Pasado, presente y futuro
La política siempre genera sorpresas y a mí me asombra que, con la que está cayendo - un paro juvenil que supera el 47% -, durante casi estas dos últimas semanas el único problema y más grave de todos los que tenía y tiene España se localizaba en Castilla-León y su invisible protocolo del aborto. Todos los medios de comunicación y a todas las horas aireaban el conflicto entre la comunidad de Castilla-León y el Gobierno central en torno a un tema que siempre genera discrepancia y en el que quien menos opina es el científico, la persona que puede avalar con sus investigaciones y conocimientos la diferencia entre ser vivo y ser humano, algo que a simple vista no es tan fácil de concretar y especificar, y más cuando en muchos manda más la ideología que la verdad y la deseable y constructiva coherencia . Así sorprende que la urgente, necesaria y loable defensa de la naturaleza que hacen algunos colectivos, vaya acompañado de un sospechoso silencio cuando se habla del ser humano, origen y derecho a vivir.
Este viernes, 27 de enero, la lectura del Evangelio de San Marcos 4,26-34 dice: “El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano …”. Y me da pie a esta reflexión en torno a un tema tan controvertido y del que se ha escrito mucho. Todos sabemos que cuando el campesino siembra en la tierra, no todas las semillas germinan, y las que germinan no lo hacen al mismo tiempo, unas antes, otras después, pero lo que sí todos comprendemos es que sin siembra no hay germinación, no hay fruto. La pregunta clave es saber con precisión, con certeza, a partir de qué momento el ser vivo es un ser humano; aquí, me parece que aún reina la duda, no hay certezas, no hay evidencias absolutas… ¿Desde ese mismo momento o a partir de las 2, 12, 14 o más semanas? Dicho esto que es tan evidente, lo cierto es que sin siembra no hay gestación, y que no hay duda que todos tenemos el derecho de nacer, vivir y morir con dignidad.
Mientras hablamos de esto el primer bebé del año 2023 se llama Iratxe; el mundo sigue creciendo en población, ya 8.000 millones de personas – en 1930 éramos 2.000 millones- y Asturias tiene el no deseado título de ser una de las regiones de menos población de Europa – nuestra media de edad roza los 50 años- y nuestras facultades universitarias no cubren todas las plazas, un 20% sin ocupar… Los asturianos cada vez somos menos, ya no llegamos al millón de personas; el número de abortos, aunque disminuye, aún arroja la escalofriante cifra de 90.181 no nacidos en 2021, y para mayor preocupación la deuda de la Seguridad Social supera los 100.000 millones de euros.
De la lectura de estos datos saco la conclusión de que primero, hay zonas con más población y no son las más ricas; otros con menos población y con más nivel económico, que evidencia lo que ya en su día denunció el escritor Honorato de Balzac al analizar la avaricia y decir que “La avaricia empieza donde cesa la pobreza”, y, por desgracia algo de eso hay en la actualidad. Y segundo, que debe fomentarse la natalidad y reconocer el importante papel de la mujer como madre y trasmisora de vida.
Nuestra situación demográfica es de tal gravedad que si no fuera por la necesaria emigración, muchas parcelas de la vida laboral quedarían sin cubrir; pensemos, por ejemplo, en el cuidado de nuestros mayores… y es que no garantizamos el deseable relevo generacional. No hace mucho un amigo cubano, afincado en Asturias, me dijo:
- José Antonio, si ustedes no rectifican, en menos de catorce años ustedes se quedan sin mano de obra.
Algo que, por desgracia, ya se palpa en muchos sectores (sanitario, hostelería, construcción, transporte…).
En mi artículo de la semana pasada decía que el único progreso real es el progreso moral y a esa lucha se nos invita. La generación del interruptor, de la técnica, de la solución instantánea e inmediata de los problemas, debe reconocer y hacer suyo que tiene que amar la vida, protegerla y trasmitirla, por muchas dificultades que haya , que las hay y siempre las hubo y que vida sin problemas no existe. Sabemos que la situación laboral que espera a nuestros jóvenes es injusta, difícil, pero no podemos amilanarnos y menos acobardarnos, so capa de renunciar a la capacidad de lucha intrínseca propia del ser humano . Ni que decir hay que aquí jugamos un importante papel todos, mayores y no mayores, pero especialmente los poderes públicos que con su buen hacer y ejemplaridad transmitan ilusión, esperanza y compromiso por un mundo mejor y más humano, en el que una buena educación y formación faciliten su anclaje y el papel que tienen que realizar en la sociedad.
P.D Hace unos días un titular de prensa decía: “ 230.000 jabalíes amenazan las cosechas en Cataluña” ¿De verdad? . .No me lo creo..
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