Opinión
Árboles en fuera de juego
Mundial de fútbol, prioridades y modelo de ciudad
Formo parte del seguramente numeroso grupo ciudadano al que le resulta casi indiferente que Gijón pueda ser sede del próximo Mundial de Fútbol. Digo "casi" porque bienvenido sea aquello que haga que la ciudad brille y los negocios de nuestras gentes hagan caja. Pero cada vez que entro en nuestra eterna estación provisional de tren, se me recolocan las prioridades y doy por amortizado el sueño del mundial en favor de otros más terrenales y duraderos.
Al hecho de ser insensible a la épica del balompié, se suma también el recuerdo agridulce del Mundial 82 en El Molinón. Hinchadas felices por nuestras calles, sí, pero el Alemania-Austria nos puso en el mapa de los amaños con aquella definición, "la vergüenza de Gijón", que todavía evocan los comentaristas. El esfuerzo de entonces, truncado en parte por una consigna de vestuario para acomodar la clasificación. Mil veces mejor, como ya ha ocurrido, nuestro nombre ligado a declaraciones internacionales de bioética, lucha contra el Alzhéimer o política europea de vivienda.
En suma, quizás el ayuntamiento de Gijón debiera haber agotado todas las posibilidades de la ciudad como sede mundialista –la impresión es que en la última reunión pidió la hora– pero otros focos de atención reclaman hoy la mirada.
La incertidumbre sobre el futuro del Arcelor sigue sin despejarse, con sensación de estar a merced de decisiones tomadas lejos, con clave de mercado global. De hecho, otros países europeos se plantean intervenir sus siderurgias para evitar fugas. Mientras tanto, continúan los picos de se contaminación en Gijón. Muy fino tendrán que hilar quienes batallen por retener Arcelor y rebajar sus emisiones. Porque las dos cosas son obligadas.
Desde el pavoroso incendio en Valencia, miramos con recelo nuestras propias fachadas. Las de siempre, las que levantamos como segunda piel para embellecer y aislar. Cumplen la norma, pero ¿es lo suficientemente exigente o habría que revisarla? ¿Podría el ayuntamiento en su plan de rehabilitación de fachadas incorporar criterios para reducir riesgos?
Por último, dos estudios han reclamado mi atención en los últimos días. Uno sobre la necesidad de reformar los patios escolares, dominados por críos con balón mientras ellas se quedan en la periferia. Se propone crear áreas verdes que redistribuyan, sugieran otros juegos y acerquen la naturaleza a los más pequeños. Porque –éste es el segundo estudio– ver árboles desde la ventana de casa alarga la vida. La regla 3-30-300 sugiere que sean al menos tres, además de un 30% de vegetación en el barrio y un espacio verde a 300 metros.
Fabulo con un Gijón afanado en esas proporciones, en reconquista del verde donde hay asfalto. Que a nadie le falten sus árboles para la serotonina. Y el mundial, ese sí puede verse en pantalla.
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