Me quedo en el pueblo

La historia de Pelayo, que con 23 años trabaja en la panadería que abrió su abuelo en Navelgas: "Me siento afortunado de poder seguir en el pueblo"

"Entramos época de fiestas, de romerías, y tenemos muchos encargos», afirma este joven que apuesta por el negocio familiar

Por la izquierda, Pelayo Monasterio Da Rocha; Ventura Da Rocha, Andrea Da Rocha y Miguel Monasterio.  Pelayo Monasterio, en el obrador.

Por la izquierda, Pelayo Monasterio Da Rocha; Ventura Da Rocha, Andrea Da Rocha y Miguel Monasterio. Pelayo Monasterio, en el obrador.

«Me siento afortunado de poder seguir en el pueblo al tener trabajo en la empresa familiar, en nuestra panadería. No pasa con toda la gente joven aquí que el 90 por ciento tiene que irse, o bien a formarse fuera, o bien porque no hay trabajo a excepción que tengas un ganadería o te dediques a la madera», explica Pelayo Monasterio Da Rocha, de 23 años. Desde hace dos ya es un trabajador más en activo de la panadería que abrió su abuelo Ventura Da Rocha y un hermano de este, Manuel, en los años ochenta en Navelgas. Al frente de la empresa está la madre de este joven, Andrea Da Rocha y su marido Miguel desde hace unos siete años, cuando, el primero, se jubiló por enfermedad.

Ventura Da Rocha mira con indisimulado orgullo a su nieto y a su hija. «Tuve dos hijos y ambos me continuaron pero al final el hijo optó por dejarlo y fue ella la que decidió que seguiría adelante y eso que yo le dije que era un trabajo muy esclavo, muy duro», explica el primero. Miguel Monasterio, marido de la primera, también trabaja en la panadería como repartidor, trabajo principal también de Pelayo e inclusive, cuando toca, también de Andrea, quien también atiende al público en el propio obrador.

Pelayo Monasterio, en el interior del obrador, en Navelgas.

Pelayo Monasterio, en el interior del obrador, en Navelgas. / Ana Paz Paredes

«Contamos también con otra repartidora mientras que, durante la noche, hay dos trabajadores elaborando los diferentes tipos de panes y otros productos», explican. Y añade Pelayo: «En invierno, con dos personas es suficiente pero a partir de junio, sí que hay lío, hay mucho trabajo y además de repartir venimos también a echar una mano y elaborar lo que toque: bollos preñaos, panes, empanadas de todo tipo, rosquillas, inclusive pizzas, bizcochos variados y magdalenas. Entramos época de fiestas, de romerías, y tenemos muchos encargos», afirma este joven que trabaja con ilusión y con ganas en la panadería familiar «La Magdalena. Hermanos Da Rocha».

Como joven observador y siendo su principal trabajo repartir los productos por los pueblos de concejos de Tineo y Valdés, es consciente del envejecimiento de la población. «Yo salgo sobre las ocho de la mañana a repartir tres días por semana. Haré al día unos 100 kilómetros diarios. Lo peor es el mal estado de algunas carreteras, que alguna está tremenda para llegar. Lo hago muy a gusto porque la mayor parte de la gente es mayor, y me llevo muy bien con ellos, me gusta charlar con ellos, escucharles, aprender. Ahora bien, la mayoría andan por edades entre 65 a 80 y pico, gente que de aquí a 20 años igual ya no están", dice.

El joven profesional de Navelgas posa en exterior de la panadería familiar, con productos elaboradorados en la misma, en compañía de su madre y su abuelo.

El joven profesional de Navelgas posa en exterior de la panadería familiar, con productos elaboradorados en la misma, en compañía de su madre y su abuelo. / Ana Paz Paredes

Y sobre la gente de su edad, apostilla que "los jóvenes no se quedan en los pueblos, exceptuando lo que dije antes, que sean los continuadores de alguna ganadería o trabajen la madera. En Navelgas casi todos mis amigos se han tenido que ir a estudiar o a buscar trabajo, aunque les tire el pueblo y vuelvan los fines de semana», explica Pelayo, que se confiesa un enamorado de su trabajo incluso cuando llega el verano y sus amigos están de fiesta. «Nunca he sido mucho de fiesta por eso no me cuesta mucho venir y preparar bollos preñaos o empanadas. Eso sí, venir a las tres de la mañana y estar hasta las ocho ya ye otra cosa», matiza con una sonrisa.

Este joven de Navelgas cree que, en su caso, se puede vivir y trabajar en el pueblo, sin embargo no lo ve nada fácil para el resto: «entiendo que la gente se vaya. Yo me siento un afortunado, ya lo he dicho antes, porque aquí está la empresa familiar; mi güelo, mis padres y yo también formo parte de ella como trabajador. Otra cosa es que tuviera que abrir yo sólo una panadería desde cero, entonces lo haría en una ciudad porque aquí cada vez hay menos gente y se nota como va en aumento la despoblación», explica con claridad este joven de 23 años que, añade, se siente también afortunado de vivir y trabajar donde siempre ha querido, en Navelgas. «Yo soy feliz aquí, en mi pueblo, con los míos. No necesito para nada marcharme a una ciudad. Aquí está mi vida».

Pelayo Monasterio Da Rocha, en el obrador de la panadería familiar La Magadalena. Hermanos Da Rocha, en Navelgas (Tineo).

Pelayo Monasterio Da Rocha, en el obrador de la panadería familiar La Magadalena. Hermanos Da Rocha, en Navelgas (Tineo). / Ana Paz Paredes

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