Opinión | Cada 30 días

Libertad "aquinterada"

La amistad verdadera y la experiencia irrepetible de vivir intensamente

De siempre, mi admirado y seguido periodista Jesús Quintero, ha sido faro y a veces hasta determinante, en la vida que un día decidí vivir con mayor o menor acierto. Pero fue esa y no otra, la que me trajo hasta aquí y hoy poder llegar a escribir, esto que hoy escribo. Fueron muchos momentos y en varios canales de televisión con diversos formatos, los que Quintero nos dejó en herencia para su disfrute. Hoy y como no podría ser de otra manera, también, a través de diversas plataformas digitales. Muchas de sus arengas, manifiestos, comentarios, opiniones, han tenido y tienen aplicación y vigencia, según en qué tipo de situación, la vida se nos hubiera planteado. Ideologías o pensamientos políticos a parte, si algo aplicaba Quintero a todo ello era, sentido común. Desde luego, a mí por lo menos, eso me pareció siempre.

Un día, hablando entre otras cosas de libertad, de miedos infundados, de valor, de meridiana claridad en las exposiciones, le escuché, extraje y conservo el siguiente speech literal: "Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados. Y que el que lucha por ellos tarde o temprano, se verá rodeado de amistades falsas. Con el tiempo aprendes, que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar..., ¡eso es sólo cosa de almas grandes! Con el tiempo comprendes que, si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual. Con el tiempo te darás cuenta de que, aunque seas feliz con tus amigos algún día llorarás por aquellos a quienes dejaste ir. Con el tiempo te darás cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen, ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta de que lo mejor no era el futuro, sino el momento que vives. Justo este instante. Pero desafortunadamente solo con el tiempo uno aprende.

Yo soy y quiero vivir como si no tuviera nada que perder, como si cada día fuera el último, como si estuviera al partir la nave que nunca ha de tornar. Quiero besar como si cada beso fuera el último. Quiero gozar como si cada gozo fuera el último. La última copa de vino, la última noche de amor, el último paseo por las calles de Sevilla, la última canción, las últimas palabras. Cuando a uno le da igual perderlo todo, desaparecen los miedos, las cadenas, las ataduras, los compromisos, la timidez, el miedo. Cuando uno está dispuesto a perderlo todo empieza a estar en condiciones de ganarlo todo.

¿Y qué es todo?: el valor, la sinceridad, la autenticidad, la claridad, la libertad…

El camino, la verdad y la vida que decía, mi tocayo (Jesús de Nazaret) –sigue comentando Quintero en esta arenga– quiero vivir de acuerdo conmigo mismo; de eso es de lo que se trata hermano.

También para Quintero, en esta diatriba anterior y otras similares, la libertad es una consecuencia de la amalgama y aplicación de algunos efectos que se hubieran planteado previamente.

Creo, sinceramente, que la libertad, al contrario de algunas compresas y alguna bebida energética, no necesita alas; lo que verdaderamente necesita la libertad de una puñetera vez por todas, es arraigarse de verdad a la forma de vida que los españoles eligieron hace ya muchos años, que tal parece –en muchas ocasiones– es como si no existiera.

Si definitivamente nos quitásemos el miedo de encima por temor a perderlo todo a cambio de nuestra libertad, ¿qué haríamos?

Tal parece que hoy en día desde muy altas esferas políticas, de manera muy sibilina, de manera poco clara, poco valiente y a veces de forma estúpida y torticera, es como si se estuviera intentando amedrentar a quien, con independencia, quiere expresarse con total libertad, hasta llegar incluso a poner en tela de juicio las miserias y escasez de talento, de valor y de instrucción, de quien lo pudiera estar pretendiendo.

Dicen que defendía Dostoievski que "la tolerancia llegará a tal nivel que a las personas inteligentes se les prohibirá pensar para no ofender a los idiotas".

¿Es acaso esta sentencia del escritor ruso, aplicable hoy en España? ¿Podremos seguir pensando y escribiendo en libertad, sin temores que pudieran estar basados en amenazas encubiertas y cobardes, ejercidas desde el parapeto del poder establecido para no ofender a los idiotas –pero eso sí– y que pudieran seguir viviendo de puta madre entre langostas, centollos y percebes?

Ante tanto desvarío, pretensiones poco lícitas, inmoralidad y falta de vergüenza, ruégote Madre de Covadonga, Santina mía, intercedas por todos nosotros y sobre todo por el futuro tan incierto de nuestros hijos y nietos.

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