La negra herida de los incendios de hace un año en Asturias: "No han pagado nada y los árboles se caen"

"Dicen que no saben quiénes son los dueños del monte, pero para cobrar sí que lo saben", dice un octogenario de Mouruso (Valdés) que tuvo que malvender la madera quemada de su finca

Luis Ángel Vega

Luis Ángel Vega

José Peláez terminó en la madrugada del 31 de marzo de 2023 apagando los rescoldos que el viento arrastraba hasta el tejado de su casa en Canero (Valdés). Este ganadero, con cerca de 150 cabezas, nunca había visto nada parecido. "Estuve toda la noche yendo con la cuba de un lado a otro, era imposible, en veinte minutos las llamas avanzaron varios kilómetros", confiesa. Guarda fotos de aquella pesadilla, llamaradas elevándose diez metros por encima de los árboles, el frente de fuego a poca distancia de las casas... "Quemaron tendejones, un hórreo, una casa…", enumera. Al día siguiente, rememora, el presidente Adrián Barbón prometió ayudas a los propietarios que hubiesen perdido sus propiedades, mientras denunciaba a los "terroristas del mechero". Un año después, no ha llegado nada de esas ayudas. Según el consejero de Medio Rural, Marcelino Marcos Líndez, hay dificultades para determinar la propiedad de los montes. Los afectados, entre el cabreo y la sorna, dicen que son "excusas de mal pagador". Y es que "los propietarios están perfectamente identificados catastralmente, y en cualquier caso, es obligación de la administración aclarar la maraña que haya", añade José Peláez.

El fuego se inició en la tarde-noche del 27 de marzo de 2023, cuando se calcinaron unas 15 hectáreas de monte raso y restos de corta en Foyedo (Tineo), a treinta kilómetros de Canero. Este incendio se dio por extinguido el día 28. Pero el día 29, a eso de las cinco de la tarde, volvió a reavivarse, o volvieron a prender fuego. Las llamas se extendieron a Fuentes, Aristébano, Naraval. El día 30, el incendio se mantenía en esa misma zona, aunque un foco ya había saltado a Valdés, a Ablanedo. Para el día 31, el fuego se había extendido por todo el concejo, tras un anoche de pesadilla. Barcia, Ranón, Canero y Quintana, donde las llamas llegaron a la costa, se vieron arrasadas.

"Nosotros perdimos 5.700 metros lineales de cierres, y un tendejón, sin contar las pérdidas del monte", indica José Peláez. Un recorrido entre los montes de Mouruso y Argumoso, donde se levantaban árboles centenarios, da idea del gran problema que han dejado los incendios de hace un año. "Hay muchas toneladas que retirar, hay trabajo para años", certifica. Las empresas madereras no dan abasto para retirar todos los árboles quemados, que, ennegrecidos y retorcidos, se extienden durante cientos de metros, un paisaje que recuerda las estampas de la primera guerra mundial. El fuego arrasó "la zona más maderera del concejo de Valdés, todo monte de aprovechamiento forestal". No hay vecino de esta zona de Valdés que no posea una parcela maderera. "Es su hucha, de donde sacar dinero para arreglar la casa, el tejado, dar estudios a los hijos… Nadie prende fuego a su propio a su propio monte, la madera quemada se vende por una décima parte que la madera en buen estado", recalca Peláez. "Además, muchos de esos montes quemados estaban recién plantados", añade.

Las empresas madereras van cortando los árboles, les despojan mecánicamente de su corteza chamuscada y los van acumulando en pilas o en largas filas a lo largo de las pistas forestales en zig-zag, que estos últimos meses han crecido de manera exponencial hasta el punto de que los propios del lugar tienen dificultades para identificar la buena ruta. La deforestación ha destrozado literalmente los caminos, donde la lluvia caída semanas atrás ha creado profundos surcos, y donde circular se hace casi imposible para los 4x4. Se hace necesario aplanarlos, porque son impracticables. En algunos tramos, incluso en la carretera nacional de la Galicia, se han producido desprendimientos. "El fuego de los incendios quema el subsuelo y las raíces de los árboles, que terminan perdiendo agarre y cayendo al suelo", explica José Peláez.

