Paseo triunfal y salida a hombros de Melendi en su regreso a casa

El cantante ovetense regala un concierto cómplice lleno de éxitos de toda su carrera en el primero de los tres que ofrecerá en La Ería

Chus Neira

Chus Neira

Melendi está ahí encima del escenario de La Ería, todo lo largo que es el chaval, nueve mil almas a sus pies, camiseta negra y ese porte desmadejado y despreocupado del eterno espontáneo, pero está en Oviedo, ve las caras conocidas y no puede dejar de emocionarse, y ya no es el de La Voz, ya no el de la carrera de veinte años, y se emociona y tira de épica y da las gracias "por hacer realidad mis sueños" y dice que es superemocionante y que "ahora no puede". El primero de los tres conciertos que Ramón Melendi ha contratado para estas fiestas de San Mateo fue una comunión total con el público, al que regaló esas canciones que no suelen salir tanto, la de "El Nano", el "Asturias", claro, y hasta subió a la Real Banda de Gaitas de Oviedo al escenario.

Melendi se comportó como los chavales esperaban. El colega al que le ha ido bien y cuando vuelve a casa es generoso, invita. Bien. A todo ese clima de confraternización ayudaron unas canciones y una forma de cantar que es una especie de dignificación del karaoke y una democratización del rock star.

"Ahora ya puedo hablar", dijo después de 16 canciones. "A ustedes no los puedo engañar, y saben que cuando era un teenager atormentado por la vida me iban otro tipo de jardines, pero ahora el único jardín que echo de menos es el de mis enanitos". Era la introduccion a uno de sus temas más coreados. Antes habían sonado ya otros "hits" del asturiano: "Caminando por la vida", "Un violinista en tu tejado", "Tu de Elvis y yo de Marilyn", "Barbie de extrarradio" o "Piratas del bar Caribe".

Así fue el primero de los tres conciertos que Melendi ofrecerá en Oviedo

Chus Neira

Y antes de todo eso, la cantidad de espectadores que llenó la sesión de ayer (como harán hoy y mañana) obligó a un dispositivo de seguridad inédito en el que se ordenó hacer una única cola que rodeó todo el Carlos Tartiere hasta llegar casi a La Argañosa. La fila, no obstante, funcionaba y corría rápida, como un paseo, sin traumas para el variado público del cantante, que toca el palo familiar, el adolescente y los jóvenes de corazón.

Dentro de la Ería, recinto lleno pero con margen para moverse, hubo todo tipo de facilidades para circular y buscar hueco y un montaje ya de por sí propicio al juego de los teléfonos móviles, con unas pantallas gigantes simulando inmensos terminales.

Tanta complicidad entre el público y épica hubo que hasta un fan, primeras filas, aprovechó para declararse ahí, a la tercera canción, y el cantante lo confundió con "un jamacuco" y mandó parar. Pero no. Era un chaval que se había traído el anillo de compromiso y una camiseta de "¿Te quieres casar conmigo?" para "hacerlo grande". Tanto que Melendi paró por él. Pensó que era una pelea y luego ya vio de qué iba: "Como un gol del Oviedo en casa".

Así fue descolgándose la primera noche de Melendi, con el mismo espíritu que él canta en "Cenizas en la eternidad": "dejándome los huevos en cada canción, cantando como locos". La camiseta sudada y las gaitas encima del escenario. Nadie le podía pedir más. La banda, tres guitarras, un chelo, un sonido preparado para aupar, redondeó la noche. Y Ramón Melendi, después de su "Asturias" con banda de gaitas, todavía siguió. Con "Cheque al portamor", "Lágrimas desordenadas" y la promesa de hacerlo más veces, todavía mejor y más fuerte.

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