una figura del occidente asturiano

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas

Hijo de un empresario, combatió en Vietnam, sufrió las secuelas del "agente naranja", se casó con una madrileña, se suicidó a los 40 años y sus cenizas fueron arrojadas al Cantábrico

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas / Félix Martín

Félix Martín

Félix Martín

Solo dos personas tienen el honor de contar con una escultura y una calle a su nombre en Tapia de Casariego. La primera, el marqués de Casariego. La otra, el australiano Peter Gulley, introductor del surf en Tapia junto a su hermano Robert. Un monolito en su memoria, el paseo de los Hermanos Gulley, así como la celebración del Campeonato de Surf "Memorial Peter Gulley" (desde 1992), hacen honor a su paso por Tapia de Casariego desde 1968.

Esta Semana Santa, Tapia celebra el Campeonato de surf, presente en la villa desde el año 1989, que recuerda a este australiano nacido en Sidney en 1949, un personaje desconocido, cuyo trágico fallecimiento a los 40 años de edad le ha convertido en una leyenda más propia del romanticismo, que de nuestros días.

Hijo de padre londinense, y de madre con origen irlandés, Peter ya nadaba y "surfeaba" con un hinchable tipo boogie (precedente de body-board), a los 5 años, acompañado de su hermano en las playas cercanas a Sidney. En 1966, apenas quinceañeros, comenzaron a practicar el surf en Naykeke (Honolulu), más tarde en la playa de Freshwater (Nueva Gales del Sur), hasta que, finalmente, su padre se decidió a comprarles el primer tablón marca Barry Bennett, cuyo destino final y durante muchísimos años fue hacer de tabla-escuela para los aprendices surfistas en la playa de Tapia de Casariego.

A los 18 años, acabados los estudios del Bachillerato, Jin, el padre de los hermanos Gulley, muy bien acomodado en la sociedad de la capital australiana y con muy buenas relaciones dentro de la marca de neumáticos Goodyear, quiso premiar a sus hijos con un viaje en barco alrededor del mundo.

Hicieron escala y avituallamiento en Londres, y desde allí, y por auténtica casualidad después de recorrer varios pueblos de la costa oeste francesa, todo el Cantábrico, y parada en varias playas de Portugal, arribaron a Tapia de Casariego, que les estaba esperando para cambiarles la vida y para que esta villa marinera hiciera suya una nueva seña de identidad que nunca perdería: el surf.

Por fin, 1968

La arribada de los hermanos australianos a Tapia al principio del verano de 1968, tuvo una repercusión enorme. No ya solo para la juventud tapiega (para ellas, sobre todo), sino que fue objeto de numerosos reportajes en prensa, y televisión y llegó a formar parte de un "NoDo" ("Noticiarios y Documentales" que se emitían obligatoriamente en todos los cines de España antes de cada película durante el franquismo).

El surf puso a Tapia de Casariego en el mapa de un deporte tan atractivo como desconocido. Los hermanos Gulley regresaron el verano siguiente, 1969, en compañía de John Ford, otro joven australiano que se parecía a Van Gogh, a quien conocieron de casualidad en el barco "Patricia", de la Compañía Swedish-Lloyd durante la travesía de Londres a Southampton, y no cesaron hasta convencerlo para que conociera Tapia de Casariego. Fue el mayor acierto de su vida. John lo culminó, felizmente, matrimoniando con la carbayona Tere "Ventanova".

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas

Peter Gulley con su hija en Tapia de Casariego, en 1988 / Félix Martín

Al jubilarse el padre de los Gulley, dejó a sus hijos la fábrica de recauchutados Permatred, ubicada el suburbio de Mascot, a las afueras de Sidney. La fábrica llegó a tener medio centenar de trabajadores. En 1972 Peter fue reclutado por el Ejército australiano para luchar en la Guerra del Vietnam y su hermano Robert se alistó de forma voluntaria.

