Trubia: catedral industrial, un legado de acero y de educación

El papel transformador de una localidad donde muchos se formaron

Antonio Cuestas

Antonio Cuestas

Recientemente, leí una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA titulada "Gracias a la Fábrica de Trubia muchos hicimos carrera". La entrevistada era la doctora Ángeles Menéndez, catedrática trubieca y la primera mujer en dar la lección inaugural en más de 400 años de historia de la Universidad de Oviedo. Mis recuerdos afloraron con fuerza, impregnados de la rica historia de paisaje y paisanaje que la fábrica alberga entre sus paredes.

El camino recorrido por el marido de la catedrática, hijo de obrero, aprendiz, bachiller, perito, ingeniero… es el que recorrimos unos cuantos, amén de muchas diferentes titulaciones logradas por otros y que abarcan muchos de los vastos campos del saber.

Antes de que el profesor Ojeda la definiese como "la otra Catedral de Oviedo", la industrial, en una charla a la que asistí en el Club Prensa Asturiana, ya el general Castrillo, artillero, había dicho: "Trubia es la catedral de la artillería". Ramón Alvargonzález la definió como el espacio industrial y urbano más singular de Asturias.

Pero hay algo aún más importante e inmaterial: el conocimiento. Ese saber que combina teoría y práctica, acumulado a lo largo de 229 años de historia de la fábrica. Estos conocimientos, resultado tanto del estudio como de una protección al mismo, han beneficiado a la catedrática y a su marido, a mí y a muchos otros.

Lo menos que podemos hacer, por tanto, como hijos bien nacidos que intentamos ser, es expresar nuestra gratitud por esa maravillosa oportunidad que la fábrica nos brindó.

Primera Escuela de FPO del mundo, un crisol de conocimiento y oportunidades

La Fábrica de Armas de Trubia ha contribuido al desarrollo industrial de Asturias. El lema "Trubia, Patrimonio de la Industrialización" de la APHIT (Asociación por el Patrimonio Histórico Industrial de Trubia) lo refleja fielmente. Trubia ha sido un pilar tanto en la industria armamentística española como en la educación y formación profesional. Desde sus inicios en 1794 ha constituido un crisol donde se han fundido artefactos bélicos y profesionales destacados en distintas áreas.

Allí se estableció la primera Escuela de Formación Profesional Obrera (FPO) del mundo, creada por el general Elorza en 1850. Existe un debate respecto a la antigüedad en comparación con la Siemens Halke en Alemania, que sostiene haber comenzado sus clases teóricas en 1849, según la biografía de Werner von Siemems. Sin embargo, está perfectamente documentado que en Trubia ya se impartían clases teóricas desde 1844. Las daban tres capitanes artilleros, que justo comenzaron con la llegada de Elorza. Es muy ilustrativa la opinión sobre el asunto de Suárez y Sarasola, autores de un enciclopédico libro sobre la Escuela de Aprendices. Sí, allí, "mutatis mutandis", se puso en marcha la FP Dual de tan rabiosa actualidad.

Tras 140 años formando profesionales, la Escuela cerró en 1990. Dejó tras de sí más de 4.000 oficiales, cuya excelente formación las empresas valoraban grandemente. De sus aulas salieron numerosos militares y una gran cantidad de civiles que se esparcieron por la geografía nacional, aportando su granito de arena en el despegue industrial de España.

En resumen, la Fábrica de Trubia sentó un precedente en la educación técnica y profesional, ofreciendo a generaciones de jóvenes, en su mayoría hijos de obreros, un camino hacia el desarrollo personal y profesional.

El legado del General Elorza

El general Elorza no sólo fue un visionario en el ámbito educativo, sino especialmente un pilar fundamental en la modernización y el desarrollo técnico de la Fábrica. Bajo su dirección, Trubia experimentó una transformación que la llevaría a la vanguardia de la industria armamentística nacional e internacional.

La implementación de nuevas tecnologías y métodos de producción, junto con la constante búsqueda de la excelencia y la calidad, posicionaron a la villa cañonera como un referente. Los artilleros y, posteriormente, los ingenieros de armamento encontraron aquí un terreno fértil para la experimentación y la mejora continua, contribuyendo al prestigio y a la reputación de la fábrica.

El legado de Trubia y su impacto en la educación

El influjo educativo de la Fábrica de Armas y su Escuela de Aprendices trasciende más allá de sus muros, permeando la región asturiana y dejando huella en la educación y desarrollo profesional de sus habitantes.

Los citados autores, Suárez y Sarasola, en sus charlas sobre los aprendices siempre se preguntaban: ¿qué influjo ha tenido la Fábrica –y en especial su pionera Escuela de Aprendicesen que en unos 1000 km2 de territorio que la rodea abarcando ocho concejos que van desde Candamo hasta Teverga y Quirós,–se diera uno de los mayores números de titulados universitarios de España? Suárez, en concreto, exhortaba a que alguien hiciera un estudio sociológico en profundidad sobre el tema, ya que ellos lo habían tratado someramente en el ya mencionado libro. Muy recientes noticias informan de que Asturias es la región con mayor porcentaje de titulados en carreras STEM (Ciencias, Tecnologías, Ingenierías y Matemáticas) quizás ese poso histórico del que hablamos pudiera tener algo que ver, aunque haría falta ese estudio que lo confirmase.

Sin duda la Fábrica de Trubia, con su histórica Escuela de Aprendices, ha sido un catalizador en el proceso educativo, no sólo ha moldeado el acero, sino también las mentes; no solamente ha sido un gigante industrial, sino también un gigante educativo. Su impacto en la formación de profesionales y en la promoción de la educación en Asturias sigue siendo una historia digna de ser estudiada y contada.

Ante los desafíos actuales y futuros, es crucial que las instituciones, las empresas y la sociedad en su conjunto tomen inspiración de este ejemplo histórico. Que las lecciones de Trubia no se queden en las páginas de los libros de historia, sino que sean un faro que ilumine nuestro compromiso con la educación y el trabajo bien hecho. Deberíamos llevarlas con nosotros, aplicándolas en nuestro día a día y transmitiéndolas a las futuras generaciones.

Porque, en última instancia, la verdadera medida de una sociedad no se encuentra solamente en sus logros pasados, sino en su capacidad para aprender de ellos y usar ese conocimiento para construir un futuro mejor. Así, mantendremos viva no sólo la llama del conocimiento, sino también la de un futuro brillante para Asturias y para España.

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