La Granda (Gozón),

Juan C. GALÁN

Rosa Kraus llega sedienta a su cita con LA NUEVA ESPAÑA. Acaba de meterse entre pecho y espalda un buen plato de pote asturiano en el Palacio de San Cucao de Llanera. Las viandas recién ingeridas comenzaban a hacer su efecto, aunque un trago de agua y el recuerdo de su padre le sirven de refresco. Rosa Kraus participa estos días en La Granda en un seminario en torno a la figura de su padre, fallecido ahora hace ya una década.

-Los nombres de Alfredo Kraus y la comarca de Avilés vuelven a estar unidos, ¿sabía que su padre había programado un concierto en la iglesia de San Nicolás de Bari, en Avilés, poco antes de su fallecimiento?

-(Sorprendida) Realmente desconocía ese dato. Me acabo de enterar, pero es factible. De hecho en Avilés reside uno de sus últimos alumnos, Aurelio Gabaldón, con el que le ligaba una estrecha relación. En realidad, a mi padre siempre le gustó mucho Asturias. Incluso llegó a grabar tres canciones asturianas en un disco de Joaquín Pixán.

-¿Qué le contaba su padre de Asturias?

-En mi casa siempre se habló muy bien de Asturias, a mis padres les encantaba. Contaban que, sobre todo, se lo pasaban bien, que creo que es un gran piropo. Cuando visitaban Asturias, venían principalmente a Oviedo. Eran grandes aficionados a la temporada de ópera. Además mi madre era una gran compradora y siempre decía que en Asturias se encontraba muy a gusto de compras, que las tiendas tenían mucho estilo.

-Alfredo Kraus ha pasado a la historia por ser uno de los grandes tenores de todos los tiempos, pero se desconocen otros ámbitos de su vida, por ejemplo, ¿le gustaba el fútbol?

-Muchísimo, era madridista hasta la médula. Y bastante forofo, por cierto. Bueno, del Madrid y de la Unión Deportiva Las Palmas.

-Siempre ha dado la impresión, por su porte y sus capacidades físicas, de que su padre fue un gran deportista, ¿es así?

-Era un nadador empedernido. De joven fue nadador de bastante éxito. En Canarias la natación es muy popular. Durante su carrera artística siempre practicó deporte.

-¿Hacía footing?

-No, no era muy de correr. Nadaba y en casa teníamos un gimnasio donde hacía sus tablas de ejercicios y de respiración.

-Alfredo Kraus tenía fama de coqueto, sobre todo con lo referido a su pelo. No permitía que nadie se lo tocase.

-En realidad, lo que no le gustaban eran las pelucas que le ponían en las representaciones, pero, sí, era muy cuidadoso con su pelo. Se echaba lociones a diario para no perder cabello. También era muy meticuloso con sus trajes. Se los hacía un sastre italiano, Emilio Polletti.

-¿Qué música sonaba en casa de Alfredo Kraus?

-Durante el tiempo que vivimos en Italia, sonaba mucho los cantantes melódicos de aquella época. Modugno, Cinquetti. Luego, ya en España, sonaban muchos tangos. A mi padre le encantaba el tango. También el folclore, sobre todo el canario. Cuando mi hermana Patricia y yo éramos adolescentes éramos muy rockeras.

-No veo yo a su padre muy rockero.

-No, no lo era. Siempre estaba diciéndonos que bajásemos el volumen. Pero, mire por donde, le gustaba «Led Zeppelin». Le asombraba la capacidad vocal de Robert Plant.

-Tras esa fachada de hombre riguroso, ¿latía un corazón progresista, como se ha dicho en alguna ocasión?

-Mi padre era muy progresista para unas cosas y conservador para otras, pero siempre dentro de una visión moderna de las cosas. Hay que tener en cuenta que en la década de los sesenta vivió en Estados Unidos y convivió con gentes de muchas nacionalidades. Eso le abrió la mente.

-Alfredo Kraus siempre se apartó de la mercadotecnia por la que apostaron otros tenores de su generación. ¿Cree que este hecho le apartó de una mayor popularidad?

-No, nunca estuvo lejos del público. Lo que pasa es que tuvo otra clase de popularidad. A mi padre no le gustaban las demostraciones, pero, aun así, se le sigue recordando a nivel popular por sus interpretaciones de zarzuela. Su decisión quizá sí le alejó de los superventas, pero nunca se arrepintió.

Como decía Clarín, a Rosa Kraus «la nacieron» en Milán en 1958, en la época en que sus padres residían en Italia. A los 7 años se afincó junto a su familia en Madrid. «Mi padre quería que mi hermana y yo tuviéramos una educación española», subraya Kraus, que completó su educación en el Colegio Estudio de la capital de España, uno de los semilleros de la izquierda española. Tras hacer sus pinitos musicales, más como instrumentista que como vocalista, Rosa Kraus rige una empresa de representación artística. Además codirige, junto a su hermana, Patricia, la Fundación Alfredo Kraus, con la que se propone crear un museo sobre su padre.

«En mi casa siempre se habló muy bien de Asturias, a mis padres les encantaba: visitaban Oviedo con frecuencia»

«Alfredo Kraus era un nadador empedernido, durante su carrera siempre se mantuvo en forma»

«Mi padre era muy progresista para unas cosas y conservador para otras, pero siempre dentro de una visión moderna»

«En el escenario, odiaba las pelucas; cuidaba muchísimo su cabello, se echaba lociones a diario»