Durante este tiempo y en pleno escenario bélico, Peter conoció a una niña de 9 años a la que intentó adoptar y llevar a Australia. Finalmente, no pudo ser. Los horrores de la guerra y más que probablemente el "agente naranja" (el herbicida venenoso utilizado por las tropas americanas para defoliar las tierras forestales en las que se incrustaba el Ejército vietnamita), afectaron la salud mental de Peter. Así lo recuerda su propio hermano Robert:

"Fueron dos años de entrenamiento y uno de guerra en la jungla, durísimos, una pesadilla que no se olvida, ya que aún no he podido quitar de encima los bombardeos, los disparos, ni la sensación de semanas sin cambiar una ropa mojada y durmiendo con las botas cargadas de agua" (…). "… Desde allí mantuve correspondencia con amigos de Tapia, era como una válvula de escape ...", dijo a LA NUEVA ESPAÑA en un reportaje publicado el 11 de abril de 1990.

Con todo y la larga tragedia bélica, al final Tapia de Casariego volvió a ser el destino del surfista Peter Gulley, quien, junto a su hermano, ya gozaba de una gran popularidad en la villa.

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas

Peter Gulley, en la adolescencia / Félix Martín

Su carácter sociable, bonachón y desprendido, le hizo cosechar muchos amigos, un montón de alumnos que querían ser surfistas, alguna que otra novia veinteañera y el afecto de todo el mundo. Sorprendido, además, por la inexistencia en la playa tapiega de algo que tuviera que ver con el socorrismo acuático, el propio Peter, que pertenecía al Club de Salvamento Bondi, en Sidney, llegó a redactar un protocolo de normas de auxilio para nadadores y surfistas. En aquellos años un viejo salvavidas de caucho colgado sobre un tablero al pie de la playa tapiega era lo único con lo que se contaba para el salvamento, antes del comienzo del Plan de Salvamento de Playas que rige en Asturias desde 1991.

Además, había que arreglárselas para mantenerse, por lo que Peter fue otra vez "reclutado", en este caso para hacer de asistente de Toño "del Moderno" en el Salón Edén (cine, fiestas, carnavaladas etcétera), a cambio de 133 pesetas diarias (menos de un euro). Los bailes de los sábados por la noche, y no digamos todas las verbenas de la contornada, fueron también el escenario de sus éxitos extra deportivos, donde se rifaban a los dos hermanos australianos, que se "morían" de las ganas por comer la famosa tortilla al ron, en La Roda.

La boda en Australia

Tras varias idas y venidas (Tapia y Sidney "solo" distaban 17.000 kilómetros entre sí), en abril de 1977 y después de cuatro meses de noviazgo, Peter Gulley contrajo matrimonio en la capital australiana con Pilar Sánchez Martín, una joven madrileña que llevaba desde los 10 años en Sidney, adonde sus padres (él había sido maquinista de la Renfe) habían emigrado por razones políticas. Pilar, con estudios de Secretariado y Administración, trabajaba en el Consulado de España en la capital australiana cuando conoció a Peter, en una de sus fiestas. Después entró en el Banco de Santander. Pilar era viuda y tenía un hijo de 4 años, Michael, al que desde siempre Peter quiso como propio, y este como padre. Ella había quedado prendada a la primera de aquel joven australiano que hablaba un excelente español y que tenía Asturias y a Tapia de Casariego permanentemente en sus conversaciones.

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas

Peter Gulley en un barco / Félix Martín

A los hermanos Gulley, mientras tanto, todo les parecía poco con tal de vincularse con Tapia. En el mismo año de 1977, después de contraer matrimonio, Peter, su pareja y su hijo Michael se trasladaron a Asturias. Aquí, y en colaboración con otros dos socios australianos, abrieron una fábrica de neumáticos recauchutados en el concejo de Carreño, siempre contando con la experiencia del mismo negocio familiar en Sidney. El lugar elegido fue un polígono empresarial cercano a Candás, en un proyecto alentado por el buen momento industrial de Asturias, que por aquellos años contaba con la mayor flota de camiones de toda su historia.

En la fábrica, también bautizada como Permatred, trabajó junto a los hermanos Gulley el surfista tapiego Diego Méndez "Cadavedo". Los hermanos Gulley eligieron Gijón como lugar de residencia por el mar.

