Tesoros de la Universidad de Oviedo que salen a la luz: de incunables bajo tres llaves a despachos de otro siglo
El programa "Casa Abierta" muestra a las visitas colecciones de libros, pasadizos e historias de la cultura milenaria universitaria
La Universidad de Oviedo tiene una torre con reloj y campanario que en su día fue uno de los mejores centros meteorológicos de España en el siglo XIX. Tiene una capilla que ha vivido muchas largas noches de examen de los aspirantes a licenciados, que hasta tenían que pagarles opíparas viandas a sus maestros y compañeros.
Tiene también, guardadas en sus armarios de la sala de togas –esas con las que se revisten en las fiestas sus doctores– mucetas de más colores que áreas de conocimiento se imparten en estos momentos en los campus asturianos. Por ejemplo, de raso verde, el color que identifica a los licenciados en Veterinaria, ya que esos estudios pertenecieron al distrito universitario de Oviedo desde 1845.
También hay, en un rincón de un despacho del edificio histórico, un armario sellado, cerrado con un juego triple de llaves y cerraduras, con puertas metálicas reforzadas, y un aspecto nada lustroso. Da igual el aspecto porque ese "armarín" de ladrillo alberga los incunables de más valor de la Universidad. Son 29 los libros impresos desde el inicio de la imprenta hasta el año 1500 que están en posesión de la institución académica asturiana y algunos, los más preciados entre los preciados, además de estar seguros en un armario a ignífugo están recogidos en primorosas cajas de metal repujado. Para que si hubiera un fuego, dios no lo quiera, la cultura en su forma más noble no sufra los rigores de la hoguera.
Porque en la Universidad de Oviedo, fundada por los ideales y la fortuna del que fuera presidente del Consejo de Castilla, Fernando Valdés Salas, e inaugurada en 1608 con diseño de Rodrigo Gil de Hontañón –arquitecto que ya había trabajado en las Universidades de Salamanca y de Alcalá de Henares–, existe el trauma del fuego. El que redujo a cenizas la práctica totalidad del edificio histórico en 1934 y eso dejó la obsesión, desde el momento mismo de su reconstrucción, de que las cosas más valiosas no se podían quemar.
A todos esos tesoros, reales y recordados, demostración palpable del acervo espiritual y cultural que atesoran las universidades de más solera como la ovetense, les puso ayer un poco más de luz el programa "Casa Abierta" de Uniovi. Y de ellos se enteraron ayer varios grupos de privilegiados visitantes que disfrutaron del programa que, replicando otros anteriores de otros equipos rectorales pero con más ánimo de continuidad, ha elaborado la Universidad.
De los relatos se encargaron, con brillantez, Ana Quijada, técnico de bienes culturales de la institución académica asturiana y guardiana de las esencias de muchas de las tradiciones que aún se replican por parte de la comunidad universitaria, y María José Ferrer, al frente de la Biblioteca Histórica, generosa en compartir su deleite por los libros.
"La ‘Casa Abierta’ supone abrir nuestro edificio histórico, que es el elemento más identitario del patrimonio de la Universidad, a todas las personas. Hacerlo universalmente accesible. Nos gustaría que este edificio que tanto ha vivido sea a partir de ahora un espacio para vivir experiencias culturales de las que podrán participar todas las personas, habrá sesiones de acercamiento de varios tipos y una por semestre será de conocimiento del patrimonio", contó la vicerrectora Pilar García Cuetos.
"El edificio histórico de la Universidad de Oviedo es muy reconocido, pero no lo es tanto la historia que alberga. Por eso gusta presentar no solo el inmueble, rincones y tesoros, sino cómo era la vida universitaria allá por la edad moderna y que se mantuvo hasta el siglo XIX. Es ese patrimonio inmaterial que no vemos pero que es muy identitario", añadió Ana Quijada. Ese patrimonio inmaterial que habla, por ejemplo, de que quien tenga un doble doctorado podrá tener doble ración de flecos en el birrete. O ese patrimonio real que es el magnífico Despacho de Toreno, sede de la dirección de la Biblioteca de la Universidad, equipado con una escalera, la barandilla, la lámpara y hasta el sofá del IX Conde de Toreno.
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