Opinión

Un paréntesis sin tregua

Vamos por la cuarta convocatoria electoral del año y no sabemos si habrá más

Cualquier convocatoria electoral, no importa que sea de elecciones en una Comunidad Autónoma o al Parlamento Europeo, abre un paréntesis en la política española. Cuando se encadenan varios procesos electorales, la parada se alarga. En el transcurso de ese lapso de tiempo, los partidos hacen campaña y se considera normal que decaiga notablemente la actividad del Gobierno y el Congreso. Sin embargo, vamos por la cuarta convocatoria del año en curso, no sabemos si habrá más, y la vida política, más allá de la disputa del voto, registra una intensidad poco habitual en estas circunstancias, con el estreno de un Ejecutivo nuevo y apenas iniciada la legislatura.

La política de cada día no se toma un respiro ni en el paréntesis electoral. En este intermedio, aún tratamos de descifrar la verdadera intención de Pedro Sánchez al escribir su carta y ausentarse durante unos días, el Gobierno ha faltado a su obligación de presentar los Presupuestos y se ha visto abandonado por sus socios en varias votaciones parlamentarias, prosiguen las diligencias judiciales con implicaciones políticas, en ambas cámaras de Las Cortes y en parlamentos autonómicos se han creado diversas comisiones de investigación, las elecciones catalanas han dejado secuelas que prometen traer alguna complicación y ser duraderas, el Estado español se ha enzarzado en dos crisis diplomáticas graves, y todo esto ha desatado los rumores y las especulaciones sobre el futuro.

Hasta hace quince días, estábamos pendientes del resultado en Cataluña. Ganó Illa y perdió el independentismo, pero la incógnita no ha sido despejada. Ahora estamos a la espera del pronunciamiento de los electores en las urnas europeas. Según la última encuesta publicada por el CIS, dos tercios de los españoles declaran que los temas nacionales pesarán más en su voto que los de la Unión. Los partidos también están planteando las elecciones europeas como una repetición de las generales. Utilizan los mismos argumentos que vienen repitiendo desde el verano pasado. El PSOE propone frenar a la ultraderecha con la papeleta. La aspiración del PP es que el Gobierno sufra un severo castigo, que lo deje a merced de una posterior derrota segura y definitiva. Vox eleva el tono de su agresividad contra el «establishment», que dirige en especial hacia el PP, Sumar y Podemos reanudan su particular batalla y otros pequeños partidos buscan su oportunidad.

El maremágnum de la política española confluye en un punto, que es la estabilidad del Gobierno. La portavoz de Junts recordó en el Congreso que Puigdemont mantiene el pulso por el gobierno de la Generalitat, en claro desafío a Pedro Sánchez, mientras la corriente secesionista más impaciente de ERC se hace oír y prepara una lista para liderar el partido tras el congreso que celebrará en noviembre. Felipe González, haciendo gala de su olfato político, ha lanzado una advertencia acerca de la posibilidad de un gobierno de Illa condenado a sobrevivir bajo el puente tendido desde Moncloa a los independentistas. La izquierda coaligada y los nacionalistas reprochan a la parte socialista del Gobierno que tome iniciativas sin contar con ellos. Esta actitud pudiera obedecer a una táctica electoral o ser la manifestación de diferencias más profundas. El portavoz del PP en el Congreso se ha precipitado al expedir el certificado de disolución de la mayoría parlamentaria. La conclusión, en todo caso, es que el Gobierno se encuentra en mayores dificultades, sin que su continuidad esté garantizada.

Parece que el paréntesis electoral se va a prolongar. Tampoco sabemos cómo se cerrará ni lo que vendrá después. Depende de lo que ocurra en las próximas semanas en Barcelona y en Madrid. Pero el Gobierno pronto tendrá que abordar la negociación presupuestaria, retomar la agenda de los acuerdos con los nacionalistas y ofrecer, en suma, un plan de acción coherente, que cuente con un respaldo parlamentario suficiente y estable, de tal manera que la opinión pública no lo perciba simplemente como un muro de contención cuyo único fin consista en impedir el acceso de la derecha al poder. Si el gobierno fracasa en alguno de estos retos, no le quedará más remedio que recurrir a la cuestión de confianza o, en último término, a la convocatoria de elecciones generales. El resultado de las europeas podría tentar a Pedro Sánchez a subir la apuesta o suponer una sentencia. La fiesta de la democracia ha ido tomando la forma de un plebiscito, un procedimiento que degrada al elector en su condición de ciudadano.

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