El psicópata exitoso

Sobre el florecimiento de los extremismos autoritarios, fruto del fracaso de la democracia, y el nuevo modelo de líder autócrata que se sirve de la masa como bandera

En estos días de atascos, ¡mentales mayormente!, mientras viajaba a Barcelona, ciudad hermosa, aunque envenenada, ciudad de atascos callejeros y también mentales, leía un estudio sobre un perfil político que a unos pocos nos quita el sueño, "el psicópata exitoso". Un amigo y brillante filósofo se para a pensar sobre el florecimiento de los extremismos autoritarios, fruto del fracaso de nuestra democracia. Nuestras mentes se atascan de promesas políticamente correctas y de pasados que nos salvan de angustias. Unos con manoseadas ofertas de justicia, de igualdad, de salvaplanetas, de disfóbicos globales; otros con discursos atávicos, con el arte de las emociones negativas, con autoridades morales, ya sean populistas o nacionalistas.

Estrategias, propagandismos, pero al final lo que importa es el poder, el interés primario de cualquier estrategia discursiva, y ahora con mayor descaro, unos y otros, comparten marcos conceptuales comunes: empatizar con las maneras del pobre ciudadano votante, o el paternalismo del hombre de bien, del amigo, del que sabe y conoce todas las respuestas. Se autoproclaman representantes de los trabajadores o de las tradiciones, de las verdades y los valores. Son los únicos capaces de definir, la diferencia, la otredad, la moral, la fe…

El líder autócrata habla como los electores, sus banderas son las de las masas. Habla de modo que todos le comprenden; sus gestos, bien medidos, son el reflejo del pobre borrego que aplaude: nada es dejado al azar y, sin embargo, su parafernalia se despliega de forma natural, sin que haya duda de que es honesto en lo que dice y hace. Se caracteriza por los razonamientos simples, basados en el dualismo del amigo y el enemigo; parece entender que la psicología del votante se mueve por estas heurísticas, lo bueno es por lo que hay que votar; lo malo es lo que hay que repeler.

El estilo autoritario, típico de nuestros ideólogos, responde a unas tendencias mentales y comportamientos comunes, estrategias discursivas maniqueístas, en las que el líder vela por lo "bueno y lo malo, de los amigos y enemigos", y se presenta como un padre. El pobre votante se guía por otra metáfora: el autoritario es el líder, el héroe de la patria. Su metafísica es la metafísica del pueblo; sus objetivos, sus amigos y enemigos, son los de todos. Es el verdadero racional que piensa con lo que coloquialmente llamamos "cabeza fría". Y los seres incapaces requieren redentores y soluciones rápidas. Ellos "son el camino… porque conocen el Bien y el Mal".

Amigos, estamos ante el psicópata exitoso, al que dibuja mi compañero como "aquél que, patológicamente ególatra y amoral, puede llegar a representar la moralidad misma y los valores de un grupo cuando está en juego el poder". El psicópata exitoso es volátil, con afán desmedido a embarcarse en proyectos que le sobrepasan, a megalomanías absolutas. El afán grandilocuente, triunfalista, displicente con todo, y la incapacidad empática, lo convierten en el sereno estadista: todo está calculado, todo está dirigido a un propósito claro: el poder… La verdad, no sé si hablo o no hablo de alguien en concreto, pero en estos días de atascos, y no solo en calles de nuestra ciudad o en las autopistas, mi mente está embotada, incapaz de claridades y de palabras acertadas.

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