Diálogos mateínos

El porcentaje Vanesa

Una receta para curar el mal de amores en La Ería

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

Antepenúltimo día de las fiestas de San Mateo. La Ería. Vanesa Martín.

Estaba tan tranquilo comiendo el bollu en el Campo San Francisco, a solas con mi botellita de vino sentado sobre una manta porque habían caído cuatro gotas, cuando me entró un WhatsApp del compadre.

(BIPBIP)–¿Vienes conmigo a Vanesa Martín?

–Qué pasó, si me dijiste que ya tenías plan con una chavala.-. le contesté por audio.

(BIPBIP)–Me la liaron, manín.

Un rato después, ya tomando unos culetes de sidra en la zona de Valentín Masip, me cuenta el drama. Resulta que, como todos los años, fue hasta Montecerrao a ver los fuegos artificiales. Y le pasó lo que le pasa siempre. Ante tal espectáculo de color explosivo, tanto fuego dibujando ilusiones en el cielo, el arte de la pirotecnia confundió a su corazón.

–Carbayón, de repente a mi lado estaba la mujer más guapa que había visto en mi vida. Una diosa. Tenía que decirle algo, sólo tenía una oportunidad. Tenía que asegurar el tiro.

–¿Y qué fue lo que le dijiste?

–Que se parecía a Vanesa Martín. Nunca me falla. Aunque esta vez no se cómo coló, porque era pecosa y pelirroja, metro ochenta y seis, pelupinchu y tatuajes. Le dio risa, claro, y bueno, ya sabes tú que cuando les muyeres se ríen no lo tienes todo perdido.

–En tu caso, se podría decir que hacer que se rían es tu única arma de seducción.

–Total –continúa sin hacerme caso– que le digo: Si me das tu teléfono te invito mañana al concierto de tu hermana gemela. ¿Qué hermana? Vanesa Martín. Se meaba de risa, primo. ¡Y me lo dio! La acompañé un rato y nada más despedirnos saqué las entradas por internet.

–Entonces, ¿qué hago yo aquí contigo?

–Pues que cuando la llamé hoy por la mañana me encontré con que lo que me había dado era el teléfono del Kebab de Los Prados. Engañóme, manín.No me consuela ni el menú Lahmacun que tuve que pedir para disimular.

–La historia de tu vida– le respondo entre carcajadas, dándole un abrazo fraternal.

–Pero hay que buscarle el lado positivo, amigo. Si lo piensas bien…. ¿Dónde estamos?

–¿En un concierto que no queríamos ver?

–Error, babayu. Estamos exactamente en el punto geográfico de las fiestas de San Mateo con mayor porcentaje de público femenino. Vanesa Martín habla directamente al corazón de les muyeres. Los pocos paisanos que han venido lo han hecho obligados, no entienden, están en la barra tomando cacharros. Vamos a triunfar, ye un plan sin fisuras…

Se apagan las luces de La Ería, salen los músicos, empiezan a tocar, la voz de Vanesa Martín recita los primeros versos de amor de la velada. Sale al escenario con un traje blanco ribeteado con plumas. Un grito entusiasmado, una coral de voces exclusivamente femeninas.

Es un ángel–. suspira el compadre, antes de empezar a gritar -. ¡Guapa, guapa, guapa!

Es entonces cuando una treintena de rapazas, todas las que teníamos alrededor, nos miran con cara de "Pero… ¿qué coño…?". El compadre no se inmuta. Pone cara de bueno y dice, como disculpándose, llevándose la mano al pecho:

–Es que Vanesa es la responsable de mi educación sentimental– pero a mí me susurra al oído: "Esa frase… aprendila en la película Love actually".

Viejo pícaro, quién sabe, puede que este San Mateo triunfe.

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