El Palacio Revillagigedo, uno de los edificios más destacados de Gijón por su historia, arquitectura y ubicación, lleva camino de convertirse en un hermoso envoltorio sin contenido. El inmueble, propiedad de la entidad bancaria Liberbank y destinado a usos culturales, acumula años de declive en su programación y ha perdido paulatinamente su atractivo, tal y como coincide todo el espectro político y social de la ciudad. Lejos quedan los grandes eventos y exposiciones de creadores consagrados o incipientes de los años noventa y la primera década de este siglo, que han sido reemplazadas por otro tipo de iniciativas, casi siempre lideradas por promotores privados y que no siguen una línea discursiva. El espacio ha perdido peso específico como referente artístico y turístico en la región y también como punto de encuentro y debate para los gijoneses. LA NUEVA ESPAÑA desveló esta semana que hace meses se produjeron contactos entre la propiedad y el Ayuntamiento para una cesión de la gestión, que finalmente quedaron congelados por el elevado coste que implicaba para las arcas municipales (alrededor de 1,2 millones al año), por la crisis de la pandemia y porque el gobierno local ha fijado la prioridad de sus políticas culturales en torno al proyecto de Tabacalera, que implicará una inversión global de 20 millones de euros en varios ejercicios.

Descartado por lo tanto que el Consistorio se haga cargo de la oferta del Revillagigedo, no queda otra, al menos en el medio plazo, que reforzar su programación mediante los actuales cauces, que son herencia del pasado reciente del edificio. El palacio del Marqués de San Esteban del Mar de Natahoyo, junto a la anexa colegiata San Juan Bautista y varias propiedades colindantes, fue comprado por la extinta Caja de Ahorros de Asturias en 1976 por 25 millones de pesetas, cuando amenazaba ruina. Fue sometido, entre las décadas de los ochenta y los noventa, a una importante restauración con aportación municipal e inaugurado para sus actuales usos en 1991, con una exposición de Eduardo Chillida. Su gestión quedó en manos de la Obra Social y Cultural de la Caja, que logró darle vida y convertirlo en un puntal de la creación en Asturias. La desaparición de las cajas de ahorros por las fusiones acometidas tras la crisis financiera que comenzó en 2008 hizo que el inmueble pasara a manos de Liberbank, que lo controla a través de la Fundación Cajastur.

Es en ese órgano en el que debe producirse ahora el debate para dar nueva vida al Revillagigedo. El Ayuntamiento nombró hace días, tras varios años de vacante por disputas políticas que acabaron en los tribunales, a la notaria Montserrat Martínez como su representante en el patronato de la Fundación. La designación, que aún está pendiente de su aprobación definitiva, debería suponer el primer paso para que la colaboración público-privada alumbre una nueva etapa para el palacio. Ese es el único camino factible y seguro para que la joya de la plaza del Marqués brille como antaño. Una obligación ineludible para las partes implicadas ante todos los gijoneses.