Mientras en Netflix se estrenaba por todo lo alto la segunda temporada de Los Bridgerton, HBO Max completaba la emisión de la primera temporada de La edad dorada. Las grandes plataformas sacan músculo y tiran de fondo de armario para presentarnos deslumbrantes historias de época con bailes de salón en las fastuosas mansiones de alta sociedad dignas de cualquier superproducción y con vocación que permanecer largas temporadas en antena. Y allí tendremos emplazada a Lady Whitmore para contárnoslo. Los Bridgerton venían apadrinados por el éxito de su primera temporada pero con un relevo al frente del reparto y el nombre de Shonda Rhimes, que hace unas semanas estrenó en la misma plataforma ¿Quién es Anna? Por su parte, el principal aval de La edad dorada ha sido tanto el potente reparto como el nombre de su creador, Jullian Fellows, el mismo que hace doce años alumbró otro de los títulos imprescindibles de la historia de la televisión reciente, Downton Abbey. Un clásico que, por cierto, acaba de recuperar TVE para su emisión diaria mientras la seguimos teniendo disponible en los catálogos de Netflix y de Amazon Prime.

La edad dorada no decepcionará a los seguidores de su predecesora. A pesar de que sus argumentos están separados por océanos de distancia y cerca de medio siglo de Historia, uno tiene la sensación de haber regresado a los mejores días de Downtown Abbey. No importa ni el tiempo ni la distancia. Seguimos con historias ambientadas en grandes mansiones desde el punto de vista de sus habitantes, tanto los de arriba como los de abajo a pesar de que ya no estamos en la campiña británica, sino en el Nueva York de finales del siglo XIX. A lo largo de los nueve episodios, ha sido inevitable recordar la película La edad de la inocencia de Martin Scorsese, quien a su vez se inspiró en la pluma de Edith Wharton. En las dos, la alta sociedad neoyorquina es un círculo cerrado con sus propias reglas no escritas, gobernada por una doble moral y una hipocresía que aplasta cualquier intento de individualismo o de ir contracorriente. Posteriores películas de Scorsese nos han vuelto a mostrar el New York de esa época, como es el caso de Gangs of New York donde desde lo más alto de esta gran urbe, descendíamos a lo más bajo. 

En La edad dorada la historia se nos cuenta desde el punto de vista de dos recién llegados. Por una lado está la inocente Marian Brook que aterriza en la ciudad para vivir con sus tías tras la muerte de su padre. Por otro, están los Russell, la familia de nuevos ricos que se instala en la mansión de enfrente. Marian tiene la ventaja de contar con el apellido Van Rhijn de sus tías como aval para que se le abran todas las puertas. Puertas que en cambio para los Russell, que han amasado su fortuna con la construcción del ferrocarril, están cerradas. Estados Unidos era un país reciente y no contaba con los siglos de tradición aristocrática europea, por lo que la pertenencia a la alta sociedad en el nuevo país la marcaban aquellos que eran descendientes de los llegados en el Mayflower. Los nuevos en llegar eran vistos como intrusos, sin importar el tamaño de sus carteras. Sobre todo los nuevos ricos, porque en esos niveles sociales, los pobres han importado más bien poco. Ya que estamos con las referencias a Scorsese, también hay homenajes a La invención de Hugo al mostrarnos la reacción de los asistentes en un primitivo cinematógrafo al ver un tren avanzando hacia ellos en la pantalla. ¿Simboliza ese ferrocarril la llegada de los Russell?

Una actriz desconocida, Louisa Gummer, encarna el papel de la joven e inocente protagonista. Posiblemente su nombre no dirá mucho para gran parte del público, hasta que se les aclara que es la hija de Meryl Streep. Su hermana, Mamie Gummer, era otra de las secundarias habituales de The Good Wife y de su spin off The Good Fight. Las dos están haciendo carrera por méritos propios intentando desprenderse del nombre de su madre. Christine Baransky, protagonista de ambas series ,es una de las tías de Marian; mientras que Cinthia Nixon (Sexo en Nueva York) encarna a la otra. Al más puro estilo poli bueno-poli malo, las dos servirán de guía a su recién llegada sobrina en las normas de ese modelo social que se resiste a desaparecer pese a su imparable decadencia. El papel de los nuevos ricos lo encarnan dos rostros ya conocidos de otros títulos de HBO, Carrie Coon (The Leftovers) y Morgan Spector (La conjura contra América). Su inmensa fortuna es el colchón que les permite enfrentarse a los prejuicios de la época y reclamar el lugar que les corresponde en la alta sociedad, al precio que sea y caiga quien caiga. La mejor evidencia de que los tiempos están cambiando la tenemos en la escena en la que asistimos al estreno del alumbrado público en las calles por Thomas Alva Edison. Como en Downtown Abbey eso de intercalar hechos históricos reales en mitad de la trama, como el hundimiento del Titanic, está a la orden del día. La primera temporada ha sembrado las semillas para una historia de largo recorrido y que, es de suponer, irán germinando a lo largo de temporadas sucesivas.

Más forzada me ha parecido la inclusión de la familia Scott, para dar a la trama el toque racial. Cuesta un poco de creer que una mujer de color pueda ser la confidente y casi diría yo mejor amiga de la protagonista y que se le vayan abriendo casi todas las puertas en aquellos años, donde los prejuicios estaban a la orden del día. La joven Peggy Scott (Denée Benton) quiere ser escritora y parece haber aterrizado en el sitio correcto para conseguirlo. Casi le hubiera ido mejor en Los Bridgerton de la competencia. En este drama de época de la gran N, los prejuicios raciales parecen haber desaparecido por completo y las personas de color se mueven con toda soltura entre los miembros de la alta aristocracia de principios del siglo XIX. Las jóvenes adolescentes abrazan los valores del feminismo actual y los violines de las orquestas de cámara tocan piezas de Madonna, Alanis Morrissette o Miley Cyrus.

Para esta segunda temporada se incorpora el toque racial hindú con la llegada de las hermanas Sharma, habida cuenta del pasado colonial que ha unido La India con el Imperio Británico, Historias románticas basadas en las novelas de Julia Quinn que parecen inspirarse en la literatura de Jane Austen. A pesar de que la segunda temporada de la serie ya no cuenta en su reparto con Regé-Jean Page y Phoebe Dynevor se limita a aparecer de personaje secundario, de la noche a la mañana ha vuelto a convertirse en la serie más vista de Netflix. La tercera temporada ya la dábamos por hecha, pero es que se nos acaba de anunciar una nueve serie/precuela/spin-off centrada en los orígenes de la Reina Carlota. Ya contábamos con ocho libros por delante, cada uno centrado en un hermano diferente de la familia, pero parece que en la televisión ya se han introducido algunos cambios respecto a sus precedentes literarios, La fórmula para garantizar que haya una cierta continuidad en los personajes y que sus historias puedan seguir evolucionando a lo largo de la serie.