Estirar las empresas, terapia contra el encogimiento de Asturias

Las políticas para que las pymes ganen tamaño y la recualificación

de los parados, esenciales en la agenda económica del 28M

Estirar las empresas, terapia contra el encogimiento de Asturias

Estirar las empresas, terapia contra el encogimiento de Asturias

Luis Gancedo

Luis Gancedo

Asturias se hace más pequeña dentro de España. La riqueza que genera, medida por el producto interior bruto (PIB), representaba el 2,2% del total nacional al principio de la centuria y ahora supone el 1,9% (Instituto Nacional de Estadística, INE). Los asturianos éramos en 2000 el 2,6% de todos los residentes españoles y ahora somos el 2,1%. Una buena noticia estadística: el PIB por habitante (indicador de prosperidad) equivale al 91,9% del promedio del país (2021), casi ocho puntos más que hace 23 años (84% en 2000). En parte es un espejismo: tal avance se explica más por la pérdida de población (divisor) que por la expansión del PIB (dividendo). En lo que va de este siglo, sólo en cinco años la economía regional creció tanto o más que la media. Lo común ha sido ir por detrás de otros. De ahí la propensión asturiana al encogimiento, perceptible en lo demográfico, en lo económico y quizá también en lo sociopsicológico.

¿Qué se puede proponer contra el encogimiento? Las vicisitudes y particularidades del último medio siglo en Asturias inducen a pensar que errarán aquellos candidatos que traten de aplicar una plantilla ideológica corriente a un paciente que, por otra parte, se caracteriza también por comportarse como un organismo encogido por la edad: generalmente, tras cada episodio de crisis propia (las sucesivas reconversiones) o general (la Gran Recesión 2008-2014, por ejemplo), la economía asturiana ha reaccionado en los períodos de recuperación con el ímpetu menguado, como quienes, a partir de ciertos años, no llegan a sobreponerse del todo tras un bache físico o anímico. La comparación no es por completo afortunada: las personas al final fenecen, las regiones no tienen por qué hacerlo, pueden cambiar de vida.

El tiempo de campaña electoral no es propicio para el entendimiento. Acaso después del 28M, serenadas las promesas de impacto (rebajas de impuestos, empleos al por mayor, sanidad sin esperas…), haya hueco para compartir dos ideas que no son de estricta procedencia política, sino más bien sindical y empresarial. Conciernen a cuestiones que a menudo apesadumbran al observar la Asturias económica y que están ensambladas entre sí: la modesta dimensión del sector productivo y el desempleo.

1. Las empresas

El anterior presidente del Principado, Javier Fernández, soñaba con que Asturias se convirtiera en «la Alemania de España» (mayo de 2012). Una entre muchas cosas que nos diferencian de la primera economía del euro es la estructura de sus negocios: existen numerosas multinacionales germanas, pero quizá el rasgo más característico está en la clase media empresarial. Las medianas compañías (mittelstand), de entre 50 y 500 trabajadores, tienen en Alemania un peso (2,5% del total) que cuadruplica el estimado en España (0,6%) y quintuplica el de Asturias (0,5%). Virtudes de esa clase media empresarial: dimensión adecuada para innovar, exportar, financiarse a costes óptimos, formar a sus plantillas y retribuirlas mejor que los pequeños, resistir las crisis, tomar decisiones con más agilidad que los grandes… Un territorio denso en empresas medianas tiene por ello una productividad alta, fundamento de la riqueza que se convierte en salarios, beneficios e ingresos fiscales para que la Administración sostenga el estado del bienestar.

La FADE ha sugerido a los partidos un objetivo medible: ganar de aquí a 2030 unas 650 empresas de dimensión mediana y grande

La Federación Asturiana de Empresarios (FADE) ha echado sus propias cuentas: recortar la brecha que se ha abierto entre la región y la riqueza media de España precisaría que 800 de nuestras empresas «se hagan más fuertes». Si se alcanzara tal objetivo, calculó en 2022 la organización que preside María Calvo, Asturias ganaría 90.000 empleos –aproximándose a los 500.000 señalados antes por el catedrático Joaquín Lorences como aspiración para tener una sociedad «sostenible»– y el PIB se expandiría en 5.000 millones de euros.

