Éxtasis final y puerta grande: Roca Rey salva la tarde más esperada de la feria de Begoña

El diestro peruano llevó la locura a los tendidos con un buen toro de Montalvo

Un voluntarioso Morante hace lo que puede con el primero de la tarde y pierde la oreja en el cuarto tras dejar aroma a pureza y verdad

Manzanares se lleva dos ovaciones tras dejar buenos muletazos

I. Peláez

I. Peláez

Las colas en las puertas de acceso, inmensas. La plaza llena. Apenas varias decenas de localidades en el tendido 12, a la solana. Salió el sexto, un toro alto, cuesta arriba como la tarde. La expectación era máxima, como también la decepción por el fallo a espadas de la tarde. Pero salió el sexto, alto y cuesta arriba. Un toro para salvar la tarde y la honra de Montalvo. Un toro bravo frente al bravo Roca Rey. El peruano espantó las musarañas en El Bibio con dos pases cambiados por la espalda (los péndulos, como dicen los mexicanos y recuerda siempre mi amigo Javier Prieto). Roca Rey, el gran reclamo para llenar de jóvenes y público en general los tendidos en cada feria, aprovechó las buenas embestidas para llevar cosido por el pitón derecho al toro de Montalvo. Hilvanó los muletazos con una intensidad creciente mientras el público se arrancaba tocando las palmas con un compás extraño. Sonaba la incesante música. El toro también se iba hasta final de viaje por el izquierdo cuando Roca Rey dejó de sacárselo para afuera. Volvió al derecho, ya acortando distancias, pero acrecentando emoción en los tendidos. Pase de las flores para empezar los circulares invertidos. Zapatillas clavadas en la arena. Roca Rey entre los pitones. Éxtasis en los etendidos. Media estocada arriba. Gritos de torero. Ovación al toro en el arrastre. Puerta Grande y la tarde salvada.

La tarde se había puesto cuesta arriba por el fallo a espadas y el mal juego de la corrida de Montalvo, un encierro al que le faltó mayor vida y entrega en las telas y a la que, en general, le faltó fuerza. De entrar la tizona, el resultado y la sensación en los tendidos hubiese sido otra. Que para algo hay «grandonismo» a la orilla de San Lorenzo. Así las cosas, frente a un animal muy manso que abrió plaza, Morante quiso estirarse a la verónica sin alcanzar el lucimiento para desgracia de los presentes, que aguardaron con silencio maestrante el recibo de capa. El de la Puebla mostró su buena disposición para la tarde en un pinturero inicio de faena tras un brindis a la alcaldesa, Carmen Moriyón. Morante enseñó al toro por ambos pitones, pero el lucimiento fue imposible y se fue a por la espada. A pesar de todo, algún muletazo justificó el retraso de diez minutos que tuvo la corrida para que el público pudiese acceder a la localidad. Una cosa es que hubiera tapón en los vomitorios y otra que muchos alargasen las consumiciones antes de entrar al coso. 

VÍDEO: Lleno en El Bibio para el tercer festejo de la feria taurina de Begoña, con Morante, Manzanares y Roca Rey

I. Peláez

Tampoco el cuarto del festejo permitió alegrías con el capote, para desgracia del público. Inició el trasteo Morante con ayudados por alto y por bajo en los terrenos del 11. Compuesta la figura, el aroma de lo puro, siempre citando con verdad, se esforzó Morante en arrebatarle muletazos a un toro de Montalvo al que le faltó brío. Con un farol cambió a la zurda. Se quedaba corto el animal por el izquierdo, pero fue al natural cuando Morante logró los muletazos de trazo más bello de toda la faena. Tandas de a uno, la primera la remató con un molinete invertido. No se dejó nada Morante en una faena callada para su regreso a Gijón. Siempre con la verdad por delante. Lo que pudo ser de premio se quedó en una ovación de gratitud tras el reiterado uso del verduguillo.

Manzanares también encontró su cruz en los aceros. Al primero de su lote, de inicios mansitos y blandos que terminó por sacar su buen fondo, comenzó con muletazos a media altura en una labor que fue cogiendo mayor tono al abrigo de la ligazón. La faena llegaba a los tendidos cuanto más alargaba Manzanares las embestidas del toro. Cuando el animal ya fue pidiendo la muerte, el diestro alicantino tiró de vistoso recursos para amarrar un triunfo de puerta grande que parecía suyo. Se volcó para entrar a matar y enterró la espada, pero entre que el toro tardó en echarse y el sainete que dio el puntillero, el público guardó sus pañuelos y le dio una cariñosa ovación. Con el castaño que hizo quinto, se estiró a la verónica en un elegante saludo de capa. El de Montalvo siempre quiso tomar la muleta por abajo, repetía, pero la falta de fuerzas le impedía llevar la emoción a los tendidos. Cuando Manzanares hacía ya tiempo que había superado la cancela del tedio, se fue a por la espada. Pinchó antes de dejar una estocada caída. Y hasta asomaron una decena de pañuelos y todo. Juro que los vi. 

Roca Rey, antes de su rotundo triunfo, ya había firmado los momentos más destacados de la primera parte de la tarde. Fue a base de quietud en una faena que apuntaba al triunfo pero que malogró con la espada. Tras una lidia muy desordenada, el diestro peruano se llevó al centro del platillo al deslucido toro de Montalvo que no regaló ni una embestida. Pero Roca Rey embiste más que muchas ganaderías. Le echó la muleta a la cara y, en redondo, logró llevar cosido a su oponente para conectar con el público, muy a favor de obra. Por el izquierdo, en el toro no quería nada, pero el peruano se lo sacó. Volvió entonces a la diestra para una muestra de quietud entre los pitones, con sucesivos guiños al tendido que avivaban la mecha de sus incondicionales. Roto el público, Roca Rey profundizó en el encimismo cuando el toro apagó su ya averiado motor. Nada le ayudó en la suerte suprema, al contrario, y tras un pinchazo y una media desprendida el atisbo de triunfo se esfumó. Algo así no podía repetirse en el sexto, y con esa misma entrega volvió a aparecer Roca Rey para salvar una tarde que se iba. Igual que está haciendo con la tauromaquia, mal que pese. 

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