Opinión | Asturianas con ciencia

Pescar ideas sobre el envejecimiento

Un reto a veces desesperante, pero el resultado de tanto esfuerzo vale la pena

María Pascual Torner y Dido Carrero Muñiz. Las dos investigadoras son cotitulares del estudio de la secuenciación del genoma de la medusa inmortal dentro de un equipo liderado por el bioquímico Carlos López-Otín. María Pascual Torner es doctora en Ciencias del Mar y está especializada en Ecología. Es natural de Barcelona, pero llegó a Asturias hace cinco años para cursar el doctorado. En la actualidad, es investigadora posdoctoral de la Universidad de Oviedo. Dido Carrero Muñiz es doctora en Biomedicina y Oncología Molecular y graduada por la UNED en Historia del Arte. Aunque la ovetense continúa teniendo proyectos conjuntos con el laboratorio de Otín, hoy en día trabaja en el Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias (IMOMA). 

Yo vengo del campo de las ciencias ambientales y de la ecología marina. Después de la carrera estuve en el Institut de Ciencies del Mar de Barcelona (ICM-CSIC) aprendiendo a mantener cultivos de medusas y obtener ejemplares en la mar. ¡Son seres realmente fascinantes! Allí realicé más tarde mi tesis doctoral sobre la ecología de las salpas, un grupo de organismos parecido a las medusas. Estudiando su dinámica de poblaciones me surgieron muchas preguntas que implicaban hablar de genes, lo que me abrió el interés y la curiosidad por la biología molecular. Esto me llevó hace ya cinco años a realizar el posdoctorado en la Universidad de Oviedo. Cómo catalana aterrizada en Asturias tuve una acogida inmejorable que me hizo sentir como en casa desde el primer día. Para mí fue una gran sorpresa poder aprender de cero esta rama de la ciencia y estoy enormemente agradecida a Carlos López-Otín y a todos mis compañeros por adoptarme en el laboratorio y enseñarme cada detalle de este mundo invisible. Ahí empezó el viaje de la búsqueda de esa medusa que rejuvenecía, pero también el de otras especies marinas con longevidades asombrosas.

Los proyectos en los que colaboro con Dido y otras compañeras se basan en comparar genomas de especies cercanas evolutivamente, pero con longevidades muy diferentes. Esta comparación, centrada específicamente en genes relacionados con los procesos de envejecimiento, nos permite detectar diferencias únicas en el genoma de la especie longeva y nos da "pistas" de qué mecanismos podrían haber contribuido en incrementar la longevidad de la especie en cuestión. Es decir, estos trabajos aportan nuevos candidatos a ser objeto de estudio en investigaciones relacionadas con el envejecimiento. A mí me gusta verlo como curiosear en la diversidad de la naturaleza para pescar nuevas ideas que nos ayuden a comprender mejor el envejecimiento y, al mismo tiempo, las enfermedades asociadas con este. Por otro lado, actualmente también queremos ahondar en los resultados obtenidos en el artículo sobre el genoma de la medusa inmortal, especialmente en aquellos mecanismos que se activan durante su proceso de rejuvenecimiento. Todos estos proyectos requieren pensar nuevas formas de conseguir ejemplares, de procesar las muestras en el laboratorio y a nivel bioinformático. Prácticamente todos los protocolos están hechos para estudiar modelos de ratón o células humanas; en nuestro caso, solemos tener que improvisar y adaptarlo a la especie marina en cuestión. Es un reto que a veces puede ser desesperante, pero luego el resultado de tanto esfuerzo suele valer la pena.

En mi experiencia diría que siempre ha habido más mujeres, sobre todo en la carrera y doctorado. La diferencia clara de género la veo en los cargos de más responsabilidad, dónde siguen predominando mayoritariamente hombres. Creo que sigue habiendo la creencia inconsciente en las mujeres de no ser merecedoras de tal responsabilidad o reconocimiento, y a la vez, hay mucha autoexigencia. Tenemos que seguir normalizando la figura de la mujer en investigación, pero también educar a las niñas desde los primeros meses de vida estimulando su libertad para experimentar, crear y hacerse preguntas, en vez de invalidar o ignorar su curiosidad y su autonomía. Esas etapas forjan la base de muchas de nuestras creencias y la brecha de género empieza también ahí.

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