El Prado restaura el "Cristo crucificado" de Carreño Miranda para su próxima exhibición

Según la ficha descriptiva del museo, junto con la "Virgen de Atocha", del mismo autor, es uno de los más interesantes ejemplos de la pintura de imágenes de devoción

"Cristo crucificado", de Carreño Miranda.

"Cristo crucificado", de Carreño Miranda.

Francisco L. Jiménez

Francisco L. Jiménez

El avilesino Juan Carreño de Miranda pintó "Cristo crucificado" entre 1660 y 1670, el cuadro acabó en el almacén del Museo del Prado junto a las cientos de obras que la prestigiosa pinacoteca española no puede exhibir por falta de espacio y ahora, el mismo año en que otro "Carreño Miranda" ("Eugenia Martínez Vallejo, vestida") se puede ver en la localidad natal del pintor de la Corte de Carlos II, el equipo de restauración del Prado se ha puesto manos a la obra para restaurar el lienzo religioso con vistas a su próxima exposición.

Así lo contó ayer en el Centro Niemeyer la restauradora del Prado María Álvarez-Garcillán, que dio una conferencia sobre la técnica y el estilo de Juan Carreño de Miranda dentro del marco de las actividades organizadas en paralelo a la muestra en Avilés del cuadro "Eugenia Martínez Vallejo, vestida". La experta en arte dejó entrever que la ocasión para admirar el "Cristo crucificado" obra de Carreño bien podría ser la exposición "Darse la mano" que prepara El Prado y que aunará pintura y escultura.

"Cristo crucificado" es un óleo sobre lienzo, de 223 por 168 centímetros, que El Prado no tiene expuesto por falta de espacio. Según la ficha descriptiva del museo, "junto con la ‘Virgen de Atocha’ del mismo autor, es uno de los más interesantes ejemplos de la pintura de imágenes de devoción, trampantojos a lo divino, cuya función era la de sustituir a los ojos del fiel devoto, la piadosa y famosa escultura por su ‘verdadero retrato’, con tal eficacia imitativa que se pudiese pensar hallarse físicamente ante ella".

El Prado restaura el "Cristo crucificado" de Carreño Miranda para su próxima exhibición

María Álvarez-Garcillán. / Mara Villamuza

El lienzo reproduce un verdadero camarín, con su arquitectura decorada ricamente, y un fondo de fingido espacio arquitectónico. La imagen se ciñe con corona de rosas, tal como era frecuente hacer con las imágenes de gran devoción, y en lugar del paño de pureza habitual, lleva un rico faldellín bordado que cubre buena parte de las piernas. Unos angelitos juegan en primer término con los atributos de la pasión (un gigantesco clavo, una tibia y una calavera) mientras otros, volando, apartan las cortinas que, a modo de pabellón, cierran el camarín.

La presencia en Avilés de la restauradora María Álvarez-Garcillán coincidió con la del presidente asturiano, Adrián Barbón, a quien la alcaldesa, Mariví Monteserín, había invitado a ver el cuadro "Eugenia Martínez Vallejo, vestida" expuesto en el Niemeyer. Barbón aceptó gustoso: "Dentro de la puesta en valor de la reinvención de Avilés que comenzó Manuel Ponga y que ahora lidera Mariví Monteserín, la cultura tiene un papel muy importante como demuestra la posibilidad de venir estos días al Centro Niemeyer y ver tanto el cuadro de Carreño Miranda como la muestra antológica de la artista alicantina Juana Francés". Barbón animó a los asturianos a acercarse al Niemeyer –al que incluyó en la estrategia de impulso de la cultura que Avilés ha puesto en marcha– y disfrutar de ambas exposiciones.

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