Pueblo ejemplar con cheira

La navaja rural es una herramienta de trabajo, España no es regicida y Cadavedo no es Tombstone

sin cheira y con atuendo de fiesta. Dolores Martínez peina a su madre, Pilar Méndez, de 87 años, para la ocasión. La octogenaria quiere lucir de gala en una cita «que lo merece». La familia vive cerca del monolito y tendrá unas vistas privilegiadas para seguir los actos centrales de la jornada: «Guapos hay que estar». | A. M. Serrano

sin cheira y con atuendo de fiesta. Dolores Martínez peina a su madre, Pilar Méndez, de 87 años, para la ocasión. La octogenaria quiere lucir de gala en una cita «que lo merece». La familia vive cerca del monolito y tendrá unas vistas privilegiadas para seguir los actos centrales de la jornada: «Guapos hay que estar». | A. M. Serrano

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Cadavedo ganó el premio de la Fundación Princesa de Asturias al "Pueblo ejemplar" con la cheira en bolsu. Nos alertó sobre este "uso y costumbre" Óscar Pérez Suárez, el alcalde socialista de Valdés, que conoce a sus vecinos. "Pa ver al Rey, la cheira en casa", bromeó. Como conoce los usos y costumbres pacíficos de los vecinos de Cadavéu, también podría haber enviado un mensaje a la Casa Real diciendo que, para ir al pueblo, los reyes podían dejar en los cuarteles a la policía, la guardia civil y todas las gentes de armas que les acompañan. Tiene la fuerza moral de que es un pueblo ejemplar y si los vecinos llevan navaja o cuchillo en el bolsillo no es para punzarse unos a otros, sino para cortar pan y chorizo, pelar una manzana, sacar punta a un palín o hacer una flauta a un hijo o un nieto.

La navaja es un instrumento multiusos con el que navajear es una actividad residual y minoritaria. La más famosa del mundo es la navaja suiza, la cheira de un país neutral desde hace 207 años con un pequeño ejército de uso interior. Su navaja es civil: saca corchos, abre botellas, lima, desatornilla y corta y la usan para andar por el monte en pantalón corto mientras cantan a la tirolesa uololeiuololei. Si se la das a un héroe de Hollywood acaba con un grupo de muyahidines y mata a su líder con el mondadientes de plástico, pero por la violencia estadounidense. La navaja de la cruz blanca es más de la Cruz Roja que de los boinas verdes.

La navaja es un arma cargada de pasado, de cuando había muchos navajeros porque abundaban las navajas en los bolsillos y en los escaparates. A los niños de mi generación se les regalaban monederos de taco para la calderilla y una navayina de hombres piquiñinos y no era problema hasta que algunos daban el estirón de cuerpo y de navaja a la edad en la que los otros nos desarmábamos.

La navaja es un instrumento de campo que se vuelve asesino en la ciudad. En nuestra tradición, las fiestas acababan a palos y pedradas. Palacio Valdés en "La aldea perdida" atribuye al minero (industrial) la introducción de la navaja y la pistola en las peleas de la verbena. La navaja de los vecinos de Cadavedo es parroquial, aunque el bando del alcalde los convierta en bandoleros para las miradas ajenas y lejanas.

La navaja campesina es civil y si alguna vez recibe el premio Princesa al pueblo ejemplar Taramundi, famosa por sus triángulos afilados, nunca irá la ministra de Defensa como iría protocolariamente a una fábrica de armas ni verías a Pedro Morenés, que fue ministro de los ejércitos y sin embargo empresario del ramo.

Acierta el joven alcalde en advertir que su recomendación es por razones de seguridad, pero no porque los 435 vecinos, perfectamente censados, identificados, investigados y controlados, vayan a hacer de sus navajas un peligro sino porque seguridad así lo exige. La Seguridad es un entramado de varones altos vestidos de traje o de uniforme, cargados de armas de fuego cargadas, situados a ras de suelo y en altos y con apoyo aéreo.

Esto se repite por donde van los reyes, la princesa y la infanta, por las calles en que sus coches circulan dejado una estela de camión al paso de ovetenses puestos en pie en las terrazas; en el auditorio donde se reúnen para verlo un millar largo de personas encopetadas que tienen las manos ocupadas en atusarse y aplaudir.

La Seguridad es así. Va a visitar un pueblo ejemplar que es una parroquia asturiana como iría a un boomtown, aquellos pueblos del salvaje Oeste brotados en torno a una explotación minera –barro, sífilis y pólvora– con sus cabañas, su salón, su burdel y sus mesas de póquer donde se acababa a tiros. Cadavedo es como Tombstone para La Seguridad.

Para esa recreación idílica del mundo feliz de la aldea perdida que es la ceremonia del pueblo ejemplar, un alegre reflejo de lo que han avanzado los pueblos y los reyes desde el medievo, no habría que pedir que dejaran la cheira en casa para ver al rey sino que llevaran la navaja de gala, la de plata o la de las cachas de madera noble decorada. La navaja que lleven para La Regalina, si es que ese día la mudan.

La otra opción, alcalde, es pedirle a la familia real que acuda desarmada a ver a gente de pueblo que les recibe con su mejor ropa, sus mejores platos, su mejor sonrisa y unos nervios que desafían la continencia urinaria, quienes, para estar con sus hijos y nietos cerca de una atractiva pareja de mediana edad y sus dos hijas tan monas con cargo al Estado se ven rodeados por más armas de las que traían los normandos cuando atracaban en La Ribeirona.

España nunca ha matado un rey, ni por justicia ni por violencia, y su regicida más famoso, (calificación que se obtiene en grado de tentativa) actuó hace 116 años en Madrid, al paso del bisabuelo Alfonso XIII, todo lejísimos de Cadavéu, que está aquí mismo.

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