Opinión | Billete de vuelta

Hunosa, de aquí a la eternidad

Hunosa entierra el carbón y se entrega a la nueva religión verde en el altar de la biomasa, que es vegetal y quebrantable. La térmica de La Pereda se alimentará de residuos forestales y agrícolas, y la empresa minera salvará el pescuezo tras haber ganado la subasta de renovables celebrada el pasado martes.

Cuando el futuro pintaba más negro y parecía cercano el finiquito de la compañía, la transición ecológica otorga una bola extra a la cuenca del Caudal, condenada a extinguirse mirando para Cuenca. "¡Más madera, es la guerra!", entonará en unos meses la muchachada del SOMA, como Groucho despiezando vagones para atizar de leña la caldera de la locomotora de un tren en "Los hermanos Marx en el Oeste".

No hay quien pueda con Hunosa, ni siquiera cuando el grupo estatal parecía tambalearse, grogui como un boxeador previo al guantazo que le lleva a la lona. Le ha salvado la campana, aunque ya no suene el turullu. Los investigadores de la Universidad de Oviedo que han descifrado el genoma de la medusa inmortal deberían indagar acerca del inesperado rejuvenecimiento celular de la empresa minera. Y explicarnos de qué manera y basándose en qué fenómeno se ha conseguido el blanqueamiento del ADN oscuro del carbón y el mantenimiento de los telómeros adheridos a la pared de una de las galerías de Nicolasa. Si se rodara una película para conmemorar este inesperado evento, debería ser un "remake" de un viejo filme, "De aquí a la eternidad", con Alperi en el papel de Montgomery Clift.

La futura central de biomasa requerirá de 500.000 toneladas de combustible que quemar al año, a juicio de los expertos. Mucho kilo se antoja. Habrá que echarse al monte, con el maquis. No estaría de más que ardiera en La Pereda todo el matorral y la maleza que inunda el medio rural asturiano a cuenta del doloroso despoblamiento y el abandono de la actividad tradicional agrícola y ganadera. Materia prima sobra.

Suscríbete para seguir leyendo