"Los árboles quemados hay que cortarlos todos, porque entran hongos y enfermedades, que hacen que el árbol se caiga y perjudique a los brotes que surgen, que no llegan a crecer", explica el ganadero, mientras recorre amplias extensiones donde la cubierta vegetal se ha convertido en ceniza. Esta madera quemada sólo sirve "para pellets o astillas para calefacción", indica Peláez. Los matorrales crecen salvajes en las partes quemadas. "Es el combustible perfecto para otro incendio, lo de hace un año va a volver a ocurrir", vaticina.

No solo hay pérdidas madereras. El fuego también destruyó redes imprescindibles para la vida de los vecinos de esta parte de Valdés. José Alejo Peláez, padre del anterior, y presidente de la cooperativa del agua de Canero, con 385 socios, asegura que "se quemaron 600 metros de canalización, hubo que pagar a tocateja 30.000 euros para reparar las conducciones, que dan servicio a seis pueblos, pero también a la administración, a los colegios, al consultorio…". José Alejo y otros vecinos tendieron esta infraestructura hará cinco décadas, y es de las pocas privadas que quedan en la región. "No nos han dado un duro para repararla", se queja. Pero "llueve sobre mojado, porque en Canero hubo muchas riadas, la administración hace muchos titulares de que nos van a dar ayudas pero al final no cumplen".

De todas las historias al calor de aquellos terribles incendios, ninguna tan entrañable como la del matrimonio formado por Alfredo Pérez y Elena Parrondo, de 85 y 83 años respectivamente, que tuvieron que salir de su casa en Mouruso en la tarde del 31 de marzo de 2023, sin saber si el fuego la respetaría, como finalmente ocurrió. Este matrimonio tenía una plantación de diez hectáreas, cuyos restos pudieron vender la semana pasada, aunque a un precio muy inferior al de la madera normal. "No se ve un duro", dice Alfredo Pérez, que se indigna cuando le explican la razón por la que el dice que no ha pagado las ayudas Principado. "Pero, ¿no está todo en el ayuntamiento? ¿Qué más información quieren? Mira con lo que salen ahora. Si fuese para pagar…", dice Alfredo.

La pareja lleva 45 años casada y tiene dos hijos. El día del gran incendio, éstos intentaron llegar hasta ellos, pero "ya los pararon en Pravia, y enseguida vivieron los guardias", explica Elena. José Peláez, que estaba al tanto de ellos, terminó acogiéndolo en su casa de Canero. "El fuego iba a cortar el camino, si pasaba algo no podían salir", justificó. De hecho, "a las cuatro o cinco de la mañana ya no se podía pasar". Pasaron la noche en Canero, pero no pegaron ojo, temiendo que el fuego devorase la casa familiar. Ahora, con un año de distancia, se felicitan de que no hubiese víctimas. Aquella desgracia, le permitió no obstante a Alfredo conocer a jugadores de su Real Oviedo del alma, que fueron a visitarle a su casa.

Cerca de Canero, la parroquia rural de Barcia fue la que más perdió con los incendios, hasta 350 hectáreas. Lucas García González, presidente de la parroquia rural, aseguró que tienen "concedida una subvención de 125.000 euros a la reforestación". Hace poco recogieron la madera de 80 hectáreas, obteniendo "92.000 euros, aunque el valor antes del incendio pasaría del millón". Hubo daños en la captación de agua y en los cierres, "pedimos ayudas, pero ni nos han contestado, estamos muy abandonados", dice García.

Este martes se cumple un año del incendio de Pereda (Las regueras). Muchos de los árboles quemados aún continúan en pie, heridos de muerte, y alrededor de ellos crece la maleza, combustible para futuros incendios. A lado del camino, hay un vertedero donde se acumulan extintores vacíos, ramas quemadas y otros desperdicios. La mayoría de los propietarios ha preferido no acometer la limpieza del monte, a la espera de unas ayudas que no acaban de llegar. Solo una familia ha emprendido la corta de los árboles afectados por el fuego, todo ello a costa de su dinero. En este pueblo se preguntan por qué, ya que poco después de los incendios acudieron al ayuntamiento a delimitar las fincas afectadas.

Tampoco han recibido nada los vecinos de Fitoria que vieron cómo las llamas amenazaban sus casas en la madrugada del 31 de marzo de 2023. "Ni lo vamos a cobrar, de eso estoy seguro", asegura Honorio Alonso Álvarez. El fuego quedó a muy poca distancia de su vivienda. El presunto autor del incendio terminó en la cárcel hace unas semanas. Honorio se muestra escéptico. A su tío, Manuel Alonso Marín, el fuego le quemó media casa: "La arregló con sus propios medios, porque no le han pagado nada".

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