Siempre en la Cruz

La primera salida del Cristo de la Misericordia y de los Mártires, en 1943

Ignacio Alvargonzález

La estación de penitencia de la gijonesa hermandad de la Santa Misericordia está este año de celebración redonda, al cumplirse el ochenta aniversario de la primera salida por las calles de la villa de nuestro titular, el Santo Cristo de la Misericordia y de los Mártires. Fue un 22 de abril de 1943.

Desde entonces, la tarde noche del Jueves Santo gijonés ha estado siempre protagonizada por ese impactante Cristo, cargado de serenidad y dulzura, pese a recoger sin disimulos el desgarrador momento de la muerte del Redentor. La tarde del Jueves Santo gijonés es así como un adelanto del inmediato Viernes Santo, cuando la liturgia y todos los ojos de los creyentes se vuelven al crucificado.

Es la nuestra una procesión sobria y sencilla, pero solemne al mismo tiempo. Marcada por el rezo de las estaciones del Vía Crucis, el intenso olor a incienso, y la marcialidad de la escolta militar que acompaña a la imagen, desde que le fueron otorgados honores de Capitán General. Hoy lo hará una escuadra de gastadores del Batallón Toledo del Regimiento Príncipe, cuyo coronel y otros mandos formarán también parte de la presidencia de la procesión.

La parte musical del cortejo corresponderá a la Banda de Música de Gijón, tradicional acompañante de nuestra Hermandad, a la que reconocemos su esfuerzo y calidad, y que hará sonar marchas tan conocidas como "La Saeta", "Hosanna in Excelsis", o "Cristo de la lanzada".

Mostrando la imagen de Cristo por nuestras calles, a gijoneses y visitantes, bien podríamos repetir las palabras de San Pablo: "nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados -sean judíos o griegos-, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Cor. 1,22-23). En la sociedad neopagana y poscristiana en la que nos toca vivir, estas palabras recobran una inusitada actualidad.

Los hermanos de la Misericordia saldremos acompañando a nuestro titular conscientes del reto que nos marcaba en el reciente pregón de Semana Santa el Abad de Covadonga. Es hora de abandonar una fe cómoda y vergonzante, y aceptar el reto de vivir una fe confesante y sin complejos. Orgullosos de nuestra historia y tradiciones, y conscientes de nuestros derechos, como ciudadanos y como creyentes. Aunque ese paso adelante pueda traernos complicaciones y nos exija compromisos. Nuestras propias cruces que no podemos rehuir, porque "ningún discípulo es más que su maestro" (San Mateo, 10, 24). Y el ejemplo del "Maestro" es lo que, como hoy, sacamos a la calle cada Semana Santa.

No podemos permanecer impasibles ante los intentos que desde algunos sectores se hacen por encerrar la fe en templos y sacristías, reduciéndola a lo privado, y tratándola casi como si fuera una patología sólo tolerable siempre que no ose irrumpir en la esfera pública.

Gijón acumula una historia más que varias veces secular de vivencia y tradición cristiana, manifestada en sus tradiciones, sus costumbres, su geografía o sus fiestas. La comunidad creyente ha contribuido además de forma decisiva a construir ciudad, y también a labrar el carácter abierto y tolerante de los gijoneses. Preservar ese carácter, y la convivencia alejada de conflictos ideológicos creados artificialmente, es tarea de todos.

Ese, y otros anhelos, pondremos hoy a los pies del Cristo de la Misericordia, cuando pase solemne por nuestras calles, bendiciéndonos con su mirada serena que tanto necesitamos.

Suscríbete para seguir leyendo