Mosqueo

Miguel González Pereda

Miguel González Pereda

Estuve que si sí, que si no, de comprar el libro escrito por el biólogo sueco Fredrik Sjöberg “El arte de coleccionar moscas”. Al final decidí que no, no puedo con las moscas ni en papel, me parecen muy guarras, todo les va bien, van zumbando de un detritus fecal a una fruta, al esputo, a la vomitada callejera, a la tarta de nata, al pincho de tortilla, para posarse después,  sin ningún respeto, en  la comisura de la boca abierta del señor que está durmiendo la siesta. Son asquerosas. Y pesadísimas hasta la irritación. Augusto Monterroso dice que actúan de vengadoras en nombre de  alguien,  no lo sé, en mí posiblemente  se venguen de las putadas que les hice de niño, soltándolas después de quitarles las alas, o atravesando a sus parientes,  los tábanos y moscardones, con una hierba seca para verlos volar semejando aviones.

Quizás tolere algunos tipos de mosca, quizás las moscas de las flores que estudia el investigador nórdico, que como las abejas liban y se alimentan  de su néctar, pero no, no lo voy a intentar por si las moscas.

 Verlas morir a cientos, cuando llegan los primeros fríos, tras los cristales que calienta el ya cansado sol otoñal, me produce una sensación extraña  de desagrado  y asco, el mismo que me producía de pequeño verlas pegadas en aquellas cintas atrapamoscas que en algunas casas y establecimientos colgaban del techo, o restallando y crujiendo electrocutadas en las máquinas que las atraía con una luz ultravioleta. También era muy efectivo en su eliminación la utilización de aquel “fly” de mango aspersor y pulverizador cargado de DDT que mataba todo lo que se movía.  Lo cantaban en la radio con total honradez y sin engaño: “¡DDT Chas, DDT Chas, no hay quien te aguante, tú como el gas la muerte das en un instante, no hay ocasión de salvación donde tú estás!. ¡DDT Chas, DDT Chas, DDT Chaaaaaas!”.

La verdad es, que no siendo las moscas comunes y las carniceras, esas grandes y de color verde, el resto de bichos los tolero muy bien, algunos, las arañas, me fascinan, de pequeño me gustaba observarlas y recogía las telas que hacían en una cartulina que había untado ligeramente con engrudo casero para poder ver mejor sus complejas estructuras. Cuando la araña se descolgaba para huir, cogía su hilo y lo iba enrollando en los dedos, cuando  llevaba un rato cayendo, se mosqueaba y comenzaba a subir para ver qué pasaba, supongo, en el momento que se acercaba  al dedo  lo movía o golpeaba con suavidad y volvía a descolgarse rápidamente, normalmente terminaban tirándose al vacío aburridas o desesperadas, era entretenido. Las telas de araña las usábamos para cortar la sangre cuando nos hacíamos una herida, y no, nunca se nos infectó ninguna. Además las arañas cazan moscas.

Entiendo al biólogo sueco, y a las personas a las que les encantan los bichos y los coleccionan. Hace unos cuantos años, en el buzón de cumbre de una hermosa montaña del oriente asturiano, hallé una carta muy sentida, muy emotiva, de despedida a un familiar cuyas cenizas habían esparcido por el lugar de connotaciones afectivas para el fallecido, y al que le deseaban  un descanso  en paz, acompañado de los insectos  y bichos que por allí pululaban y que en vida tanto le gustaban. Luego me enteré que su importante colección entomológica fue donada por la familia a un Museo de Ciencias Naturales.

No, nada de moscas, me decido por el  último premio “Emilio Alarcos” de poesía, del leonés Sergio Fernández Salvador : “Cielo sin caminos”, concedido el día que Asturias rompía de nuevo “el secular aislamiento”,  al decir de los políticos, sin recordar que ya lo dijeron cuando la autopista del Huerna, el Negrón, la del Cantábrico, el aeropuerto, etc., y se me ocurre que a lo peor es que en Asturias  hay que estar rompiendo aislamientos continuamente, tenemos muchos caminos pero sin cielo al que ir, probablemente por falta de quien sepa por donde se va y nos guíe. O sí. A lo mejor hay quien lo sabe pero no le dejan, vaya usted a saber, que normalmente cuando trabajas en una delegación tienes que seguir los dictados de la central.

“La exigencia de Asturias es lo primero”, dijo, “pero siempre construyendo desde la lealtad institucional”, añadió, no fuera  a ser que Institucional no tenga bastante para dar a los que no respetan la lealtad institucional. Para qué decir más. Y quizás tenga razón, que en boca cerrada no entran moscas.