilidad hayamos visto un mayor número de óperas diferentes en directo solamente a partir de las producciones de los compositores Rossini, Bellini, Donizetti, Verdi y Puccini que de todo nuestro género lírico. ¿Cinco compositores comparables en volumen a más de 400 años de zarzuela?

Por eso redunda en la valentía para apostar por obras no tan conocidas, con la finalidad de ensanchar el canon y abrir nuevas vías en el repertorio, aunque no éstas no sean tan comerciales. Al fin y al cabo, la cultura no debería entenderse siempre en términos de rentabilidad económica. Va más allá y cuenta con unas aspiraciones más elevadas. Además, en una temporada hay suficientes títulos para ofrecer al público obras recuperadas, desconocidas hasta el momento, y otras mucho más convencionales. Se debería ahondar en ese equilibrio porque gracias a esta consideración del Ministerio de Cultura hemos contraído el compromiso de defender nuestro género nacional.

Respecto a Oviedo, el Festival de Teatro Lírico Español ha sido modélico en muchos de estos aspectos. Su director artístico, y crítico musical de LA NUEVA ESPAÑA (Cosme Marina), ha sabido adaptarse a las demandas actuales sin disminuir la calidad de las producciones. Este hecho se ha visto refrendado por los llenos del Teatro Campoamor en cada función, muy por encima, en cuanto a ocupación, de otros ciclos municipales también celebrados en la capital del Principado. Con la clausura de la temporada el pasado junio, han sido ya 30 ediciones las alcanzadas por este Festival que se ha convertido en el segundo mayor contratador de artistas líricos españoles (tan sólo por detrás del Teatro de la Zarzuela), estadística a la que habría que añadir bailarines y figurantes que, en su mayor parte, son asturianos.

Por si fuera poco, desde la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo se llevan a cabo notables esfuerzos para la realización de producciones propias: Don Gil de Alcalá (2017), La verbena de La Paloma, pensión completa (2018), El dúo de La Africana (2019) o Agua, azucarillos y aguardiente y La revoltosa 69 (2021), además del estreno de Maharajá (2017) y de la recuperación de la revista The land of joy (2022). A todos ellos, debemos añadir el premio "Ópera XXI" a la mejor iniciativa, intérprete, dirección o producción de repertorio lírico español (2022).

El nacimiento de la orquesta Oviedo Filarmonía, según explica Sara Chordà en su reciente tesis doctoral, se encuentra íntimamente ligado al éxito y a la apuesta municipal por este ciclo, con lo que no debemos ver todo este tipo de festivales como un hecho aislado, sino como una oportunidad para generar todo un ecosistema de asociaciones líricas y sociedades culturales que se retroalimenten y se puedan complementar. No obstante, en el "debe" del Ayuntamiento todavía se encuentra la ampliación del número de títulos y de funciones y una mayor difusión entre personas de todas las edades. A esta labor de divulgación contribuiría el Gobierno del Principado mediante una serie de convenios que permitiesen llevar algunas de estas producciones no sólo a las principales ciudades asturianas, sino a villas de menor tamaño como Llanes, Mieres o Cangas del Narcea.

En definitiva, la zarzuela tiene mucho futuro y un potencial extraordinario a nivel artístico, social y económico. Se están dando los primeros pasos para explotar estas circunstancias de forma conveniente, pero queda mucho por hacer para elevar al teatro lírico español al lugar que, por méritos propios, le corresponde.

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