Opinión

Qué se le va a hacer

Sobre la prohibición de comer carne de cerdo en algunas religiones

Eyy, que nadie piense que esto que voy a contar va a ir en demérito o crítica de alguna religión o creencia. Me confieso católico, apostólico y todo eso, y respeto a las demás religiones y creencias, o la ausencia de ellas, de la misma forma que me gustaría que respetaran la mía. Lo que pasa es que uno, además de ser católico, apostólico y todo eso, es porcófilo, es decir que del cerdo, o gocho como aquí lo llamamos, me gustan hasta los andares, qué se le va a hacer.

Y ahora os cuento: hace unos días, mientras compartía en Noreña una espléndida comida a base de sabadiegos, picadillo, patatines y huevos de los de caleya con la "Cofradía de Damas y Caballeros del Sabadiego", antigua "Orden del Sabadiego", uno de los asistentes comentó que es una pena que haya religiones que prohíban el consumo de la carne de cerdo y que no entendía esa prohibición. Y ahí me acordé de una explicación que hace años me dio un amigo, y que me gustaría que conocierais. Allá va.

Fue en Melilla; de aquella era yo un chavalete, o sea que ya llovió algo, y una tarde fui a pasar un rato al parque del centro con dos amigos, un chico judío y otro musulmán que creo recordar que se llamaban David y Abdel. La cosa es que llevé para merendar un bocadillo de jamón, y a la hora de sacarlo, yo, que no llevaba allí mucho tiempo, les ofrecí que si querían probarlo. Ellos me miraron con cara extraña y me dijeron que no podían comer cerdo. David, el judío, que en cuestión de tarro, y como todos los judíos, que así era la cosa, nos sacaba cabeza y media a los demás, me explicó el origen de esa prohibición.

–Mira –me dijo– lo que te voy a explicar empieza con los principios del pueblo judío, que era un pueblo nómada de los que pastoreaban por tierras áridas y secas criando ovejas y cabras. Más tarde llegó el cerdo, que vino de Asia, y tenía el problema de que consumía mucha agua y además no producía ni leche ni pieles. Si en una zona donde hay criadores de cabras y de ovejas que tuvieran una balsa o un lugar con agua para que vivieran sus animales, llegase un cerdo, lo primero que haría el animal sería meterse en el agua para refrescarse, dejándola inservible para los demás animales, vamos que a ese cerdo y a su pastor lo correrían a pedradas. La solución que se adoptó fue vía religión, y ya en el Génesis y en el Levítico se declaró al cerdo animal impuro; y eso que empezó como una cuestión casi puramente económica y que ahora tendría fácil arreglo, pues la cosa es que quedó ya como uno de los signos identificativos de la religión judía.

–Después -continuó diciendo- vino la religión musulmana, que es una religión tardía y que recoge muchas cosas de las religiones judía y cristiana, y una de las normas que cogió de la religión judía fue la prohibición de comer carne de cerdo, quizá por unas razones inicialmente parecidas a las que antes dije y que hoy en día tendrían fácil solución, pero ya ves, también quedó como algo identificativo de la religión musulmana.

Abdel asintió con un rictus de resignación.

–Y la religión cristiana, que proviene de la judía, ¿por qué no tiene esa prohibición?, le pregunté yo mientras seguía dando cuenta de mi estupendo bocadillo de jamón.

–Pues mira, los primeros cristianos sí que la tenían. Pero un buen día, uno de los padres de vuestra Iglesia, San Pablo, tuvo a bien mandar una carta a la iglesia de Corinto en la que les dijo que "coman de todo lo que se vende en la carnicería, sin preguntar nada por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella". Y a partir de ese día le cogisteis por la palabra y ancha es Castilla y a criar cerditos y a coméroslos después, que no dejáis ni el rabo -me contestó David con algo de envidia en la mirada.

Pues bendito San Pablo, pensé mientras acababa el bocadillo. Y también volví a darle gracias al santo en esa comida de Noreña cuando escuché la pregunta del compañero de mesa mientras disfrutaba de los sabadiegos y del picadillo con sus patatines y mojaba un poco de pan con la salsina y acompañaba todo con un par de buenos vasos de vino. Qué se le va a hacer, sentí mientras me acordaba de aquellos amigos David y Abdel. Qué se le va a hacer.

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