Camino del 28M, la FADE ha actualizado los números, proponiendo a los partidos lanzar un programa dotado con 50 millones para ganar de aquí a final de la década 650 empresas de escala mediana y grande. ¿Cómo? Ahondando en pasos que en algún caso ha comenzado a dar la propia patronal en colaboración con la Administración o con el sector privado: facilitar la transmisión y la concentración empresarial, disponer armamento financiero para propulsar el crecimiento y la rentabilidad, trabajo prospectivo para identificar de manera anticipada oportunidades de negocio que encajen con el potencial de Asturias, acción decidida para desmontar las barreras que repriman la expansión de las actividades (burocráticas, formativas, mentales…).

La petición de FADE subraya una evidencia: la posibilidad de muscular la economía asturiana es indisociable del florecimiento de un empresariado de mayor tamaño y calidad. Y encierra otro valor manifiesto: fija objetivos concretos y medibles, por ello susceptibles de ser evaluados por los ciudadanos, sea o no con ocasión de una cita electoral.

2. Los parados

Asturias encoge principalmente por la base de la pirámide de población, por las generaciones jóvenes. La combinación de la penuria demográfica (tres fallecidos por cada nacimiento y un saldo migratorio positivo pero insuficiente), los retiros tempranos y la magnitud de los colectivos que están en edad de trabajar pero fuera del mercado de trabajo (hay 80.000 asturianos de entre 20 y 54 años clasificados como «inactivos»: estudiantes, amas de casa, desocupados que no buscan empleo…) han empujado a la región a lo más bajo de la llamada tasa de actividad, que mide la proporción de ciudadanos que conforman la fuerza laboral del territorio (suma de ocupados y parados, en la concepción de la Encuesta de Población Activa, EPA).

La tasa de actividad está considerada un indicador crucial que condiciona el potencial de progresión de la economía. Forma parte de la ecuación, aunque por sí sola no predestina que un lugar sea menos próspero que aquellos otros con tasas más elevadas. El problema circular en el que parece estar metida Asturias puede describirse así: la tasa de actividad influye en la capacidad de crecimiento, que a su vez determina la cantidad de empleo que se crea, creación de empleo que a su vez estimula o contrae la referida tasa de actividad (si hubiera más trabajo, más personas «inactivas» se incorporan al mercado laboral y habría mayor atracción de migrantes). Pero el razonamiento puede expresarse empezando por otro lugar: crear empleo alienta la actividad y ésta favorece la generación de riqueza que a su vez amplifica la generación de empleo…

¿Cómo empezar por el empleo? Quizás respondiendo en primer lugar a las quejas que formulan las empresas desde casi cada esquina de la economía sobre las dificultades severas que dicen tener para hallar profesionales con la cualificación que necesitan, máxime en un contexto de cambio tecnológico raudo y sin pausa como el de este siglo. La fractura estructural entre el sistema de formación y las necesidades del mercado laboral –en Asturias y en el resto de España– es imposible de soldar de manera instantánea. Pero el problema sí puede enfocarse, además de con luces largas (legislando para cambiar la oferta y la organización educativas, particularmente en la FP y la Universidad), con medidas de choque dirigidas hacia donde han señalado con frecuencia las propias empresas y los sindicatos (FADE, CC OO y UGT en Asturias): volcar recursos en la definición urgente de un nuevo modelo de formación para el empleo, conectado de manera directísima con las ofertas efectivas de trabajo, que combine gestión pública y privada sin remilgos ideológicos y, si así se considera, que pase por alto aparatos burocráticos (las oficinas del antiguo Inem) cuyo protagonismo ahora como intermediarios entre quienes ofrecen y quienes buscan ocupación es residual.

El capital básico para una intervención así está entre los 55.600 asturianos y asturianas (dato promedio de 2022) que son desempleados según la definición de la Encuesta de Población Activa: personas que durante el mes anterior al momento de ser preguntados han realizado alguna acción concreta para buscar trabajo asalariado o para establecerse por cuenta propia y que, en ambos supuestos, estén en disposición personal de incorporarse a un empleo cuanto antes. La EPA nos dice que tal número de asturianos, equivalente a toda la población de Siero, anhela trabajar, cobre o no subsidios. Y sugiere asimismo que muchos de esos asturianos tienen o están en condiciones de adquirir las destrezas necesarias: casi la mitad de esos desempleados ha completado estudios superiores (universitarios o de FP de grado superior) o formación profesional media. Los títulos de muchos pueden no ajustarse a los perfiles que se demandan, pero tal nivel académico inclina a pensar que sería practicable en no pocos casos un reciclaje que facilitaría las colocaciones.

Quedaría por marcar un propósito evaluable: multiplicar en los próximos ocho años por el número que se elija los magros 7.500 empleos que, informa también la EPA, ha ganado la encogida Asturias desde 2014.

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