El barrio de Santa Marina, en Mieres, se "empapela" contra un "narcopiso": "No se puede vivir con este miedo"

Los vecinos llenan sus ventanas de pancartas y la dueña del "narcopiso" amenaza con una querella "por menoscabo" de su imagen e intimidad

Pancartas colocadas por los vecinos del barrio de Santa Marina | D. M.

Pancartas colocadas por los vecinos del barrio de Santa Marina | D. M. / David Montañés

De color negro en vez de blanco y algo más pequeñas que las de la calle Aller para adaptarlas al formato de colomina que caracteriza la morfología del barrio. Los vecinos de Santa Marina han llenado el frontal más visible de la barriada de pancartas contra la droga. De esta forma dan continuidad a la movilización que hace dos semanas desarrollaron las comunidades de la calle Aller afectadas por el mismo problema. Entonces lograron que los presuntos traficantes abandonasen el "narcopiso" desde el que supuestamente operaban. En Santa Marina están decididos a sostener la protesta hasta obtener el mismo resultado. "No queremos droga junto a nuestros niños y mayores", apuntan los portavoces del vecindario.

La colocación de las pancartas marca una nueva etapa en el frente de presión que los vecinos han activado para erradicar el "narcopiso" que desde hace más de un año tiene en continua tensión a los vecinos, según denuncian. Todo indica que los inquilinos acusados de trapichear con droga en el barrio se sienten muy incomodados, con coches de la Policía Nacional patrullando constantemente por delante de la vivienda y con los vecinos unidos y en pie de guerra. En el buzón de la comunidad ha aparecido un escrito remitido, presuntamente, por la inquilina del "narcopiso". Al menos se identifica como tal en el texto, y los vecinos no tienen duda de su autoría debido a que el escrito recoge lo que esta persona ya les ha comunicado de palabra.

La carta

Para empezar, se ofrece a dejar el piso en dos meses, asegurando que es el tiempo que necesita para acceder a la nueva vivienda que ha solicitado. Pide llegar a un acuerdo "conciliador" y amenaza a los vecinos con una querella al sentir que con la colocación de los carteles de protesta la comunidad la acosa. Asegura sentirse víctima de una campaña de "descrédito e injurias" y siente menoscabada su "imagen e intimidad".

En el escrito hay constantes llamamientos a la conciliación, a una calma por la que el barrio entero clama desde hace meses. Los vecinos han recibido la carta con estupor y pasmo. Unos se han indignado y otros se lo toman a broma: "Si las familias con niños han llegado a tener miedo, por algo será. Todo el barrio sabe perfectamente lo que aquí pasa y estamos unidos", apuntan los portavoces de la comunidad. En la carta se reconoce implícitamente que algún problema ha habido en el barrio: "Como habéis podido comprobar la situación en esta calle y edificio es desde hace unos días totalmente normal y de absoluta tranquilidad…", apunta la inquilina del presunto "narcopiso" dejando entrever que previamente la situación no era "normal ni tranquila".

Los vecinos reconocen que desde que decidieron movilizarse y la Policía Nacional incrementó su presencia en el barrio, el tráfico de drogas prácticamente ha desaparecido: "El problema es que el foco no está erradicado y todos sabemos que en cuanto la Policía deje de estar permanentemente vigilando el piso el tráfico de drogas regresará". Esta batalla piensan librarla hasta el final. De momento, el barrio se ha llenado de pancartas alertando el problema de tráfico y consumo de droga que sufre este céntrico espacio urbano. "No se puede vivir con miedo y en el propio portal en el que se opera hay niños muy pequeños", explican los representantes de la comunidad. Los vecinos tienen la intención de dejar la pancartas en la fachada hasta que el barrio realmente recupere la "normalidad" y la "tranquilidad".

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