Opinión | Crítica / teatro

Melancolía chigrera

Maxi Rodríguez busca la esencia de los bares como ecosistema con un texto brillante

La representación de «El chigre menguante» en el Filarmónica.

La representación de «El chigre menguante» en el Filarmónica. / David Cabo

Ficha del espectáculo

  • "El chigre menguante"
  • Dirección y dramaturgia: Maxi Rodríguez
  • Intérpretes: Luis Alija, Nerea Vázquez, Carlos Mesa, Alberto Rodríguez y David Varela
  • Teatro Filarmónica, sábado 4 de mayo, 19.00 horas

El chigre como ecosistema, microcosmos y centro neurálgico de una comunidad que mengua y desaparece ante nuestros ojos, y cuya esencia busca Maxi Rodríguez en un texto brillante que combina el humor y la melancolía a partes iguales. Saltantes Teatro no pudo encontrar mejor manera de celebrar su décimo aniversario que rodearse de un reparto sobresaliente y rendir homenaje a ese templo y emblema de asturianía que son los chigres. Y lo hace con una comedia musical en la que el músico y lutier David Varela, acordeón en ristre, genera un espacio sonoro entrañable, divertido y emotivo, que es el nexo entre los diferentes sketches de esta obra coral, que rezuma buen rollo entre sus intérpretes. Maxi es un gran observador y en esta pieza, inspirada en su libro "¿Cómo ye lo nuestro?", logra captar ese gesto, esa frase o esa costumbre que nos define y nos ayuda a reírnos de nosotros mismos, haciendo un repaso de nuestra historia más reciente. Cuatro paneles de cajas de sidra, una barra, una mesa y un tonel configuran un espacio escénico versátil concebido para que se luzcan los protagonistas. Las estampas del chigre de la Transición, con la celebración de la muerte de Franco (genial Alberto imitando a Arias Navarro), o el refugio de la tragedia en las cuencas mineras, donde se constituye en foco de solidaridad y conciencia política, alternan con las de la movida en los años 80 y, finalmente, con las de la actualidad, desvirtuado por los escanciadores eléctricos y enmudecido por los móviles, "Siri, mataste al chigre". Si algo nos define a los asturianos es el exacerbamiento del amor a la tierrina cuando estamos fuera y el desprecio por ella y por lo de casa una vez que estamos dentro. El acertado retrato de toda la fauna que puebla el chigre se logra gracias a la labor de unos actores inspiradísimos: Carlos como el combayón y el repunante y Berto como el babayu, el benditu, el masuñón y el charrán. Luis Alija está muy bien y desempeña un papel fundamental como el berciano, necesario contrapunto y visión desde fuera que genera situaciones de gran comicidad. Nerea Vázquez ejerce de narradora y al mismo tiempo se luce en distintos personajes con su habitual remango, espontaneidad y campechanía, o en números musicales, como la parodia de "Grease", con mucha gracia. Berto Rodríguez y Carlos Mesa, dos animales escénicos que se meten al público en el bolsillo, protagonizan los momentos más hilarantes en dos auténticos duelos: la partida de cartas narrada en clave de western y con los efectos especiales de Varela en directo y la lucha a bastonazos de dos jubilados haters por un periódico apalancado, uno de mis favoritos. No faltan las reflexiones sobre el amor líquido y la sologamia, la crítica a la pérdida de relaciones auténticas y a la sociedad de las prohibiciones y lo políticamente correcto. Un espectáculo desternillante, con un ritmo muy ágil, que se ganó los aplausos de un público entusiasmado y que tiene un cierre melancólico y reflexivo, un relato que sabe a despedida, el de una Asturias menguante y envejecida, que tiene en los chigres su último baluarte.

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