Ya vuelven

Ricardo Junquera

Ricardo Junquera

Sí, ya es primavera y vuelven, como los vencejos, las flores en los campos o los «no me olvides» del poema de Jauretche. Son los peregrinos; los que cada año y en mayor número pasan haciendo camino con su media casa a cuestas y su mirada siempre al Oeste, en busca de ese fin de la tierra que alguien dibujó un día en un campo de estrellas, allá cerca de Iria Flavia.

A uno le anima verles; con su cansancio de cada tarde y sus ilusiones de cada mañana. Le anima y también le da envidia, a pesar de sus pesadas mochilas, verles caminar tan ligeros de equipaje. Uno, que de cuando en cuando juega a ser peregrino, sueña también con llegar un día a poder poner rumbo sin mirar relojes ni distancias, solo hasta donde las piernas y las ganas te lleven. De momento, no queda otra que verles llegar y pasar, y, si puedes, compartir un rato con ellos, aprender de lo que te cuentan y contarles también lo poco que tú puedas enseñarles. Sí, cada vez son más. 

Hace una semana estuve en Tineo, cuna de maestros de peregrinos y paso obligado y merecido para los andantes del Camino Primitivo, y me acuerdo ahora de las lecciones de Manolo Otero, y de la infatigable labor de Laureano García, y del espíritu inquebrantable de Benjamin Alba, que en homenaje a su mujer caminó desde Roma a Santiago, tres mil kilómetros de promesa, y allí, en su palacio de Merás, magnífico lugar que Benjamín también ha querido hacer refugio y posada de peregrinos, tuve la ocasión de preguntarle que cómo iba la afluencia de ellos este año; me contestó eso, que cada día más.

Y también se nota en las calles de Pola, y en su albergue, y en su hostelería y su comercio, que ya parece que todos nos hemos dado cuenta de que por donde pasa el Camino también algo queda de lo que se mueve, que no solo de andar vive el peregrino. Y este último fin de semana, aprovechando lunes festivo, uno tuvo la ocasión de recorrer con la Asociación de Amigos del Camino de Siero, Noreña y Sariego varias etapas del Camino Francés por Burgos, viniendo de San Juan de Ortega y viendo por sus propios ojos que esto del Camino ya no es moda pasajera, sino río de gentes y vida. 

Y también uno recuerda, con cierta rabia, el disparate del trazado oficial por Asturias del Camino del Norte o de la Costa, el que viniendo de Francia y del País Vasco y de Cantabria va a Santiago atravesando Asturias de parte a parte, de Este a Oeste, y cómo los que lo dibujaron, al dictado del político de turno, el que sea, que de aquella era gijonés y supo ver lo que el Camino podía algún día llegar a ser, quisieron olvidar que el origen del Camino lo tenemos aquí, en otra catedral de una sola torre pero de no menos sombra que la del Obradoiro, y dijeron que por ahí no, que por acá, y también olvidaron que después de Villaviciosa el Camino entraba hacia dentro, y subía a Arbazal, y bajaba al valle de Sariego, y que fue cuna y origen también de la Pola en su alberguería de San Pedro, y que después pasaba por Noreña, y que tras pasar el Nora por el puente de Colloto llegaba a la catedral de Oviedo, principio o fin de toda peregrinación que se precie de serlo, que ya se sabe eso de que quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor. Dicen que cuatro siglos antes de nuestra era un pastor de Éfeso prendió fuego al templo más hermoso del mundo con la idea de que la historia recordase por siempre su nombre; triste recuerdo que acompañará a los que se empeñan en traicionar la historia en beneficio propio. Del de Éfeso la historia se vengó precisamente olvidando su nombre.

Pronto tendremos elecciones; no estaría de más que alguien se acordara de reclamar y luchar para que el Camino de Santiago del Norte a su paso por Asturias vuelva por su cauce auténtico y natural y que su trazado oficial olvide veleidades pasadas; será algo que no servirá para ganar votos, claro, pero sí que servirá para guardar y respetar la historia. La de nuestros pueblos. La nuestra.

De momento, ya vuelven los peregrinos.