El ilusionante proyecto de los dos jóvenes australianos en su apuesta por hacer de Asturias su otra patria querida solo duró 18 meses. Peter regresó a Australia, donde poco más tarde nació su hija Jackie, la cual se supone que también fue afectada con un pequeño retraso cognitivo por culpa del maldito "agente naranja" de la Guerra del Vietnam. Así se cree que pudo ocurrirle a medio millón de niños de la zona de guerra. Peter se dedicó a atender el negocio familiar, y no volvió a Tapia hasta diez años después. Su vinculación con el mar, con el socorrismo acuático y demás deportes náuticos continuaron formando parte de su vida en Australia.

Peter Gulley, el australiano que trajo el surf a Tapia de Casariego y se quedó en sus olas

Los hermanos Peter y Robert Gulley en 1965 / Félix Martín

En ese tiempo, este pionero surfista no dejó de pensar en Tapia de Casariego, de hablar de esta villa marinera a todos sus amigos, varios de los cuales también arribaron a Tapia, enamorándose de alguna asturiana, e incluyendo el "sí quiero" ante el altar. Peter decía y repetía mil veces que se sentía tapiego desde antes de nacer y bautizó una de sus lanchas con el nombre de "Asturias". Al tiempo, compró unas tierras en la ciudad de Mudgee, a unas dos horas de Sidney, para pasar los fines de semana. Fueron tiempos muy felices, que incluyeron la tenencia de una vaquería y varios caballos para disfrutar y montar toda la familia. En esa vida familiar, a finales de agosto de 1990 realizaron todos juntos un viaje a Tailandia. Otra vez la mala suerte en este país asiático donde el cerebro de Peter también habría sido infectado por una variante de la malaria que influiría de un modo determinante en el final de la vida de este australiano de alma tapiega.

El 15 de septiembre de 1990 Peter Gulley decidió voluntariamente poner fin a su vida a los 40 años de edad, dejando por escrito que sus cenizas fueran arrojadas a la playa de Tapia de Casariego. Esto llenó de consternación a toda su familia y a todo Tapia y condicionó el devenir del Campeonato surfista que hasta su muerte venía celebrándose con rango internacional desde 1989 a cargo del Club de Surf Picante. Desde 1992, hasta la actualidad, pasó a denominarse "Memorial Peter Gulley".

El entonces alcalde de Tapia, Gervasio Acevedo, tuvo el acierto de proponer un monumento en la misma playa tapiega para perpetuar la memoria del malogrado surfista. Fue inaugurado en 1992, obra del arquitecto tapiego Rubén Héctor Martínez Álvarez, representando en granito y mediante un prisma truncado en ascendente, la vida de un joven cuya trayectoria había quedado seccionada, en este caso con la metáfora de varias olas de acero atravesando la piedra.

Desde entonces, un ramo de flores en dicho monolito es el epílogo de todos los campeonatos surfistas tapiegos, siempre acompañado de las emociones propias del "Asturias, Patria Querida" a cargo de una pareja de gaita y tambor.

No menos emocionante fue el episodio que tuvo lugar en el verano de 1993. El 14 de agosto de dicho año, Robert Gulley comandando la embarcación de salvamento "Col Nielsen", con la tripulación formada por los hermanos franceses Robert y Bruno de Carlo, Toño "del Moderno" y Diego Méndez "Cadavedo", custodiados por Pepe "del Moderno" y el también australiano David Nielsen encima de las tablas de los fallecidos Col Nielsen y Peter Gulley, se adentraron en la playa de los Campos para depositar las cenizas del finado surfista, quien como ya apunté había dispuesto antes de su fallecimiento (justo dos años atrás), descansar para siempre en las olas tapiegas.

Su mensaje póstumo es una razón añadida a la figura romántica de este pionero australiano, y cómo no, mayores emociones para los surfistas tapiegos que para siempre podrán surfear al lado de su admirado compañero en busca de la ola perfecta.

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