Opinión | Velando el fuego

Noticias positivas

La gran ayuda de la pequeña filantropía

Si hiciéramos una clasificación entre las distintas noticias que a diario atiborran el bosque de los medios informativos, lo mismo sea en diarios, radio, televisión y otros similares, podríamos hacer una comparación con una triple escalera. La parte superior, y digo esto en razón de su abundancia, estaría conformada por peldaños resbaladizos, sujetados por maderas de piedra o de metal, impregnadas de pigmentos negativos las más de las veces: guerras que no cesan; estafas y corruptelas de todo tipo; cuando no por casos de homicidios o asesinatos, algunos tan horrendos como el descuartizamiento de un cuerpo que tuvo lugar estos días en La Felguera.

La zona media ocuparía un amplio espacio en donde se entrecruzan, a modo de una perfecta miscelánea, sucesos distintos y variados en general, y de los que no está ausente una argamasa de frivolidad, o lo que es lo mismo, una sucesión de tabiques acolchados con relatos que solo sirven, en la mayoría de los casos, o bien de mera distracción o, en otras ocasiones, de amortiguadores de conciencia. (Mientras escribo estas líneas, la televisión nos hace partícipes del último de ellos: la adquisición por Amancio Ortega de un yate que, ¡pásmense ustedes del nivel!, contaría, entre otras lindezas al uso, con una zona ajardinada y también con un parque infantil. ¡Casi na, como diría un castizo!

Y ya bajando hasta los escalones inferiores, nos encontraríamos con el hueco, cada día más amplio, por donde resbalan las noticias positivas. De ahí que encontrarnos con alguna de ellas sea motivo de satisfacción, algo así como darse de bruces con una gema escondida entre los arbustos del bosque más opaco.

En este caso, la novedad llegaba desde la página tres de LA NUEVA ESPAÑA, en referencia a la recaudación de 5.550 euros para ayudar a una langreana diagnosticada de ELA desde 2018. De este modo, y junto con algunas otras actividades que se desarrollarán con tal fin, será posible comprar un vehículo adaptado que permita a Ana María Martín trasladarse con su silla de ruedas.

Podemos imaginarnos (pero solo eso: imaginarnos) el tortuoso pasillo por donde transitan los afectados por este tipo de enfermedades. Conocí, más o menos de cerca, dos de estos casos. Uno de ellos, el de José Ramón Ordóñez, cantante del célebre grupo de los Stukas, de carácter entrañable, que se volcó por ayudar en la causa y buscar soluciones; y el otro, el de Alberto Vega, excelente poeta, de carácter no menos afable, y que se comportó de un modo digno y ejemplar hasta sus últimos momentos. Y a buen seguro que cualquier persona que pudiera leerme podría también citar otros ejemplos.

Hasta donde sé, y espero que pronto la situación pueda cambiar, no existe de momento un tratamiento específico para curar esta enfermedad, por lo que hay que resignarse a conseguir un alivio de los síntomas (repito que confío en que pronto cambie la situación y se abra una ventana nueva y más esperanzadora).

De ahí que haya que saludar con optimismo esta iniciativa solidaria de los amigos de Ana María, a la que se unieron, de forma desinteresada, particulares, hosteleros, comerciales y empresas. Todo es poco y es mucho a un mismo tiempo. Sobre todo en estos momentos en los que la flor de la solidaridad presenta un aspecto bastante mustio.

Actos de este tipo me arrojan de inmediato a la maravillosa frase de Eduardo Galeano: "Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo". En este caso, las cosas pequeñas tienen el tamaño de una roca de miles de toneladas de peso, y si bien el mundo de Ana María no va a cambiar de repente, al menos sí se hará más hermoso y lleno de luz. ¡Ánimo!

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