El día más emocionante de Javier Suárez

El párroco de San Juan el Real celebra sus 50 años como sacerdote con una placa conmemorativa y un baño de multitudes de amigos y feligreses

El día más emocionante de Javier Suárez

El día más emocionante de Javier Suárez / Oriol López

Oriol López

Una gran placa de bronce, una banda de gaitas, un coro llegado de lo más profundo de la mina, un templo lleno a rabiar con unos feligreses entregados y un sacerdote feliz pero, sobre todo, muy conmovido con el momento. Ese es el breve resumen de lo que se vivió ayer al mediodía en la basílica de San Juan el Real durante la liturgia-homenaje a su párroco y rector, Javier Suárez, por sus 50 años como cura, las bodas de oro sacerdotales; "un momento emocionante", aseguró.

Javier Suárez, junto a unas monjas al terminar el homenaje. | Irma Collín

Javier Suárez, junto a unas monjas al terminar el homenaje. | Irma Collín / Oriol López

La celebración se adelantó unos minutos a la hora señalada con el primer acto, en el que se descubrió una placa conmemorativa. Entrando en "la catedral del ensanche", a mano izquierda frente a la pila bautismal, un rincón quedará para la posteridad con una insignia de bronce de considerable tamaño y una inscripción que reza: "Por sus bodas de oro sacerdotales y como reconocimiento a su labor en la parroquia. Sus feligreses, Oviedo 4-11-2023".

El día más emocionante de Javier Suárez

El día más emocionante de Javier Suárez / Oriol López

Tras abrir boca con la placa, el ambiente empezó a caldearse dentro y fuera de San Juan el Real. Algunos aprovecharon para coger sitio en las bancadas (el templo se llenaría, incluso con gente de pie) y otros quedaron fuera, entretenidos con el espectáculo porque al final la celebración fue todo un show. Comenzó la Real Banda de Gaitas "Ciudad de Oviedo", que, a ritmo de viento y percusión, fue un contextual flautista de Hamelín que llamó la atención de los paseantes. La explanada frente a la iglesia y el cruce entre las calles Doctor Casal y Melquiades Álvarez era un hervidero de gente, como no podía ser de otra manera un sábado a esas horas. Los feligreses llegaban con un constante goteo y los curiosos, mezcla de locales y algún que otro turista despistado, se acercaron quedando algunos seducidos por los acontecimientos.

El Coro Minero de Turón, localidad natal de Javier Suárez, fue otra de las estrellas. Cuando las gaitas cesaron su música, tomaron el relevo las solemnes voces de los mineros que, en formación de a dos, entraron en la basílica entonando "En el Pozo María Luisa". Los monos azules y los cascos blancos con la linterna encendida en la frente abrieron paso al séquito eclesiástico que acompañó a Suárez en el homenaje. Para ese momento ya no había bancos libres y muchos estaban con sus móviles en alto sin resistirse a inmortalizar el momento.

"Nací y me ordenaron en Turón y el Coro Minero nos acompaña para insistir en que procedo de la mina. Agradezco a todos que hayáis venido y forméis parte de esta celebración", arrancó el párroco su discurso, muy conmovido. Tanto que pidió disculpas por ello y advirtió que continuaría hablando "si la emoción me deja seguir". Lo consiguió e hizo un resumen de sus 50 años como cura, "de una vida dedicada a la Iglesia". Agradeció a amigos, familiares, compañeros y, especialmente, a Dios. "Desde el día que me ordenaron he tenido el privilegio de servir a Dios y a los hermanos. Gracias, Señor, por elegirme para esta labor", manifestó, haciendo hincapié en la importancia del amor y de la gratitud.

Los momentos previos a la consagración del pan y del vino fueron emocionantes, con el eco del Coro Minero y la irrupción imponente de la Banda Gaitas con el Himno de Asturias que puso a todo el mundo en pie. Suárez pronunció las palabras que ponen fin a la homilía –"Podéis ir en paz"– y los asistentes rompieron a aplaudir. El sacerdote salió el último, bañándose en multitudes, repartiendo y recibiendo cariño, mientras los mineros ponían la banda sonora, a su espalda, frente al altar mayor. Y es que, tal como dijo minutos antes, "un beso y una sonrisa lo necesitamos todos". Y Javier Suárez, desde luego, cumplió una vez más con el ejemplo.

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