Villaviciosa monta el Belén

Miguel González Pereda

Miguel González Pereda

La Navidad oficial, entendiendo como oficial la de la Iglesia católica, comienza  el día 25 de diciembre y finaliza el 6 de enero, Día de Reyes.  Primero fue el día 22, con el canto y sorteo de la lotería, el que pasó a formar parte de las festividades navideñas. Después, con la iluminación de calles y plazas se  fue adelantando el tiempo de la Navidad. A día de hoy, el día de San Andrés y primeros días de diciembre son los que marcan el encendido navideño con ceremonial propio de gran inauguración y ¡Oooh! de general admiración. Algunas ciudades, en esa competencia por demostrar que la suya es la más grande y tiene las mejores bolas y brillantes adornos, se han adelantado y comenzado a instalar la iluminación en septiembre, con el fin de atraer turistas e incentivar las compras, dicen. Lo que no ha variado son las vacaciones escolares, comienzan el día 22, con el canto de la lotería, y se terminan, con gran pesar de alumnos y profesorado, uno o dos días después del  Día de Reyes.  

Es en el siglo IV, cuando la Iglesia declara que el nacimiento de Cristo fue en la noche del 24 al 25 de diciembre, en esa fecha los romanos celebraban el solsticio de invierno,  en honor de Saturno, dios protector de las cosechas y la agricultura, y el nacimiento del nuevo año, adornaban las puertas de las casas con laurel y, con el fin de dar más seguridad en las calles, durante la noche encendían luminarias y las alumbraban con antorchas, candiles y farolillos. Por la coincidencia de estas celebraciones con las primeras que hacían los cristianos de la Navidad, se podría decir que, aunque coincidentes y aprovechando las de los Saturnales,  estas fueron las primeras iluminaciones navideñas.

En el siglo XVIII, son las familias acomodadas alemanas las que, como signo de ostentación, durante la Navidad  iluminan y adornan con guirnaldas de papel y farolillos las fachadas de sus casas, cosa que desde el siglo XVI  venían haciendo con un abeto que colocaban en el interior de sus hogares, decorándolo con velas, manzanas y nueces,  costumbre heredada, probablemente,  de los pueblos celtas que, durante el solsticio de invierno, adornaban los robles con frutas y luces como fórmula de reanimación de la vida y de fertilidad. La costumbre pasó a otros países europeos, a América y a todo el mundo.

En España es a mediados del pasado siglo cuando los grandes almacenes comerciales comienzan a adornar las fachadas de sus edificios,  y los ayuntamientos las calles y plazas  céntricas. En Villaviciosa fueron los comerciantes de la calle del Sol, en los primeros años de 1970, los que pusieron el primer alumbrado navideño en la calle, fueron imitados años después por los comerciantes de otras calles para, finalmente, ser  el Ayuntamiento quien ilumina y adorna las calles, plaza y jardines de la Villa.

Otra cosa son los belenes. Este año se conmemoran los ochocientos años de la creación del primer portalín, aquel belén viviente que San Francisco representó,  durante la misa del gallo de la Nochebuena de 1223, en la localidad de Greccio, proclamando el evangelio que narraba el nacimiento del hijo de Dios en Belén. Los frailes franciscanos  mantuvieron aquella primera representación,  con figuras de terracota y madera que instalaban en sus iglesias y conventos durante la Navidad, y es de la mano de los franciscanos del convento de San Juan de Capistrano,  y de las hermanas de Santa Clara en el de la Purísima Concepción,  como llegaron, a finales del siglo XVII, el portalín y la Virgen del Portal de Belén, a Villaviciosa.

Aquellos  primeros  nacimientos, irradiaron como un micelio, una especie de red emocional que brota por las casas de la Villa durante el tiempo de la Navidad en forma de portalín. Y desde entonces, todos los años,  se monta el belén en Villaviciosa.

Cuando se acercan estas fechas, y en Villaviciosa se abre la caja que guarda las figuras, sacamos en primer lugar los montes de  Peón,  Osil, Pelapotros, Cualmayor, Arbazal, Miravete, Peña Cabrera y todos los que cierran y cuidan el concejo, y los vamos colocando en su sitio y los adornamos con muchos árboles, mofu y oveyes, ponemos después los valles de Peón y de Valdediós, llenos de prados verdes, pomaradas y tierras con maíz y fabes. Con papel de plata orientamos, monte abajo, hacia la ría, amplia y brillante hasta la mar, los ríos Ñora, España, Viacaba, Obaya, Profundu, Rozaes  Linares y Sebrayu.  Los puentes de corcho, piedra o madera los vamos poniendo sobre los ríos, uniendo orillas y, con serrín, hacemos  los caminos que serpentean por todo el  nacimiento. Con cuidado de no romperlas, extraemos las veintinueve iglesias románicas y prerrománicas, y las casas, cuadras, llagares, hórreos y paneras de las cuarenta y una parroquias que tenemos guardadas por orden alfabético, tal como las aprendimos en la clase de don Luis Cortés: Amandi, Ambas, Argüeru, Arnín, Arroes, Bedriñana, Breceña…y las vamos disponiendo en su lugar. Distribuimos después las vecinas y vecinos realizando las distintas labores de la aldea, cada año se nos rompe alguna figura y nos van quedando sin pastores, labradores y ganaderos, difíciles de sustituir porque ya no los hacen. Tazones, el puerto, sus chigres, los pescadores y las lanchas los ponemos a la orilla de la mar. Las tiendas, comercios y mercado las repartimos por todo el casco urbano de la Villa exponiendo sus mercancías y productos de fabricación local. No nos puede faltar el turronero trabajando en la fábrica de La Espuncia. Colocamos el “Villaviciosa hermosa” de Vicente el del Café, como ángel anunciador digital. Al coro parroquial lo ponemos en la iglesia de arriba para que nos emocione, un año más, con la Misa Pastorela. A la abadesa de las clarisas, frente al pesebre recitando su último poema a la Natividad de Jesús, tras ella, a la Coral Capilla de la Torre preparada para dar un concierto a la Sagrada Familia. La banda municipal de música, la banda de gaitas y las carrozas de asociaciones y parroquias, en la cabalgata que acompaña a los Reyes Magos camino del Portal. No tenemos castillo de Herodes, lo trasladaron  a Oviedo con el IPLA. El hombrín defecando, tampoco, se nos perdió y no lo repusimos. Algún exegeta solicitó su vuelta interpretándolo como símbolo de fertilidad de la tierra, pero no tuvo mucho apoyo, se estimó que con el cuchu teníamos bastante y que si tenía que hacer de vientre, mejor que lo hiciera en otra parte.

La figura que no puede faltar  es la del  Nicolás, suele ir disfrazado de pastor o menestral napolitano, ocupa un lugar discreto, pero  desde el que puede, controlar y repasar todo el portalín, para que todo esté en orden y en su lugar, sin perder la visión de otros belenes ni  la ruta que los une.  

Y así, en Villaviciosa montamos el belén un año más. Este año además, con motivo del octavo centenario, el papa Francisco ha concedido indulgencia plenaria a todas aquellas personas que entren en una iglesia franciscana y recen ante el portalín. En Villaviciosa tenemos dos iglesias franciscanas con portalín incluido. Merece la pena venir a ver lo bien que lo montamos.