Muy de Mieres

Razones y prejuicios

Luis Gancedo

Luis Gancedo

El sector de los ingenieros de Minas que pilota las hostilidades contra el traslado de los estudios a Mieres –en comunión con el gobierno municipal de Oviedo– parece contagiada por actitudes prejuiciosas en alguna medida análogas a las que en parte había detrás de los empeños sindicales por reubicar a la élite ingenieril minera en Barredo hace ya más de dos décadas. Algunos pensábamos en ese momento que aquello olía a revanchismo, a ganas de mover contra su voluntad y "por el ñarigón" a una clase de profesionales que en cierto modo habían competido y competían con los dirigentes obreros por el poder dentro Hunosa. Recuérdese que, de aquella, al frente de la resistencia ovetense se puso el entonces alcalde, Gabino de Lorenzo, ingeniero formado en la escuela en disputa y en su día también miembro del consejo de administración de la hullera pública. Algunos pensábamos entonces asimismo que el campus de Mieres, una infraestructura de primer nivel cuyo potencial no han sabido hasta ahora rentabilizar de manera óptima la Universidad y la sociedad asturiana (perdidas durante lustros en discusiones ontológicas sobre el ser y el deber ser de Barredo, lastrado también por las lagunas en su diseño académico primigenio), bien podía dejar de lado la cuestión de Minas y volcarse en otras disciplinas conectadas a la nueva era tecnológica que asomaba (energías renovables, nuevos materiales, estudios ambientales…).

Ahora, con el traslado finalmente decidido por un equipo rectoral con menos remilgos que otros, quienes intentan pararlo en los tribunales, amparados por el actual regidor ovetense, Alfredo Canteli, dejan al aire sus propios prejuicios. ¿Cómo van a irse los ingenieros a un campus que "está en un polígono" (una inexactitud, por otra parte)? Y sobre todo, ¿cómo enviarlos de la calle Independencia, en el cogollín de Oviedo, a una "zona deprimida" como Mieres? Vamos a dejar que responda el entonces príncipe Felipe, hoy monarca Felipe VI, con palabras entresacadas de su discurso durante la inauguración del recinto de Barredo, el 10 de junio de 2002. A él se refirió como el reconocimiento "a la generosa contribución que las cuencas mineras han brindado durante tanto tiempo al desarrollo económico y social de Asturias y de España".

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