Opinión

¿Qué va a ser de nuestros Pagos?

Pues eso nos preguntamos Alfonso II, el Casto, yo y muchos

Desde hace dos décadas, o algo más, en la esquina de la Catedral, donde se ha colocado la escultura del buen rey Alfonso que hizo de Oviedo, la Vetusta clariniana, villa y Corte del viejo reino astur, hubo un lugar de encuentro donde tomarse un algo; unos vinos, unas cervezas o saciar, no el hambre, sino el apetito de la opulencia que nos marca. Pagos era ese bar de la esquina al que acudir para quedar con alguien o con nadie. Los bares de la esquina son locales de encuentro social o de solitarios sin encuentros. Allí podías estar solo o acompañado, charlando con amigos, simplemente conocidos o sentarte a ver el panorama social de la gente de tu barrio y entorno. O de viajeros esporádicos que en lo más bonito del Oviedo antiguo encontraban un lugar de aparcamiento temporal.

En los días luminosos, en cualquier época del año, cuando el sol mañanero caldeaba el ambiente, Pagos se prolongaba al exterior, en su terraza o fuera de ella. Padres, madres, abuelos, amigos, chiquillos y gentes de todo signo se apalancaban con sus vinos, cervezas, aguas, refrescos y vermús al pie del santo y casto Rey que soportaba estoico y sin duda divertido el barullo. La Catedral bella, monumento en piedra que clama y se eleva al cielo, el vecino Jardín de los Reyes Caudillos o el Monasterio de San Pelayo tenían prolongación laica, desmadrada y festera en este lugar que, cual estancia suramericana, se llamaba Pagos Viejos.

Siempre es triste que algo que forma parte de nuestro entorno se vaya. Esperamos que lo que venga cubra el hueco habitacional y sentimental que deja. No siempre es así. Sole, Jose o la risa contagiosa de Carmiña, siempre ella, tan familiar, tan nuestra y de todos, dejan un vacío que se rellena con la memoria de tardes y mañanas vividas y sentidas en compañía.

Esperamos Alfonso II y yo, y muchos más, que siga habiendo vida en esa nuestra bellísima esquina.

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